martes, 28 de septiembre de 2010

Opinión


San Francisco de Asís
Edilberto Nava García

Quienes han leído la historia de los santos canonizados por el Vaticano, dicen del patrono de Italia y de Europa, que fue un lego muy humilde, pobre, digno y muy rebelde a la autoridad de la iglesia católica de su tiempo. Quizá baste leer «Los motivos del lobo» del bato Rubén Darío para darse una idea de la santidad del Santo Patrón de Apango, pueblo de la región centro de Guerrero.
En la catequización, dicen, que los frailes franciscanos llegaron a Apango; es decir, apenas dos o tres años después de la caída de la Gran Tenoxchtitlan, pero sin duda la conquista espiritual de Apango antecedió a la «aparición» de la Virgen de Guadalupe, que se dio ya con la presencia de Fray Juan de Zumárraga, primer Arzobispo de México.
La imagen de bulto del referido santo que veneran en Apango, afirman sus devotos y devotas, es la misma que trajeron aquellos misioneros vestidos de sayal y descalzos en los inicios de la conquista; de quienes en los hechos imitaban a aquel santo que dos años antes de su muerte recibió la gracia sobrenatural de los estigmas. Se le atribuyen milagros y, de entre ellos, uno de carácter social. Sostienen que en tiempos de Revolución, el gobierno llegó muy pertrechado, y que los defensores del pueblo eran pocos y con armas viejas y casi inservibles, pero que al iniciarse el enfrentamiento, realizado a la orillas del pueblo, cuando el gobierno avanzaba ya casi al entrar en su calle principal, apareció un jinete y comenzó a repartir buenos rifles y parque a los apangueños, con lo que los defensores derrotaron al gobierno. Que al término del combate, al levantar sus muertos y heridos, entre los defensores comenzaron a preguntar por el individuo que les había ministrado aquellos rifles y el parque en el fragor de la lucha, pero que nadie vio como desapareció de la escena. Nadie supo quien fue y porqué había aparecido entre ellos, repartiendo hasta en tres ocasiones aquel armamento. Supusieron que fue el varón Francisco de Asís, que así defendía a quienes le profesaban fe. Sui veneración aumentó.
Empero, voy, pintar con palabras la triste situación por la que atraviesa la feligresía parroquial. Es el tercer año consecutivo en que para honrar el fallecimiento de aquel humilde misionero, en Apango hay dos mayordomos y dos padrinos. Dos fiestas sectarias, en vez de una, como si los feligreses vivieran en la abundancia, donde la crisis y la pobreza extrema les pelara los dientes.
Hay dos novenarios, uno de ellos por la tarde y se realiza con seguidores del párroco, son quienes entran al templo parroquial, del que se han tomado una especie de posesión mediante el agandalle. El otro novenario, el mayoritario o el más auténticamente popular lo encabeza el mayordomo Crisóforo Nava Barrios, que hace tres años desconoció el citado párroco, a quien enfrentó diciéndole que no lo quería de mayordomo, porque llevaba tres años de pararse en la iglesia, lo que tuvo como respuesta: no hay tal señor cura, sino que desde hace tres años a que no le doy la mensualidad ni su despensa. a poco se supo que el cura párroco exigía parte de las reses que el mayordomo recibe para que los concurrentes a la fiesta los degusten como antaño.
Hubo un tiempo en que se dio un jaloneo vergonzoso, en que salieron a relucir actos reprobables, pero el obispo alejo Zavala Castro dijo ser incapaz de mover de la parroquia al cura, por tratarse del decano de la diócesis. El caso es que los franciscanos que encabeza el mayordomo Crisóforo Nava no tienen acceso al templo parroquial, por lo que rezan fueran del atrio, pero también han pintado su raya: ni una misa pagan al citado cura, ni limosnas ni han de aceptar la mayordomía que el cura manipula. El caso es que el párroco cierra las puertas del templo a los feligreses que no le simpatizan, por lo que se han adherirdo a la iglesia tradicional, aquella que dice las misas en latín, frente a las imágenes, que da la comunión sólo el sacerdote y no cualquier hijo de vecino.
A tal grado ha llegado la división entre católicos apangueños. Es muy lamentable para la gente de razón y vergonzoso para todo visitante. La grey está riesgosamente dividida y los seguidores del párroco creen que él no saldrá del curato, sino con los pies por delante. Es una lástima, es una vergüenza para estos tiempos de modernidad, de humildad y de unión. Pero bueno, la historia afirma que Francisco de Asís no reconoció la autoridad del Papa. Luego entonces la rebeldía no es nueva. Como se dice, la historia se repite. Amén.

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