miércoles, 6 de octubre de 2010

Columnas

Entre la vrdad y la ficción
Jorge Luis Falcón Arévalo

MONDRIGOS Y PALEROS
«El objeto de la educación es formar seres aptos para gobernarse a sí mismos, y no para ser gobernados por los demás». -Herbert Spencer-
Es momento de que las universidades del país cierren filas, porque la autonomía universitaria está gravemente amenazada por los señores feudales de las entidades federativas. Pero, también, por los engendros que creen que cada estudiante, es parte coyuntural de su extensión corpórea.
Maestros y funcionarios administrativos; como dirigentes sindicales, se comportan con la universidad como el bandolero del barrio que puede romperle la crisma a cualquiera. Es absolutamente inadmisible.
El profesor que pese a la obtención de sus grados académicos; pero que en sí, demuestra su fragilidad ética y escasa moralidad, es aquel que usa, utiliza, coacciona, impone y obliga a los estudiantes, bajo el pretexto de que serán recompensados y distinguidos con altas calificaciones, puestos administrativos, y alguna otra exquisitez para su formación académica.
¿Qué se puede esperar de un personaje tan oscuro y falto de talante como el ex rector Gabino Olea Campos; o de su patiño J: Nazarín Vargas Armenta?, cuando su historial es contrario a las buenas conductas educacionales. Cuando usan el campus universitario para hacer sus anhelantes sueños políticos en apoyo de tal o cual candidato. No es función, ni proyecto de la máxima casa de estudios que allí se gesten las deslealtades y felonías a los postulados de Vasconcelos y Justo Sierra: ¡La educación!
La universidad es una institución de enseñanza superior formada por diversas facultades y que otorga distintos grados académicos. Estas instituciones pueden incluir, además de las facultades, distintos departamentos, colegios, centros de investigación y otras entidades.
Es una vieja y añeja demanda ciudadana la propuesta de que «. . . incrementar penas y sanciones pecuniarias más severas para aquellas personas, servidores públicos, funcionarios partidistas, funcionarios electorales que antes o durante la jornada electoral incurrieran en actos u omisiones tipificadas como delitos electorales.
Las universidades aquí y allá, teniendo que pelear con las armas de la razón, los argumentos, y las movilizaciones pacíficas, el poder subsistir en el indispensable marco de la autonomía -que ha de pelearse día a día-, y tratando de hacer ver a esos poderes primarios que estas instituciones son la única garantía de un futuro civilizado.*Librepensador sin.marca@gmail.com

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