miércoles, 3 de noviembre de 2010

Opinión


Lino Hernández y la lucha social
Edilberto Nava García

El día de ayer a media tarde, de candente sol, un nutrido cortejo fúnebre acudió al panteón municipal a sepultar a quien fungía como dirigente municipal perredista de Apango, Mártir de Cuilapan. Anteayer lunes, cuando el sol recién se había ocultado, Lino Hernández López se accidentó al trasladarse de Chilpancingo hacia Apango, muy cerca de la preparatoria de Atliaca.
A muchos nos causó honda impresión la noticia. En lo particular, debo decir que nos unió una amistad de más de veinticinco años. Siempre entusiasta, se incorporó como juez menor a la administración que me tocó presidir en la primera ocasión que desempeñé el cargo de presidente municipal. En ese mismo tiempo fue electo dirigente municipal cenecista, tesorero municipal y secretario general del ayuntamiento. Limpio y noble, aunque poco cauto en ocasiones, pero siempre obrando de buena fe. Luego, en el siguiente periodo fue síndico municipal, cargo al que debido a una mano negra renunció por diferencias con la alcaldesa de ese entonces.
Empero Lino era ya conocido, pese a que por estrechez económica no pudo continuar con su carrera de licenciado en derecho. Se fue a la Corriente Democrática y en seguida abandonó las filas priistas, pero no a sus amigos. Fue fundador del perredismo en Guerrero surgido de las bases. Auténtico gestor vinculado con las clases más necesitadas y como actor político, firme pero también concertador. Estableció nexos con dirigentes de organizaciones de lucha social, aunque incomprendido como crítico de izquierda. Otros dirigentes de menor valía en el perredismo le cerraron el paso, pero Lino debió ser por lo menos diputado local. Ni modos, son los riesgos de la participación política.
Ocupó en tres ocasiones la secretaría general del ayuntamiento de Apango, donde no se le supo jamás ni tráfico de influencias ni actos deshonestos en dicho puesto. Era un juarista al vivir en la medianía, cuando tuvo sueldo y en terrible escasez cuando careció de ingresos, a grado de convertirse en ilegal en el vecino país del norte, por no haber sido aprovechado en Apango , como tampoco a nivel estatal. A su retorno, cuando el comité municipal perredista de Apango estaba hecho añicos, una asamblea lo designó nuevo dirigente municipal. Y en eso andaba, incrementando la membresía.
Lamentablemente padeció los rigores de la inestabilidad familiar causándole periodos de depresión. Una sola ocasión lo vi dormitando dentro de su vehículo frente a su casa; al otro día me dijo que efectivamente se había emborrachado, pero últimamente, supe que con el menor motivo ingirió bebidas alcohólicas, aunque sin faltar a sus responsabilidades. El día del trágico accidente, dicen, había tomado unas cervezas.
Empero, todos tenemos una misión en la vida, como también nadie escapa a los designios divinos; en realidad nada es fortuito. Lino Hernández, con su partida, deja huella, deja enseñanza para la lucha social. Cuestión de continuar por los senderos que mostró. En dos ocasiones sufrió encarcelamiento. Primero a causa de la unidad deportiva de Apango, pues como síndico y representante legal del ayuntamiento, hubo de notificar a quienes habían sido expropiados y, en la segunda, debido a una figurada agresión al vehículo oficial del gobernador Ángel Aguirre Rivero, y aunque la denunciante abandonó de inmediato el proceso, Lino duró más de medio año encarcelado. Siempre solidario, surcó los aires para visitar en Francia a Ranferi Hernández Acevedo, autoexiliado hace dieciséis años en ese punto de Europa.
Siempre solidario, nos solidarizamos con sus hijos que en estos momentos sufren hondamente su ausencia. Descanse en Paz.

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