jueves, 27 de enero de 2011

Cultura/social


Don Juan Álvarez
Apolinar Castrejón Marino

Juán Álvarez nació en la población de Atoyac en la región costera del sur del país, que muchos años más tarde se llamaría Estado de Guerrero. Como sus padres gozaban de buena economía, lo mandaron a estudiar a la capital del país.
En aquel tiempo las cosas eran claras: solo estudiaban los que podían. Si los padres eran pobres, o los hijos tenían que trabajar desde pequeños para ayudar en el sostenimiento de la casa, pues simplemente no estudiaban.
Las familias vivían de los productos de la tierra y el campo, y no había esas leyes falsamente protectoras de que todos tienen el derecho de estudiar. En todos los tiempos estudiar cuesta, y los padres tienen que poder dar libertad y solvencia a los hijos para que vayan a la escuela.
Cuando Juán Álvarez tenía 17 años murió su padre y tuvo que regresarse a Atoyac para tomar posesión de la hacienda de Santa María Concepción que le dejó de herencia.
Cuando se inició la guerra por la independencia de México Juán Álvarez tenía 19 años, y ciertamente no se acostumbraba a vivir en una hacienda, al pendiente de los peones y los cultivos.
Así que cuando Don José María Morelos llegó a la población de Coyuca, cercana a Atoyac, y se enteró que la guerra venía extendiéndose por gran parte de del país, decidió integrarse a las fuerzas que luchaban contra el gobierno colonial explotador y opresor.
Cuando estuvo frente a Morelos, le ofreció apoyo como solo podían hacerlo los ricos: sus peones para soldados, su hacienda para descanso y su dinero para comprar armas. Como prueba de su dicho mandó fundir de inmediato un cañón con los herreros de la región, pero como no tenían experiencia en estos menesteres, no pudieron hacerlo grande. De todas formas el entregó a Morelos un cañón, que como era pequeño, le dijo que se llamaba «El Niño».
El Virrey distribuyó sus fuerzas militares en las principales ciudades del norte del país, donde había riqueza de las minas, de grandes extensiones de tierra para la agricultura y la ganadería, donde había comercio y servicios, dejando casi desprotegidas las regiones del sur, sin estructura carretera, ni ferroviaria, y que eran ancestralmente pobres.
Unas pequeñas guarniciones se habían apoderado de «El Veladero» en Acapulco y la pequeña población pacífica de Tixtla. Ahí mandó Morelos a combatir a Álvarez; lo cual más bien parecía un día de campo. Por su valiente desempeño en la lucha, Morelos le concedió el grado de capitán de inmediato.
Así participó en muchas campañas desde Acapulco hasta la región montañeza de Tlapa. Pero en el año de 1814, cuando se enteró que las fuerzas virreinales lo buscaban para asesinarlo, se fue a refugiar a lo más intrincado de la sierra de Atoyac, desde donde atacaba a «todo lo que se movía».
En 1821 Morelos avisó a todos sus efectivos que se reunieran en las cercanías del puerto de Acapulco para «echarle montón» al las fuerzas coloniales que mantenían en su poder la plaza más importante de esta región. Ahí si Juán Álvarez se tuvo que enfrentar a su suerte y las fuerzas insurgentes pudieron salir victoriosas. Morelos le concedió el grado de General.
El 27 de septiembre de 1821 se terminó la guerra de independencia, pero como Iturbide se «agandalló» el cargo de emperador, muchos militares se inconformaron. Álvarez se declaró en contra de Iturbide, y se unió a Vicente Guerrero, a quien no le cumplían lo que le prometieron en el «Abrazo de Acatempan» y andaba «bien girito».
Después de tantos enredos, Juán Álvarez consiguió lo suyo: el 27 octubre de 1849 se convirtió en el primer gobernador del Estado del Sur al que se empeñó en bautizar como Guerrero en honor de su compañero de armas y el 1° de octubre de 1855 Presidente de la República, cargo que tuvo que entregar ese mismo año, el 11 de diciembre.
Anduvo otros 2 años haciendo su lucha a favor del federalismo y apoyando a los gobiernos liberales, hasta que su saludo empezó a traicionarlo y tuvo que retirarse a la vida privada a su tierra natal. Murió el 21 de agosto de 1867 y en el año de 1922, sus restos fueron trasladados a la Rotonda de las Personas Ilustres, en la Ciudad de México. En la segunda etapa del Paseo de la Reforma de la Ciudad de México se encuentra una estatua de cuerpo completo, y su nombre está grabado con letras de oro en el Muro de Honor de la Cámara de Diputados.

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