lunes, 14 de febrero de 2011

PRINCIPAL DE PRIMERA PLANA

Ni justicia, ni dinero
no revivirá Blandino
Francisco Rangel.--»Nosotros no pedimos nada, ni justicia, ni dinero ¿para qué? Con eso no revivirá mi hijo, el destino lo puso así, nos tocó estar en el momento y lugar equivocado. Veníamos de comprar unos tacos, tras salir de una reunión en nuestro grupo de doble A, en donde Blandino ayudaba llevando a enfermos de alcoholismo. Le decían «El predicador» o «El Pastor» en la colonia, pues siempre hablaba con los que tomaban mucho para convencerlos de ir a la pláticas de nuestro grupo de Alcohólicos Anónimos».
Resignados los padres dolidos del joven, Blandino Jerónimo Moreno, conceden una entrevista exclusiva a La Crónica Vespertino de Chilpancingo, pero sin dejar de sentirse tristes por su ausencia a cinco días de que por desgracia una bala perdida, de una balacera entre sicarios y policías ministeriales mató a su hijo de 18 años ante sus ojos, pese a que corrieron el padre e hijo a refugiarse tras un auto en el piso, en donde fue alcanzado por una de las balas asesinas, mientras la madre y el otro hijo menor, que recibiera tres rozones de proyectiles de arma de fuego, alcanzaron a entrar a la tienda de autoservicio, espantados por el ruido de las armas.
Blandino Jerónimo Moreno, recibió un balazo, explica el contrariado padre, en medio de su dolor, de su impotencia ya que no pudo cubrirle con su cuerpo, pese a que lo intentara, ahí tirados en el suelo, junto a un carro blanco estacionado también baleado, fuera del Oxxo que se encuentra casi frente a la entrada de las instalaciones la feria del barrio de San Mateo, ya que iban de comprar los tacos junto a las canchas de fútbol, pero tanto el joven como su madre tuvieron antojo de un jugo y una botella de agua, por lo que al estar contando los pocos pesos que llevaban para completar la compra, se vieron sorprendidos por la tupida balacera, mientras el instinto de conservación les indicaba buscar el refugio más cercano para evitar ser heridos.
El destino pareciera que estuviera escrito, dice el padre del joven Blandino Jerónimo Moreno, ya que desde que venían en el taxi, el muchacho dijo que quería cenar unos tacos por lo que le avisaron al chófer que mejor los dejara por las canchas. Hicieron la compra de los tacos, pero no se los comieron ahí, pues Blandino quiso comerlos en su casa, por lo que caminaron y de pasada se pararon a comprar los refrescos, aunque no llevaban más que cinco pesos, pero la mamá tuvo también ganas de una botellita de agua fría y se pusieron a contar el escaso dinero que llevaban «para ver si les alcanzaba».
La familia es humilde ya que el padre es repartidor de garrafones de agua, en una camioneta, que por cierto le robaron un día antes de la tragedia.
Blandino Jerónimo Moreno, que cursaba por segunda vez el tercer año de preparatoria, pues no había sacado buenas calificaciones por una operación quirúrgica, que hizo que se atrasara, decidió cursar de nuevo el año, pues quería estudiar la carrera de licenciado en Derecho, con un mejor promedio para ser aceptado en la Universidad Autónoma de Guerrero.
Para pagar sus estudios trabajaba también como repartidos de garrafones de agua en «un diablito» en las casas cercanas a su domicilio en la calle Margarito Damián Vargas de la colonia Los Ángeles y a decir de los vecinos que lo conocían «no le hacía mal a nadie», pues además de trabajador y buen estudiante, ayudaba a las personas que habían caído en las redes del alcoholismo y que pululan por las calles y la cancha de esa colonia, para convencerlos de tratar de dejar de beber. Por eso le decían predicados o pastor.
Pero ese sueño quedó truncado por la bala perdida que le arrancó la vida en plena flor de su juventud.
Los que sus padres indignados, llorosos y destrozados de su alma han querido decir es que su joven hijo «no fue ejecutado» pues no era delincuente, ni debía nada por lo que debiera de ser asesinado, por lo que preguntan ¿por qué antes de publicar esas versiones en los periódicos o en el radio, averiguan bien y no manchan a mi hijo con esas afirmaciones sin ningún sustento?
Fue una desgracia, dice el progenitor. ¿Pero por qué le tocó a él que era bueno? Solo Dios sabe. Lo aceptan, pero no se conforman.
Ya está muerto, dicen sus padres, por eso no quisimos que se los llevaran los del SEMEFO, si ya sabíamos que lo habían matado de un balazo y no tenemos dinero para hacer gastos; tampoco presentamos denuncia ante las autoridades, eso requiere dinero que no tenemos; tampoco pedimos que nos indemnicen la Procuraduría, ni el gobierno estatal o del municipio. Tampoco nos ofrecieron ningún tipo de ayuda, ni para los gastos funerarios. Los únicos que nos apoyaron fueron los vecinos, los familiares, los amigos que nos dan consuelo, comprensión y vienen a rezar por el descanso, la paz de mi hijo muerto.
Además ¿para que queremos justicia – esa la hará Dios — o dinero, si con eso no podemos revivir a mi hijo? Pues no nos hacemos a la idea de que esté muerto y todavía lo sentimos cerca, en nuestra casa, en nuestra mente y en el corazón, que se niegan a creer lo que nos pasó martes, pasadas las 11 y media de la noche.
Las autoridades nada hicieron por evitar estas desgracias, ni por ayudar a las víctimas de una delincuencia mejor armada que ataca policías ministeriales y los deja heridos, sin importar la población que no tiene por qué ser «una daño colateral», de una guerra contra el narcotráfico o el crimen organizado, que es necesaria, pero deben de buscar de hacerla de otra manera dice sin rencor el padre de Blandino a quien nuevamente se le asoman en los ojos las lágrimas del dolor que siente, junto con su esposa y el único hijo que le queda, que es menor y tan parecido a Blandino, que por ahora acomodaba sillas para quienes vienes a sus rezos y le lloran frente a su casa a tan solo dos cuadras de donde lo mataron.