miércoles, 30 de marzo de 2011

CULTURAL/SOCIAL

Aforismos y bibliotecas


Apolinar Castrejón Marino


Primero el hombre hace la lectura, pero luego, la lectura hace al hombre. La lectura no puede medirse ni por la cantidad ni por la intensidad; ni por la calidad, ni por la profundidad; por lo cual los lectores no necesitan mentir. La lectura no es hereditaria, ni es inherente a las personas. Las gentes deciden adoptar la lectura por diferentes razones. Las personas pueden renunciar a la lectura por diferentes razones. Los que no son lectores se identifican por la afectación de sus miradas, pero no son culpables. Los que no son lectores tienen el deber de ser mejores, pero los que son lectores, son mejores. Ser mejor, no garantiza el éxito, pero no ser mejor no es un camino sin retorno al fracaso. Sabemos que en la antigüedad existieron bibliotecas muy importantes como la de Alejandría, la de Atenas y la de El Cairo, que contenían gran cantidad de rollos de pergaminos que hacían las veces de libros, que guardaban los conocimientos más importantes. Casi todas las civilizaciones de Europa tuvieron esos centros de sabiduría, y también las culturas de América se preocuparon por concentrar lo más preciado de su saber en fondos documentales tutelados por el gobierno. El libro es solo uno de los muchos vehículos que tiene la escritura y que se complementa con la lectura, como los periódicos y las revistas lo han sido durante mucho tiempo. Luego la lectura se trasladó al cine y la televisión donde se vistió de gala con imágenes, personajes y escenarios, y se combinó con melodías y sonidos. Vinieron las computadoras, los faxes, los videos, las fotocopiadoras y los teléfonos celulares, que se empeñaron en hacer evolucionar las artes de la palabra en claridad, economía y precisión: una hoja enviada por fax, debe equivaler a media hora de charla telefónica, y a una hora de conversación cara a cara. En México, el primer decreto para la creación de una Biblioteca Nacional se expidió el 24 de octubre de 1833, a iniciativa de los miembros de la Dirección General de Instrucción Pública, y auspiciada por el vicepresidente Valentín Gómez Farías y por el político José María Luis Mora. En tal decreto se le destinaba el edificio del Colegio de Santos y se designaba como su director a Manuel Eduardo de Gorostiza. Las pugnas políticas entre las facciones liberales y conservadoras impidieron el cumplimiento del mandato. Hasta que el Presidente Ignacio Comonfort suprimió la Real y Pontificia Universidad, con el decreto del 14 de septiembre de 1857 y dispuso que el edificio, los libros, fondos y demás bienes que le pertenecían fueran destinados a la formación de la Biblioteca Nacional. Los conflictos armados internos, impidieron nuevamente el cumplimiento de tal prescripción. José Mariano de Salas dio un paso importante para la creación de la Biblioteca Nacional, al emitir el decreto del 30 de noviembre de 1846, en el que se instituyó el "Depósito Legal", mediante el cual se obligaba a los impresores del Distrito Federal y los Territorios a enviar a la Biblioteca Nacional un ejemplar de todo lo publicado en sus talleres. El imperio de Maximiliano y los tropiezos de la segunda República retardaron la creación de la Biblioteca hasta que Don Benito Juárez emitió el decreto del 30 de noviembre de 1867, para establecerla sin demora en el templo de San Agustín, en el centro de la Ciudad de México y ordenó que, además de los libros designados para su formación en los decretos anteriores, se dispusiera de todos los que se hallaran en los antiguos conventos y la Catedral Metropolitana. Al fin la Biblioteca Nacional fue inaugurada el 2 de abril de 1884 y abrió sus puertas con 91 mil volúmenes, manuscritos, incunables (libros impresos en Europa en el siglo XV) e impresos novohispanos. Siempre ha representado muchos esfuerzos abrir bibliotecas, sin embargo en el siglo XXI han caído en el más preocupante desuso ¿Como sobrevivirán? Los eruditos de la biblioteconomía como Luis GARCÍA EJARQUE, en su libro Organización y funcionamiento de la biblioteca; Gastón LITTON, en su Administración de bibliotecas; y Beatriz CASA TIRAO, en su libro Bibliotecas y educación, no imaginaron la invasión de las computadoras, y no hay nada que puedan recomendar a las autoridades que se encargan de las bibliotecas. Solo queda una cosa, que las bibliotecas marchen al ritmo y altura de los ciudadanos del siglo XXI. Por lo que parece, en la actualidad se requiere la imbricación perfecta de La Biblioteca Tradicional, basada en el uso de materiales impresos, para la búsqueda de datos, fechas y nombres; con La Biblioteca Contemporánea que ofrezca materiales en formatos electrónicos, bases de datos y comunicación por medios satelitales: Editorial estatal, Muestras museográficas, Toponimia, Heráldica, Graffiti, Pinacoteca, Diplomados, Acreditación de estudios, Precios oficiales, Oficina de Turismo,Foros de desarrollo económico, Bolsa de trabajo, Anuncios clasificados, Tabuladores y salarios. Registro de autor, Museo de la belleza femenina, Aficiones y Hobbies, Programa Nacional de Evaluación, Clubes y organizaciones, Digitalización, GPS, Prevención de desastres, Centro de maestros, Observatorio astronómico, Objetos perdidos, Emisora de radio, Trabajo social y Centro de acopio.