martes, 5 de abril de 2011

CULTURAL/SOCIAL


Cosas de la lectura


Apolinar Castrejón Marino

En noviembre de 1884 en New Hampshire, Estados Unidos, los pobladores realizaron una protesta pública en contra del ferrocarril y el trasatlántico porque según ellos, amenazaban la existencia de la diligencia tirada por caballos, y el barco de vapor.

Quizá sea falso, que algunos años más tarde un individuo en el oeste, se puso con los brazos abiertos en medio de las vías férreas, exponiéndose a ser embestido por la locomotora del progreso. De verdad deseamos que sea solo un mito. Y también rogamos por que sea mentira la pretensión de algunas personas porque sigamos practicando la lectura como se hacía el siglo pasado.

Algunas organizaciones, satélites de instituciones inútiles, aspiran a que sigamos leyendo libros viejos de papel, como si no hubiera computadores, pantallas de todos los tamaños y de gran resolución, Internet o iPads. Con la misma intención espantan a los niños y jóvenes con discursos alarmistas de no lectura y de que el texto está amenazado “de muerte”.

Esos atarantados promotores de la lectura, falsos redentores, falsos culteranos y falsos lectores ¿Qué lectura querrán promover? La narrativa, el ensayo, la poesía, el drama, el género epistolar y las crónicas, ya no se producen. Los autores de hoy están escribiendo desaforadamente libros de auto superación, de dietas, de horóscopos y de computación.

Un principio de la física, afirma que “De la nada, nada sale”, lo cual bien puede aplicarse a esos oficiosos que andan por ahí “motivando” a la gente para que lea. La experiencia monda y lironda, nos indica que quien no es lector, no puede formar lectores. O como sentencia otro aforismo más mundano: “No se puede dar lo que no se tiene”.

Sucede que cuando queremos animar a alguien para que lea, es necesario hablar de libros, de autores y de personajes. No vale hablar de los beneficios de la lectura, sin que mencionemos a nuestro autor preferido o a nuestra obra favorita, o al menos, el libro que estamos leyendo.

Cuando hablamos de lectura, inexorablemente sale a relucir nuestro historial de lectores: cuando leímos tal obra, y en qué circunstancias. Nuestros interlocutores se dan cuenta de inmediato si nuestras palabras “a favor de la lectura” son auténticas, o solo una gota de agua más vertida en el océano.

En varias épocas del año, como un hormiguero, se alborotan los animadores de la lectura, emprendiendo campañas da acopio de libros, de maratones de lectura, del kilómetro de los libros y muchas otras ocurrencias.

Pero esos “programas” de “facilitación” de la lectura nunca han podido fructificar, por que salta a la vista que las y los participantes en todos los niveles, son unos mercenarios que obedecen órdenes y consignas fragmentarias… de mala gana.

Causan lástima esas mujerucas pintarrajeadas y “copetonas” que gracias a sus buenos oficios consiguieron una plaza o empleo, y como no sabían hacer nada, las colocaron en alguna “área de cultura”.

Ante la proximidad del día del libro tienen que acudir a reuniones y “juntas” para promover la lectura. Y como no es lo mismo leer TV Notas, Veintitantos y Vanidades, que leer a Octavio Paz, Carlos fuentes o Gabriel García Márquez, pues se duermen…y hasta roncan.