jueves, 30 de junio de 2011

CULTURAL/SOCIAL


Sexo en el siglo XXI
Apolinar Castrejón Marino
A propósito de las marchas y pronunciamientos por la diversidad sexual, que se realizan en las ciudades más grandes del país, nos parece necesario precisar algunos puntos.
Hasta donde sabemos, «Cada quien puede hacer de su vida un papalote», así que no vemos tanta necesidad de reclamar libertad.
«Queremos que no nos odien, ni nos peguen, ni nos discriminen», declaraba para la televisión uno de los participantes marchistas de la ciudad de México, ataviado con llamativo disfraz de ave.
Emilio Álvarez Icaza, ex comisionado de los derechos humanos de la Ciudad de México, se vio muy conmovido por las manifestaciones, y en un programa televisivo, «se lanzó» contra los machistas, declarando que «estamos hasta la madre» de crímenes motivados por la homofobia (parafraseando a Javier Sicilia).
También se acordó de un gobernador que se refirió a la homosexualidad diciendo que «le daba asquito» y le fue como al perico, porque lo puso como ejemplo de la intolerancia y la incomprensión. Entre otras cosas, dijo que muchos padres de familia son unos traumados trogloditas que frecuentemente les pegan a sus esposas y a sus hijos, y que cuando los hijos crecen «les parten su madre».
Así están las cosas en torno a la homosexualidad, el transexualismo, los transgéneros y los intergéneros: Tenga mucho cuidado. Debe tener en cuenta que la sociedad «ha evolucionado» y que no es lo mismo relacionarse ahora, que como lo hacían las personas siglos atrás. No se le vaya a ocurrir expresar su sentir real en torno de quienes tengan preferencias sexuales con las que usted no comulgue.
Todo está bien, tenemos criterio suficiente para no escandalizarnos de las preferencias sexuales y eróticas de las personas, y tenemos la tolerancia suficiente para permitir a cualquier persona, inclusive a nuestros amigos y familiares, mostrar su inclinación sexual, cualquiera que sea. Pero.
¿Qué les diremos a esos individuos aficionados a los bares y a las bebidas embriagantes, que luego de realizar una conquista con presunta dama suculenta y «buena onda», en el fragor de los escarceos más atrevidos, se enteraron que la dama tiene atributos sexuales masculinos?
Sus amigos se lo acabarán cuando se enteren que se estuvo besuqueando con otro hombre disfrazado de mujer. Y harán burlas sangrientas del momento cuando le agarró «aquello que les dije» ¿O no?
¿Qué les diremos a los padres de aquellos jovencitos que despertaron a la sexualidad con un hombre delicadito que los sedujo con golosinas, con juegos de video, o con dinero, abordándolos a la salida de la escuela, para llevárselo con engaños a su cubil?
Con una visión utilitarista podemos decir que muchas personas con tendencias sexuales diversas se dedican a oficios y servicios que tienen que ver con la estética, la cocina o la confección, y que prestan valiosas contribuciones a la sociedad. Eso es muy cierto, aunque a veces exageran ¿No? ¿Qué es eso de que cualquier «mariposita» es ya un experto en todo lo «fashion»?
Hace algunos años se manejaba el argumento de que en el mundo de los negocios, de la política y de la religión, suele haber «cabezas» de gran poder que financian y propician desde la penumbra el estilo gay. Tal argumento se basa en la evidencia diaria y palpable de que los ejecutivos de ahora tienen una apariencia delicada y refinada. Los conductores de televisión amanerados y bien metidos a los chismes de los artistas, tienen sus programas especiales y en horarios preferenciales.
También se manejaban argumentos de que grandes personajes del arte, de la literatura y la pintura fueron homosexuales: Desde el filósofo Sócrates hasta el escritor Carlos Monsiváis, pasando por la escritora George Sand, el novelista y teatrero Oscar Wilde, y el pintor Leonardo Da Vinci.
Lo único cierto es que la animadversión que pueda sentir la gente hacia las personas con gustos sexuales excéntricos, no va a cambiarse con marchas, ni modificando leyes. Muchos homosexuales viven «en el filo de la navaja» retando los «usos y costumbres» de la sociedad tradicionalista y retrógrada.
Y eso de que la sociedad evoluciona, es una falacia a la que el sociólogo Herbert Spencer refutó con su historia natural de las sociedad, en la cual dice que las sociedades cansadas y agotadas, entran a una fase de decadencia y luego sucumben ¿Será el caso de la nuestra?

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