jueves, 16 de junio de 2011

OPINIÓN

Aguirre: temple
y ecuanimidad
Edilberto Nava García

La aprobación de una ley que compromete gravemente los recursos pecunarios de entidades públicas ha desatado las manifestaciones de inconformidad en amplios sectores de la población, y es un germen que puede poner en riesgo la gobernabilidad en Guerrero. Seguramente hay otras alternativas, otras propuestas; no ceñirse a que el poder ejecutivo puede someter al legislativo y salirse con la suya, pues los diputados suelen doblarse al primer cañonazo.
Definitivamente, es síntoma del mal inicio del régimen aguirrista que bien puede evidenciar intereses tras bambalinas. Cierto, el gobierno atraviesa por severa crisis financiera, herencia del pasado sexenio, pero lejos de entregar los fondos públicos a la iniciativa privada, debiera el gobierno someter a consulta las propuestas de cómo soportar la crisis y apretarse el cinturón el gobierno mismo. Por principio de cuentas, en las altas esferas gubernamentales se continúa erogando en grande, pues los altos sueldos, compensaciones y la excesiva burocracia exprimen al erario, por lo que se presupuesta menos dinero para obras de desarrollo.
El régimen no debe reducir el número de empleados a su servicio, porque despedirlos o suspenderlos implicaría un mayor desembolso del gobierno en corto plazo. No olvidar, por ejemplo, que parte de la herencia maldita del régimen zeferinista referente a los trabajadores anda por el orden de los tres mil millones de pesos, los que deben pagarse a trabajadores despedidos por Zeferino, cuyas demandas perdió su gobierno en tribunales. Lo otro, es el pago mensual de intereses por la deuda pública, que dicen, rebasa los treinta millones de pesos mensuales.
Apretarse el cinturón no gusta a muchos, pero tal acción debiera iniciarla el propio gobernador, pues reduciendo un quince por ciento las percepciones de los altos funcionarios e igual porcentaje en gastos de operación de todo el aparato burocrático, se verá que el gobierno funciona, se conserva la gobernabilidad y de esa manera los recursos destinados a obras de infraestructura serán mayores.
Empero hay otra salvadora medida de austeridad. Cuando el sector público sufre crisis financiera, se puede hacer más con inteligencia, con audacia, precisamente porque es el sufrimiento el que impulsa a las personas a la tenacidad sin importarles la adversidad en que se actúa. Luego entonces, en vez de beneficiar a unos cuantos entregándoles casi todo el dinero público, es evidente que se propicia que algunos vivales hagan su agosto, se tornen en los nuevos ricos, ejecuten obras de mala calidad, mientras el grueso de la población se empobrece aún más. Ahora mismo estamos viendo en los municipios, en los cuales los alcaldes no dan obras a trabajadores de sus propios municipios, sino que interesadamente optan por pequeñas empresas, porque éstas les reportan el religioso diezmo. Con dicho proceder, las comunas propician el desempleo que reduce aún más las percepciones de los lugareños y consecuentemente su capacidad de compra.
El régimen debe impulsar la participación de la sociedad en obras de beneficio colectivo, así los vecinos, sean del medio urbano y rural aportan lo que tienen a su alcance, sea materiales de la región y mano de obra sobre todo. De esa manera los presupuestos son sólo para materiales industrializados y para pago de renta de maquinaria pesada. Desde luego, obras públicas hay en las que necesariamente participa la iniciativa privada.
En lo personal, entiendo al gobernador Aguirre Rivero, quien debe tener una respuesta no sólo al sector empresarial que lo presiona, sino a todos los guerrerenses. Sé que se requiere temple y ecuanimidad, pero, como decía un gobernante de antaño: sólo que me tiemblen las corvas no cumpliré mi palabra. ¿Acaso el gobernador se comprometió con los empresarios más de lo rigurosamente necesario? Cierto, en las altas esferas se juegan fuertes intereses económicos, de los que no es ajeno el gobernador, si por algo es lo que es, pero si está donde está, se debe al respaldo popular; y quienes le conocemos, de verdad, no queremos que ese respaldo se diluya o se esfume en tan breve tiempo.

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