jueves, 25 de agosto de 2011

COLABORACION

«No a la chatarra»
Apolinar Castrejón Marino

Muy sorprendidos han quedado muchos «amigas y amigos» de Felipe Calderón, pues el gobierno «ha descubierto» que la mayoría de los niños en la actualidad son gordos obesos.
El Instituto Nacional de Salud Pública afirma categóricamente que en las escuelas públicas existe un ambiente en el que prevalecen las golosinas y la «comida chatarra», lo cual provoca la obesidad. Según los realizados durante el ciclo escolar 2010-2011 entre los niños de 5 a 11 años de edad, el sobrepeso subió de 11.5% a 16.5%, y la obesidad se duplicó pasando de 4.5% a 9.4%.
Buscando un instrumento para hacer frente a la gordura de los niños, Felipe recordó que tenía en la Secretaría de Educación Pública a Alonso Lujambio, que anda «calentándose» con eso de conseguir la candidatura de su partido para la Presidencia de la República.
Además Felipe se aprestó a imponer su fuerza política e influencia en el Senado de la República, y en menos que se los cuento, logró que se emitieran leyes para prohibir la venta de frituras industrializadas a los niños en las escuelas. En tiempo récord estuvo lista la instrumentación de reglamentos y mecanismos para regular el consumo de papas y refrescos. Y ahí es donde se atoró la cuestión.
Partiendo del principio de que las escuelas son centros educativos y que la alimentación que proporcionan forma parte de esa educación, la mayor parte de países desarrollados han establecido criterios nutricionales para los alimentos que se sirven y venden en las escuelas, obligando a las empresas a moderar la venta e incluir en un lugar visible del empaque la leyenda de los contenidos nutritivos.
En México, por el contrario la Secretaría de Educación Pública (SEP), años atrás hizo un «pacto con el diablo» al permitir que las compañías refresqueras se hicieran cargo de algunas de sus obligaciones, con programas compensatorios como «Vive Saludable» «Escuelas de Pepsico» y «Movimiento Bienestar de Coca-Cola»; y después ya no pudo evitar la proliferación de sus productos. Se le olvidó que nadie da nada gratis, menos las empresas, y además eran autoridades priístas.
Según estudios realizados por el Instituto Nacional de Salud Pública y el Instituto Nacional de la Nutrición, durante el tiempo de recreo los niños consumen una cantidad de calorías superiores a la recomendable, debido al tipo de alimentos y bebidas que se venden en las cooperativas escolares. Estos datos «cruzados» con los de la Secretaría de Salud, revelan que mil niños desarrollan cada año diabetes tipo II, enfermedad relacionada con el sobrepeso y la obesidad.
Toda verdad sea dicha, hablando de comida chatarra son las mamás quienes atiborran de porquerías a sus hijos. Los niños se comen una bolsa de papas fritas y un refresco en la escuela, porque no hay quien les sirva un platillo más saludable, pero se espera que al llegar a su casa las mamás les tengan un plato de sopa y algún platillo balanceado.
La realidad es que las madres al empezar el día, en lugar de prepararles un atole o chocolate o té caliente y se los den con un pan o galletas, les meten como desayuno un bote de yogur o un vaso de ese asqueroso líquido blanco que viene en envases de cartón. Acaso ignoren que nuestro organismo es un cuerpo caliente, que obtiene ese calor de los alimentos que consumimos, y que esas cosas refrigeradas son en extremo perjudiciales para nuestros intestinos.
Otra cosa igual de despreciable que hacen las atarantadas madres de las ciudades es que dan a sus hijos, productos poco recomendables: Usted ha oído que les dan avena, y eso en los pueblos y en los ranchos es para los caballos y las vacas; creen alimentar bien a sus cachorros dándoles «cereales» industrializados, quizá porque ignoran que el maíz, el arroz y el trigo, son cereales que siempre hemos comido. El colmo es que haya madres que den a sus hijos esas ligas de plástico hervidas, a las que llaman sopas «maruchan».

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