miércoles, 28 de septiembre de 2011

COLABORACION

¿Quién mató a Los zetas?

Esteban Mendoza Ramos

La cara de la muerte es extraña a veces. Cuando un cadáver aparece sin cabeza, descuartizado o despedazado a balazos, todos concluimos con rapidez: «fueron los sicarios», adjetivo de moda para nombrar a criminales desalmados, capaces de descuartizar a su propia madre, si por eso les pagaran.
En Boca del Río, Veracruz, ha sucedido algo fuera de lo común: un multihomicidio atípico. Aparecieron como por arte de magia, porque nadie sabe, nadie supo nada, 35 cadáveres en una zona de alto desarrollo económico y próximo escenario de la Reunión Nacional de Procuradores y Presidentes de Tribunales de Justicia, como una forma de enviar un –hasta el momento- indescifrable mensaje a todos estos personajes, cuya función ha quedado en entredicho por omisión, corrupción o ineficiencia.
La pregunta importante es ¿quién y por qué mató al manojo de zetas? La sospecha ronda por todos lados. El gobierno de Veracruz afirma que se trató de un episodio más de la guerra entre carteles de la droga y se apresuró a decir que todos los asesinados tenían antecedentes penales, como una rara manera de intentar tranquilizar a la población. «No se preocupen, sí son muchos muertos, pero se trata de asesinos, extorsionadores, narcomenudistas, secuestradores», fue el mensaje no escrito del Gobernador de Veracruz.
Lo interesante del asunto apenas comienza. Es difícil creer lo del «ajuste de cuentas» entre bandas del crimen organizado, porque Los Zetas se han caracterizado por tener una infraestructura de vigilancia férrea en las plazas que controlan, por lo que de haber llegado un grupo contrario al puerto jarocho, seguramente sus «halcones» los hubieran detectado y el resultado sería una batalla campal para defender su área de control. No fue así. Da la impresión de que a todos los muertitos los agarraron sentaditos en su casa, o que se trató de una fuerza muy superior y capacitada, que no pudieron defenderse, ni tampoco huir.
En un contexto más amplio debemos determinar que -siguiendo la línea deductiva del periodista Raymundo Rivapalacio- con quién los zetas traen una guerra a muerte en Veracruz es con La Marina Armada de México. Hace unos cuantos días La Marina desmanteló una red de comunicación alterna de los zetas, que incluyó el decomiso de tractocamiones, antenas, fuentes de poder, droga, armas, así como la detención de varios de sus principales líderes. Fue un buen golpe, propinado con furia, porque antes los criminales habían matado de manera cruel a cinco integrantes de la Marina.
¿Por qué el procurador veracruzano se apresuró a señalar como delincuentes a todos los muertos, sin tener la identificación plena de todos ellos?, o el procurador padece de exceso de eficiencia, o sabía que alguien iba a perpetrar este hecho. La duda persiste porque hasta ahora no han sido entregados los videos de las cámaras de seguridad de la policía municipal, pero además, extraoficialmente se sabe que los cuerpos fueron abandonados en un punto «ciego» de esas cámaras, debajo de un paso a desnivel. ¿quién conoce con certeza esos inalcanzables ángulos de vigilancia y quién tiene acceso a la información de antecedentes penales de los individuos, a través de Plataforma México?
Otro aspecto que desvirtúa la versión oficial. Para detener y asesinar a los 35 zetas fue necesaria la intervención de por lo menos 70 individuos armados –dos por cabeza-, que con los detenidos serían 105 seres humanos, moviéndose por el puerto, en un mínimo de 15 vehículos. Resulta impensable que un contingente tan numeroso no hubiese sido detectado por malos o buenos. Luego entonces, la línea de investigación del caso debe comenzar por los cuerpos de seguridad oficiales.
La forma de darles muerte a estas personas tiene características especiales. Éste aspecto deberá considerarse para realizar unas pesquisas profesionales, que den como resultado el esclarecimiento total de los hechos, porque no importa si son delincuentes o no, lo cierto es que fueron asesinados de manera premeditada y alevosa, por lo que se trata de un delito grave.
Una fuerza misteriosa comenzó a cazar «halcones» para no despertar a las fieras. Con un apretón de nariz, estos animalitos fueron dando ubicaciones de sus jefes. Los hombres de negro reunieron su botín poco a poco, y se dirigieron al mar. En la noche negra y el océano como vigía, inició la ejecución. Con manos diestras se les colocó alrededor del cuello una cuerda mortal. Sólo bastó un profesional tirón para que el oxígeno dejara de inflar los pulmones. Una vez cumplida la misión zeta, les ataron las manos y los pies a los cuerpos, con simetría y pulcritud. Todas las puntas de los nudos son del mismo tamaño y la atadura debe también tener algo peculiar.

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