viernes, 9 de septiembre de 2011

COLUMNA

La Jaula de Dios

Jesús Pintor Alegre

¿Qué sensación experimentaría una persona si de ganar 2 mil 500 pesos a la quincena, saltara a ganar todo lo que le diera la gana?, y «todo lo que le diera la gana» significa estrictamente eso, un cobro que duró tres años, para empezar… ese fue el caso de un triste maestro de la medianía, que llegó a la comunidad totolapense de Real de Tepantitlán, sin más aspiraciones que poder cobrar su salario del magisterio.
Hoy
En caja encontró una cantidad de poco más de 5 millones de pesos. Como alcalde entrante y la ayuda de Chavarría, Torres García logró congelar las cuentas municipales, e hizo con ese dinero lo que le vino en gana, para gastarlo en las frivolidades que le vinieron a la mente.
Su paso por la alcaldía fue desafortunado, como la cancha de basquetbol de Plan Verde, o la red de agua potable de Valle Luz, en ambos casos, se burló de la gente. En el caso de la cancha que la reportó como terminada, no era sino de tableros de madera y piso de tierra; el agua de Valle Luz jamás se realizó, y el costo de aproximados 2 millones de pesos, se fueron por otra ruta, podríamos decir que al bolsillo del chavarrista.
No hay un solo recuerdo digno de comentarse de este personaje, que llegó a aprovecharse de la buena voluntad ciudadana, se carcajeó con esas ganas que desmoronan la fortaleza de montañas. Ofendió profundamente a la gente. Luego de la presidencia municipal, buscó la diputación federal, bajo el cobijo, otra vez, de Armando Chavarría.
En su búsqueda del cargo, se tropezó con un mal recuerdo: había dejado una niña a una mujer de Real de Tepantitlán, en su etapa de humilde profesor de primaria, hija a la que jamás había asistido económicamente, y la madre de la pequeña subsistió como Dios le dio a entender.
Entonces, ante el cuadro financiero del hombre: con 74 millones 600 mil pesos sin comprobar de acuerdo a reportes de la Auditoría General del Estado, y 131 obras inconclusas en Totolapan, la mujer lo denunció por incumplimiento de la asistencia familiar, bajo la idea de sensibilizar a Torres García.
Como el hombre ni se inmutó, se liberó la orden de aprehensión, y fue entonces cuando el profesor egresado de la normal de Ayotzinapa, brincó, y pidió la ayuda de su padrino político, pues la policía podía detenerlo al no contar con ese extraño don llamado «fuero».
Armando Chavarría, mostró su amor a la ciudadanía: mandó por un tubo el reclamo de la humilde señora, y le ayudó a su ahijado político, apagó la orden de aprehensión, y gracias al fenómeno López Obrador, Daniel Torres ganó la diputación federal. De la misma forma como el Peje hizo ganar a muchos perredistas otros, inclusive sin hacer campaña.
Así el Peje hizo ganar a David Jiménez Rumbo, quien se llenaba la boca al gritonear que le había ganado a Ángel Aguirre Rivero, al que poco tiempo después le tuvo que besar la mano y ahora hasta es su patrón; también Andrés Manuel hizo ganar a Marcos Matías Alonso, un desconocido que se encimó al padre del fertilizante gratuito, Héctor Vicario Castrejón.
Los mencionados y muchos otros, al rato traicionaron a López Obrador, y se hicieron Chuchos, para fortalecer los caprichos de Felipe Calderón Hinojosa, quien el Peje lo señalaba como ladrón al haberle robado la presidencia, y que para legitimarse, el panista inventó su guerrita, que ahora tiene de cabeza al país.
En el grupo de los traidores al Peje, se encontraba precisamente Daniel Torres, con un paso gris en el congreso federal, ese mismo que ahora se siente con calidad moral para criticar las acciones de funcionarios, y lo peor del caso es que hay supuestos periodistas que recogen sus declaraciones, como si hubieran logrado una profunda investigación.
Es cierto lo que dice el columnista Euclides Acuña, cuando explica que hay un fenómeno risible en esta simbiosis entre político y periodista que se llama «declarationitis». Donde se puede hablar de esto y lo otro, declarar hasta porque hace mucha calor o porque llueve agua que moja, o porque la oscuridad total no existe.
Allí el punto, se afirma por otro lado que para tener una boca grande, se debe tener la cola corta, una virtud que no se observa en este triste personaje, que sigue cobijado por el espíritu de Chavarría, pues el héroe insurgente pos revolucionario y hasta mesías de cartón, David Jiménez Rumbo, tiene a Daniel Torres en un carguito intrascendente en Chilpancingo, donde no pasa corriente ni aporta nada, sólo está allí para no morir políticamente, y también para soltar la lengua cuando una grabadora se enciende.
hablaremos de Daniel Torres García, hombre de supuesta izquierda, que al llegar a la presidencia municipal de San Miguel Totolapan en la Tierra Caliente, terminó ofendiendo sobre manera a los lugareños. En un cuadro preparado por el destino, porque falleció el que le debería entregar: Bolívar Mendoza Duarte, el perredista entonces se sirvió con la cuchara grande, sin sombra de nadie, y con la protección del ex porro Armando Chavarría Barrera.

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