miércoles, 28 de septiembre de 2011

COLUMNA

De regreso


Felipe Zurita

El pasado fin de semana acompañé a varios amigos a una cantina. Quizás la palabra «cantina» es muy fuerte, es un bar nocturno, en la zona más lujosa de la capital donde todo capitalino cree que es parte del primer mundo. Porque encuentra estacionamiento y la zona casi está limpia y las tiendas hablan de rebajas por cierre de temporada.
Bueno el hecho es que llegué al lugar con el fin de encontrar algo novedoso, algo bonito que pudiera liberar mi estrés de toda la semana. Pero vaya sorpresa. El lugar atiburrado de gente, los meseros no se daban abasto, grandes depósitos de cerveza adornaban las mesas. Algunos otros con cervezas de botellita, algunos menos agraciados agua con tres gotitas de lubricante de alcohol.
Un grupo de amigos en una mesa de cuatro se convirtió para siete, seis de ellos varones y una dama. Que disfrutó de los placeres de cada uno de ellos. (no cogieron) sino que tomó de cada una de las copas de sus «amigos», la diminuta falda no presentó resistencia al rose de la energía de todos los que bailaron y acariciaron las piernas de quien era en ese monto el punto de atención.
En otro extremo, un grupo de amigos de la construcción y digo de la construcción porque hasta sus herramientas de «maistro albañil», llevaban, pero si pidieron una YARDA, que mas o menos representa cuatro cahuanas, servidas en un deposito con hielo. Ellos fueron como Fidel Castro, tomaron y se fueron.
Un par de amigas llegaron a la barra, cada una cerveza, se dieron un beso, hablaron algo con el cantinero, este las abrazo para después tomarles con la punta de los dedos el pezón de sus paraditas tetas, ellas lo abrazaron le dieron un beso que lavó sus dientes, «vaya sorpresa que lengua tan mas larga». Una de ellas se inclino para pasar por la parte de debajo de la barra, y minutos después volvió a salir. Para tomar a su amiga de la mano y marcharse.
Cada historia vista me llevó hasta las cuatro de la mañana, disfrutando de tan singular espectáculo de los capitalinos, primer mundistas. Pero yo, no podía desprenderme de mi realidad de ser parte de un país en vías de desarrollo o sea de los mas jodidos… durante todo el tiempo logré que una coca cola de lata me permitiera disfrutar de tan bello espectáculo.
Al despedirnos los amigos, alguien tuvo la fortuna de decir que cada quien pague lo que consumió, vaya sorpresa, no me sentí mal porque para una cosa de ocho pesos creo que si llevo… cual ocho pesos. 58 pesos, al tiempo y sin sabor porque era liht. En fin que la cuenta entre todos los amigos llegó a 5 mil 800 pesos, y es que solo tomaron cerveza de botellita y dos botellas que en Sam’s cuestan 180 pesos.
Sería importante que se regularizara el costo de las bebidas en los bares y discoquetes, claro para evitar excesos en el cobro, y bueno para los que no consumimos mucho poder disfrutar de los desfiguros de aquellas niñas y jóvenes que por un trajo de alcohol. Pueden hacer maravillas el sexo opuesto o con su mismo sexo. Para la próxima de REGRESO llevo más monedas para pagar cervezas y que me hagan algunas travesuras, al fin una noche loca de copas.

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