miércoles, 12 de octubre de 2011

COLABORACION

Todo abuso será castigado

Apolinar Castrejón Marino

En los vagones del «Metro» de la Ciudad de México, junto a la palanca de «emergencias» se aprecia la advertencia: «Todo Abuso será Castigado». En los elevadores, en las alarmas contra incendios y en las bandas transportadoras de equipaje del aeropuerto internacional, también aparece esta advertencia, y todo mundo sabe que se refiere a una prohibición expresa.
En el caso del Estado de Guerrero, cabe bien esta frase para describir algunas acciones que son causa y motivo de nuestros males de criminalidad. Esto, entendido por que según la 3ª Ley de Newton: A toda acción corresponde una reacción en igual magnitud y dirección pero de sentido opuesto.
Quizá usted recuerde que hace poco más de un año, los restauranteros y dueños de «centros de salud» (bares, discotecas y demás «despeñaderos») se negaron rotundamente a acatar la «Ley Seca» dictada por las autoridades municipales y federales. Muy orondos argumentaban que ellos no tienen por qué ceñirse a las «imposiciones» del gobierno, ya que sus clientes son extranjeros, no sujetos a las leyes mexicanas.
Ello era ocasionado por el desconocimiento de la Constitución Política, y el sentido común, pues toda persona que se encuentre en territorio nacional, forzosamente está sujeta a las leyes mexicanas.
Por ejemplo, un ciudadano extranjero que sea dueño de un título nobiliario, al pisar nuestro territorio, su título quedará sin efecto, pues en México no existen tales distinciones. Un ciudadano que sea esclavo en otro país, al entrar a nuestro territorio, se convierte en ciudadano libre, pues en México ha sido abolida la esclavitud.
Volviendo al caso de Acapulco, la desobediencia a las leyes del código civil y penal del Estado de Guerrero en materia de control de bebidas embriagantes, de transporte público, de mercados, de construcción y vivienda, de vía pública de armas de fuego, y de muchas otras, derivó en una anarquía generalizada.
En la actualidad, que los «antreros» han tenido que cerrar sus negocios, los choferes y «cobradores» que son asesinados como perros, los comerciantes callejeros que son extorsionados con el pago por «derecho de piso», los ricos que son «levantados» y asesinados, y los vagos que son reclutados a fuerzas por las mafias, no merecen compasión ni lástima.
¿No son capaces de encontrar una relación entre la anarquía creada durante muchos años, y el estado de criminalidad que parece no tener fin? Y esto aplica con todos. Los «maestros» siempre añoraron Acapulco para trabajar: cien por ciento de sobresueldo, abundancia de escuelas para conseguir «horas» de trabajo extra, trato preferencial para préstamos y vivienda. El paraíso. Pero se les olvidó que no hay paraíso sin serpiente, y en este caso se llama crimen organizado.
Las mujeres de la «vida galante», las que se dedican al «oficio más antiguo de la humanidad»; las prostitutas pues ¿No contribuyeron a recrear a Sodoma y Gomorra en Acapulco? Nadie tomó en cuenta que la sociedad no perdona, y que tarde o temprano, todo abuso es castigado: «Los carniceros de hoy serán los bueyes del mañana». Y ni las fuerzas federales, ni los operativos ordenados desde la presidencia pueden detener la mortandad de guerrerenses.

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