miércoles, 19 de octubre de 2011

COLUMNA

Cosmos

Héctor Contreras

Florencio Peralta Marroquín es un amigo a quien siempre admiré y respeté.
Me brindó su fina amistad desde hace muchos años, diría que desde hace unas cuatro décadas.
Nos conocimos en el establecimiento de don Fortunato «Nato» Morales. No tanto porque Florencio fuera cliente de «El Refugio», que así se llamó la popular la cantina de las calles de 5 de mayo, sino porque él vivía en uno de los cuartos adjuntos que rentaba con otros estudiantes que habían llegado a Chilpancingo con el fin de seguir estudiando.
Venía, me dijo, de la Costa Chica de Guerrero, de Igualapa, paisano del compositor Indalecio Ramírez, autor de aquella canción que popularizó Javier Solís y que dice más o menos así: «Aunque sigas viviendo, para mí ya estás muerta».
No necesité hacer ningún esfuerzo para hacerme amigo de Florencio porque tenía un carácter agradable, muy amistoso, platicón, anecdótico y se le veía siempre dominando una tranquilidad pasmosa, juvenil, y la sonrisa jamás se separó de la amabilidad con que saludaba a todo mundo.
De aquel primer encuentro recuerdo que le platiqué de mi participación en los Juegos Deportivos Pre-nacionales de Veracruz, de donde estuve transmitiendo para la estación de radio XELI el desarrollo de los mismos, bajo el patrocinio del Profesor Caritino Maldonado Pérez, que en esa época era el gobernador del estado de Guerrero.
Le hablé de mi sorpresa por la cantidad de medallas de oro que conquistó la nadadora acapulqueña Wendilin Pineda, a quien le hice una canción, como homenaje, y se la canté a mi amigo Florencio. Le gustó tanto que nunca se olvidó de ese detalle.
Pasaban meses, tal vez años y nos dejábamos de ver. Cuando nos encontrábamos por ahí abordábamos charlas amenas, sabrosas, llenas de detalles. Un día me dijo que se había casado con una muchacha muy bonita. Tiempo después me platicó del nacimiento de sus primeros hijos. Años después su hijita cumplió quince años, me invitó a la fiesta. Y años después aquella quinceañera había logrado terminar su carrera de Medicina. Florencio siempre se mostró feliz y agradecido de Dios y de la vida y muy orgulloso de su esposa y de sus hijos.
Trabajó en la oficina de Aguas Potables, que años después se convirtió en Capach. Por cierto, el día 30 de este mes y año: 30 de octubre de 2011, junto con otros de sus compañeros recibirían su constancia de jubilación, después de 30 años de trabajo en esa dependencia. Según me informan, fue uno de los pioneros del sindicato de trabajadores y él, en dos ocasiones, fue líder sindical.
Como empleado y amigo de los jefes, no de todos, me dijo alguna vez, ayudaba a la gente que acudía a él para que les hicieran descuentos de sus recibos por consumo de agua. Es decir, Florencio fue siempre solícito, servicial con sus amistades, atento a más no poder. Si había algún problema en algún domicilio por el surto de agua, hablaba con sus compañeros y brindaba su apoyo a quien acudía en buscarlo.
Cierta ocasión me invitó a su domicilio, por el rumbo de Las Torres. «Quiero obsequiarte un cuadro», me dijo y fuimos a su casa. Grata sorpresa. Me regaló una fotografía que él tomó del Señor de Igualapa. Es un Cristo que conservo con mucho cariño desde hace algunos años. Así era él: sencillo, amistoso y de una autenticidad poco imitable como ser humano.
Un medio día nos encontramos en el centro de la ciudad y nos pusimos a platicar. De hecho me hizo una entrevista y estuvo haciendo anotaciones de lo que le informé. No me dijo para qué quería los datos, pero se los di con el mayor de los gustos. Una tarde de septiembre de 2008 en que iba a presentar uno de mis libritos, me fue a saludar y me dijo: Quiero que me permitas decir unas palabras en el programa. Con mucho gusto, Florencio, le dije.
Y fue ahí donde leyó unos versos que me dedicó y donde narra lo que le informé acerca de mi trabajo, el de aquella ocasión que me entrevistó.
Hace poco me enteré que falleció en un malhadado accidente. Lo sepultaron hace unas horas y su muerte es de esas que producen mucho dolor. Se ha ido mi amigo Florencio Peralta Marroquín, y se ha ido, físicamente, para siempre, más su presencia grata, su espíritu generoso, su don de gentes y su nobleza quedan aquí, con sus amigos que lo apreciamos de corazón y lo valoramos.
Van estas líneas dedicadas con mucho respeto a sus seres queridos, a su familia toda, a su esposa y a sus hijos, a sus amigos y a sus paisanos, a sus compañeros de trabajo, a toda la gente que lo trató. Estoy seguro que al leer este espacio, no pocos dirán que me quedé corto en mis apreciaciones cuando hablo de mi amigo Florencio, y les concedo razón, porque ese hombre fue un Hombre de verdad que casi en silencio, sin aspavientos y sin pretensiones ni poses ajenas a su sencillez supo conquistar el corazón de quienes tuvimos la dicha de tratarlo.
Descansa en paz, Florencio Peralta Marriquín, y donde quiera que estés, que esté ahí presente el aprecio, el cariño, los afectos y la amistad que te profesamos y que tú conquistaste con mucha sencillez entre nosotros.

3 comentarios:

  1. EXCELENTE, YO TAMBIEN LO CONOCIA, LO TRATE, SIN SABER SU NOMBRE, Y SI ME CAIA BIEN. TENIA SU RISA NOBLE. DE ENTRADA, MOSTRABA HUMILDAD Y SINCERIDAD EN SU PERSONA. SUPE DE SU FALLECIMIENTO POR MEDIO DE LA PRENSA,PERO NO SABIA QUE SE TRATABA DE EL. LAMENTABLE PERDIDA. que bien hector que le dedicaste tiempo con tus lineas. CUIDATE.

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  2. Gracias don Héctor, por publicar algo para recordar a este gran hombre, que ojalá y el director de la CAPACH le haga un reconocimiento por su trabajo y porq ue aparte hizo varias poesias de como llego el agua a chilpancingo y a parte tenia un archivo historico de como llegó la primer agua entubada a la capital del estado... entre otras muchas cosas pero la muerte le hizo una mala jugada...a pocso dias de jubilarse...

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  3. Debo reconocer que esta muy bien hecho su comentario como todo lo que usted escribe, un hombre como èl merece màs, se quedo corto.

    Que donde quiera que este siga repartiendo generosidad.

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Muchas gracias por leer La Crónica, Vespertino de Chilpancingo, Realice su comentario.