jueves, 3 de noviembre de 2011

COLUMNA

La Jaula de Dios

Jesús Pintor Alegre

A rascarse con las propias uñas. Un rescate de la tradición del Día de Muertos, que luego de pasado el toro, se han dejado muchas dudas de su verdadera intención, o peor que eso: que haya sido real el rescate de la mexicanidad cada vez más alejada de nuestra tierra y nuestra gente.
Allí quedó la arenga de que México es de los mexicanos, así como América de los americanos, que no son sino los güeros pecosos o los negros que cuatrapean el español, esos héroes de todo, mesías de cartón y de la risa, que nos salvan a cada rato, que luchan contra alienígenas, o contra los temibles libaneses e israelitas, en un ritmo que confunde.
Meternos la idea de que es necesario el rescate de nuestras tradiciones, destella detrás de un grueso vidrio polarizado y con alto blindaje, pues todo se entorna en que esa mal llamada reactivación de la economía, como la verdadera intención de todo este juego del gobierno fantasmal.
La violencia acabó con la riqueza de las regiones, allí el ejemplo de la Tierra Caliente o Acapulco, que pese a las negativas de que esto nos sigue hundiendo, pues en todo caso ya la vamos librando, nos encierra en el mundo de Pinocho y su larga nariz de mentiroso, y que ya cuelga del gobierno del estado, encabezado por Ángel Aguirre Rivero.
Con hoteles en Acapulco atestados de seres evanescentes, con los que cuentan un 70 u 80 por ciento de ocupación, pero que el acapulqueño común, personificado en sus comerciantes, no los ven, y la pobreza los consume.
Las regiones se han llenado de nada, y dentro de su interior hueco, el gobierno nos dice que nada pasa, que ya vamos saliendo del problema, que en la región Norte, y en Iguala, los casos de violencia son aislados, que no debemos temer por las historias de la histeria masiva, pues no son sino leyendas de mentes calenturientas.
Sí, vamos saliendo, y de allí, una estrategia que los devora a cachos hasta a ellos mismos, los de la gente del poder, fáctico o político, da lo mismo, pues en este punto, el ex gobernador Rubén Figueroa Alcocer, nos dio una cátedra y despejó las dudas,
Nos dijo que su policía mató a 17 campesinos indefensos en 1995, y lo removieron de su cargo, pero que ahora es de lo más común ver montones de muertos, una justificación que nos enreda en la idea de que si el político es lo mismo que el delincuente, que no hay punto de división o que el político puede ser peor, en esa elipsis de Babel que engloba a su propia necedad.
Pasó el 1 y 2 de noviembre, ateos y amantes del Halloween, borrachos y profesores, políticos y matones, también descansaron, bajo el argumento de recordar a sus muertos, y que algunos, ya en la línea de tenerlo todo a mano, se siguen de frente para entrar a laborar, hasta el lunes.
En esta amalgama de mentiras, nos traen los cuentos de siempre: salvar a México, como insinuó el secretario de Asuntos Indígenas, Marcos Matías Alonso, quien pugnó por mantener las tradiciones, aunque pudieran modificarse.
De allí la falacia, la simulación del rescate de las tradiciones, que se ha traducido en tratar de reactivar la economía disparando los costos de artículos que todo el año se encuentran a precios bajos, allí la ayuda del gobierno: que el pueblo se rasque con sus propias uñas, no queda de otra.

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