lunes, 2 de enero de 2012

COLABORACION




2012 Año de la Lectura

Apolinar Castrejón Marino


Aquí estamos nuevamente, para compartir los asuntos más significativos de nuestra sociedad, y esperamos que en este año 2012 nos sigan favoreciendo con su atención. Desde luego, aprovechamos la ocasión para expresarles nuestros mejores deseos por el año que comienza, y que la fortuna y bienestar se mantengan en sus hogares.
Entrando en materia, vamos a mencionarles que a principios del mes de diciembre, en los medios electrónicos apareció el Calendario Escolar a que se sujetarán las escuelas mexicanas, y en él se destaca que el año 2012 ha sido declarado por la Secretaría de Educación Pública como Año de la Lectura.
¿Y esto qué significa? Bueno, que se ejecutarán diversas actividades y programas que fomenten el estudio, el uso del libro y de las bibliotecas. Queremos creer que se valorará el papel de los autores y escritores, que se hará referencia a las mejores obras escritas, y que se practicarán las diferentes modalidades de lectura.

Suponemos que las autoridades educativas y de cultura se afanarán en la organización de certámenes de lectura, festivales de libros, encuentros, congresos y jornadas de editoriales y de Bibliotecarios y Leer.
Hemos de mencionar no han faltado recursos económicos, humanos y materiales para la promoción de la lectura, pero hasta ahora no han dado los resultados necesarios para remontar el atraso de nuestras generaciones en formación. Porque es lamentable ver en cualquier acto público en el cual ponen a leer a algún niño o joven de cualquier edad, y lo hacen muuuy mal.
En los actos cívicos y en los programas en público de la Secretaría de Educación Pública o de los Estados, acostumbran recurrir a los alumnos de mayor aprovechamiento para que tengan alguna participación, para que conduzcan el programa o para que lean las fechas a conmemorar.
Los resultados son desastrosos, el niño o joven tartamudea, lee sin entonación y no acierta a pronunciar bien los nombres propios. Entonces, la percepción generalizada de los presentes es que no tiene idea de lo que está leyendo.
Y esto va también para los adultos, quienes no saben cómo se pronuncian nombres como Goethe, Nietzsche o Gibrán Jalil. Nuestros personajes nacionales no se escapan de la ofensa lastimosa de que nuestros estudiantes y aún sus maestros no saben cómo se escriben o se pronuncian sus nombres: Cuauhtémoc, Ignacio Zaragoza, y Juan Andrew Almazán.
«Años de esfuerzo educativo, de aventar dinero a raudales en bibliotecas, centros culturales, publicidad, cursos, campañas y ferias, premios y becas, ofertas y descuentos, clubes y talleres, mesas redondas y presentaciones… No queremos leer. No nos interesa. Al mexicano no le gusta leer». Así lo dice contundente el escritor Gabriel Zaíd.
«La mitad de los universitarios (cuatro millones) prácticamente no compra libros.» «En 53 años el número de librerías por millón de habitantes se ha reducido de 45 a 18. Es decir: a mayor esfuerzo educativo, menos lectores. Esto demuestra algo realmente inaudito: en México la clase ilustrada es aún más bruta que la clase iletrada».
Según el portal de Consejo Nacional Para la Cultura y las Artes, tenemos más de 52.5 millones de libros en las bibliotecas públicas del país. Y también sabemos que somos el país que produce más libros en toda América Latina, sin embargo, se considera que menos del 16% de los mexicanos no lee ni un solo libro al año.
Una encuesta publicada a principios de 2009, reveló que casi la mitad de los habitantes del D.F., es decir, el 46 .2 %, lee tan sólo 1 ó 2 libros al año, mientras que un 16.3 % no lee ninguno, 23.5 entre 3 y 5 libros, el 8.2 entre 6 y 10, 4.4% de 11 a 20 y solo 1.4 más de 20 libros.
Veremos qué logros se consiguen este año 2012 dedicado a la lectura. Para empezar, usted está leyendo estas modestas líneas, eso es bueno. Gracias.

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