miércoles, 8 de febrero de 2012

COLUMNA

Poder y política

Efraín Flores Maldonado

Poder y política son punto de partida. Política para alcanzar el poder y poder para actuar políticamente. Ambos conceptos se desarrollan en espacios concretos y en tiempos acotados.
 La política siempre es camino rumbo al poder. Los actores políticos se transforman; son distintos los roles de los buscadores del poder y los que desempeñan cuando alcanzan el gobierno. Como bien lo dice Robert Michels, «La historia se repite». Los opositores al poder, cuando logran el mando se vuelven oligarquía y aparecen entonces otros opositores que los critican e intentan derrocarlos. Tal hecho se repite eternamente, como si fuera una «Ley de hierro». Sin embargo, en todos los casos, los instintos del poder, sus actos- reflejo, son los mismos, conservarse, heredar el mando, evadir, atraer y eliminar opositores. Desde el poder se gestiona la paz y la conciliación como objetivos recurrentes, porque generan beneficios sociales y consolidan el poder vigente. Por eso es sorprendente que actores del poder en ocasiones se muestren carentes de ese instinto de conservación, de un sentido del cálculo para evitar poner en riesgo su posición política. La violencia legítima de la que habla Max Webber debe ser siempre ocasional, peo además dosificada, racional y estratégica. En el más extremo de los casos, como bien lo decía Bousset, el poder puede ser absoluto, pero no debe ser arbitrario. Eso precisamente fue lo que sucedió en el caso Ayotzinapa; un desafortunado y estúpido mal uso del poder; un claro abuso; más que intrepidez policiaca, fue estupidez política. Lo inaudito se transformó en ilícito; El culpable hace toda una trama para crear otros culpables y evitar que la mano de la ley lo alcance. Los guerrerenses estamos sorprendidos de mirar al frente del conflicto al gobernador Ángel Heladio Aguirre Rivero corriendo un riesgo innecesario; respondiendo por una desgracia que no ordenó ni autorizó y en la que nunca fue consultado. Todos creemos que ha llegado el momento de que se presente en la plaza pública el verdadero responsable de esta lamentable tragedia. No podemos seguirnos haciendo como el tío lolo si tenemos a la vista al verdadero culpable escondiéndose atrás de los pantalones del ejecutivo estatal. Es todo.

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