jueves, 1 de marzo de 2012

COLUMNA

De patitos a maestros

Apolinar Castrejón Marino

Los libros de «auto ayuda», los «motivadores profesionales» y los «cursillistas» institucionales, tiene algo en común: solo sirven para dos cosas. Se supone que todos queremos mejorar algo en nuestras vidas, y también es lógico que los patrones pretendan que sus explotados rindan más en cada jornada de trabajo.
 Mucha gente recurre a los libros de Carlos Cuauhtémoc Sánchez y otros similares para «triunfar en la vida».
Son de dar lástima esta gente que supone que tales autores les revelarán «el gran secreto» que los conducirán al éxito.
El único éxito de estos libros son sus grandes ventas, y que hacen ricos a los autores y editores. Hay «motivadores» que utilizan los recursos de la tecnología para hacer videos multimedia, otros hacen «presentaciones personales» y hasta hay quienes dictan «conferencias magistrales».

 Estos son menos inocuos porque no pasan de ser unos presumidos y pretenciosos. Son el equivalente de los sofistas de la antigua Grecia, si hemos de creer en los «Diálogos» de Platón.
Pero hay que estar muy alerta de ciertos merolicos que han hecho «carrera» impartiendo «cursos» a las personas, y en algunas instituciones, a cambio de una jugosa paga. «Smart» es una firma internacional que imparte «cursos» a gentes que no pudieron estudiar una buena carrera universitaria.
 Los pobres incautos que caen en esta red, gastan más dinero del que les costaría una licenciatura, y al avanzar en sus «estudios» les van llenado su cabecita con ideas rapaces y voraces, con frecuencia hasta inmorales. «Todo vale», dicen unos, «Este año me tengo que comprar mi camioneta, y ustedes me van a ayudar» exclaman otros.
Otro gran perjuicio, constituyen las enseñanzas que imparten esos «maestros diplomados» que son avalados por la Secretaría de Educación para que impartan «cursos» en los centros de trabajo, con la pretensión de que mejoren su desempeño y tengan mejores relaciones laborales.
Aquí la advertencia es que esos «maestros diplomados» son estudiantes que fueron «destripados» en las escuelas prestigiadas por «burros» y que luego ingresaron a algún instituto «patito» a estudiar alguna profesión fantasma.
Carecen de título y solo se amparan en diplomas con escaso valor curricular.
Gracias a la corrupción imperante, al compadrazgo y amiguismo que se han enseñoreado de las instituciones educativas, les cambiaron sus plazas de maestros de educación física, de conserjes y de trabajadores sociales por una de docente, a condición de que ellos sean quienes «propongan» algún plan o programa «actualizado».
Sus «cursos» son una delicia para los trabajadores «chambistas» de las oficinas, pues en lugar de hacer su trabajo los ponen a realizar unas «dinámicas» como si fuesen niños de preescolar: se saludan y «adivinan» sus gustos, se pintan la cara como un animalito y hacen sonidos como si fueran: conejitos, burritos, gatitos, etc.
Pero a los trabajadores responsables, que estudiaron en buenas escuelas y que son profesionales en su actividad, estos remedos de cursos son un insulto y una pérdida de tiempo que los distare de sus actividades.
 Coincidimos con ellos que quienes no tuvieron infancia, disfrutan enormemente andar jugando a «la gallinita ciega»….a los 40 años.
Definitivamente, la ética y la responsabilidad en el trabajo, solo se imparten en las buenas escuelas, las que tienen programas de estudio validados y evaluados por instancias competentes.
A un conjunto de «trabajadores» que ingresaron a la nómina gracias al tráfico de carne y de favores por una plaza, nadie podrá quitarles de la cabeza ciertas estrategias que le permiten «quedar bien» con el jefe, sin importar lo bien o mal que realicen su «chamba».
Exigimos a las autoridades el cumplimiento de la Ley de Profesiones, que señala claramente que toda persona que imparta clases, cursos o enseñanzas deba ostentar un título debidamente registrado, y que cada curso que se imparta sea debida y oportunamente acreditado por las autoridades competentes. Finalmente, se exige que los cursos sean evaluados por las autoridades respectivas.
Todo esto, si es verdad que los funcionarios pretenden abatir el rezago educativo, elevar la calidad de la educación y mejorar las condiciones de vida de nuestros compatriotas. De no ser así, también a nosotros nos gusta echarnos unos «tacos de lengua».

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