martes, 17 de abril de 2012

COLUMNA

La ruta de Peña Nieto

Apolinar Castrejón Marino

 El candidato a la Presidencia de México estuvo de paso por la Ciudad de Chilpancingo, Capital del estado de Guerrero, con lo cual se pusieron de manifiesto algunos detalles vitales que creíamos superados por el tiempo o la evolución.
Los habitantes del estado de Guerrero son tan pobres que son capaces de vender su dignidad. Seducidos por algún «regalo» se concentraron en la explanada central, frente al Ayuntamiento, para vitorear al político mexiquense.
Le dieron trato de personaje divino, ansiando tocarlo a traves de las vallas metálicas y escucharon atentos su mensaje de cambio, de esperanza y de bienestar. Escoltado impúdicamente por los caciques de la entidad, habló de progreso, de superar la pobreza y de buscar el mayor bienestar posible.
Guerrero es tierra de caciques, pero mientras en otro tiempo y otros lugares los caciques sirvieron de intermediarios entre las clases gobernantes y las comunidades, en esta región del sur del país, los caciques tomaron desde el principio el papel de la autoridad, por la fuerza.

La tarde del viernes 13 de abril, era de dar pena, ver tanta gente soportando las inclemencias de la naturaleza como el calor, el viento y el apretujamiento. Se puso de manifiesto que definitivamente no hay clases sociales, pues aunque algunos llevaban sus buenas ropitas, su actitud era de mendigos, de pedinches y de «borregos».
Muy emocionados recibían sus playeras de pésima calidad, con enormes e insultantes estampados con el logotipo de Partido Revolucionario Institucional (PRI), y la carota del político. Tomaban fotos con su teléfono celular, para conservar el rostro bonito del candidato.
Algunos esperaban el momento en que les darían su agua embotellada y quizá un emparedado o fruta. La Constitución Mexicana impide la alienación, como una previsión contra la esclavitud, pero de no ser así, los caciques del estado de Guerrero estarían dispuestos a pagar algunos miles de pesos para comprar esclavos. Y muchos ciudadanos guerrerenses estarían dispuestos a vender su libertad.
La fuerza de los caciques se basó desde el principio en rodearse de peones que contrataban para funciones «especiales»: les pagaban mejores sueldos que a los agricultores, les proporcionaban armas y cabalgaduras, y con ello aseguraban su «fidelidad».
El dinero también fue la fuerza con que los caciques seducían y tendían trampas a los pobladores pobres que requerían solventar alguna emergencia económica.
En poco tiempo, se apoderaron de las mejores tierras, de los surtidores de agua y de los mejores pastizales. Mientras porsperaban sus cultivos y se multiplicaban sus ganados, la población empobrecía, condenada a vivir en tiérras estériles, sin suministro de agua.
En las ciudades, también se apoderaron de los predios céntricos, que fueron los primeros en tener servicios urbanos y seguridad. Cuando se hicieron amigos y cómplices de los ministros religiosos, los caciques aseguraron su bienestar en este mundo… y en el otro. Cuando vinieron los conflictos de independencia y de revolución, los caciques tenían suficiente márgen de acción para pasar de un bando al otro, siempre con el vencedor.
Y después de muchos años, nada de esto ha cambiando: los caciques siguen siendo amos y señores. Y ya ni siquiera tienen que contratar peones para su seguridad, pues ahora utilizan a la policía y al ejército para cuidar sus intereses.
 Continúan apoderándose por la fuerza de cuanto terreno rural o urbano se les antoje, con la complicidad de las «autoridades» en turno.
Ahí estaban los Figueroa, caciques dueños de los mejores terrenos en cualquier parte del Estado, que deciden quienes serán presidentes municipales, diputados y gobernadores. Dueños de gran cantidad de conceciones de transporte colectivo y de carga.
La gente creé que los tráilers de Transportes Figueroa que circularon por mucho tiempo como único medio de transporte de carga, venían de México cargados de abarrotes y comestibles, y regresaban llenos de droga.
Desde luego que esto no es cierto, por que de ser así, también sería cierto que en las campañas políticas hay mucho dinero del narcotráfico.
También estaba René Juárez Cisneros, con todo su «carisma». Fue gobernador pero eso no pidió que sus hermanas se vieran envueltas en escándalos por despojo de tierras y casas en Acapulco.
Aunque las denuncias estuvieron bien documentadas, no hubo demandas que prosperaran en su contra, porque para eso es el poder.
Muy sonriente estaba Claudia Ruiz Salinas, hija de otro cacique, que aunque fue asesinado el 28 de septiembre de 1994, su familia se ha adueñado de muchos cargos en el gobierno local y a nivel nacional.
Con esta caterva de roedores ¿Será posible un México diferente? ¿Cree usted que cambiará la situación de los mexicanos?

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