martes, 29 de mayo de 2012

PRIMERA PLANA

Cosmos


Lalo Bello…Bohemio


En la primavera del 2011 entrevistamos en su domicilio a la Maestra Edith Bello Nájera, hija de nuestro gran amigo y vecino Lalo Bello, bohemio chilpancingueño como pocos y a quien hace años perdimos para siempre.
Esta vez hemos llegado a la casa de la familia Bello Nájera, en las calles de Altamirano para dialogar con la distinguida maestra universitaria, Edith, acerca de su señor padre. A ella tenemos el gusto de conocerla desde siempre, atenta y generosa.
-Muchas gracias Maestra Edith por recibirme esta tarde de marzo aquí en su domicilio.
«Muchas gracias también a usted, Héctor, que hemos sido vecinos de toda la vida, me da gusto estar con usted compartiendo esta charla y sea bienvenido, esta es su casa.
-Muchas gracias. Usted proviene de dos familias muy queridas en Chilpancingo, tanto por don Telmo Nájera, que fue su abuelito, como por don Joaquín Bello, abuelito paterno. Dos familias muy conocidas. Su mamá una mujer muy bonita que casó con Lalo Bello, el popular Lalo Bello quien cultivó la amistad de toda la gente, un hombre muy querido, un artista. El tocaba piano, guitarra, cantaba, fue un bohemio. Un gran bohemio. ¿Qué me puede platicar de su papá?
«Voy a iniciar esta charla comentando que mi papá fue originario de Tixtla. Este año 2011 cumpliría 80 años. Nació en 1930 de una familia muy conocida en Tixtla. No sé si a los quince años se vino a vivir a Chilpancingo. Mi abuelo, trabajaba la herrería, ponía las herraduras de los caballos y hacía machetes y utensilios de campo de labranza con su fragua, con sus utensilios de herrería. Vino a poner un taller aquí a Chilpancingo y llegaron primeramente a un local rentado, y al poco tiempo y debido a que mi abuelo era muy buen herrero, compraron este terreno donde usted está en este momento, toda esta esquina, y puso su taller en forma, y ahí inició la vida un poco cómoda para ellos, un poco mejor que la que tenían en Tixtla.
Me contaba mi papá que entregaban cientos de machetes en Chilapa y Tixtla. De lugares circunvecinos los venían a traer. Mi papá, cuando fue jovencito le motivó el irse, como a todos los jóvenes, a estudiar a la ciudad de México. Y se fue a terminar la Prevocacional, que es la secundaria actual y después entró a la Vocacional número 4 del Instituto Politécnico, donde iba con el propósito de estudiar medicina. Después, por circunstancias del destino se cambió a ingeniería y bueno, surgieron algunos problemas, pero desde que él era joven le gustó tocar la guitarra, porque veía a mi abuelo tocar la guitarra. Mi abuelito componía canciones campiranas; entonces, le gustaba mucho escuchar a su papá y dijo que un día comenzó a tocar la guitarra. Cuando él estuvo en México comenzó a formar un trío, el Trío Carabalí, no recuerdo, con sus primos y con amigos de Chilpancingo y se hicieron muy famosos en uno de los dormitorios de la vocacional del Poli. Y así empezó, jugando empezó con su trío a llevar serenata y después tocando en festivales de la vocacional y regresó a Chilpancingo por problemas económicos. Mi abuelo viajó a Estados Unidos a trabajar como bracero y mi abuela quedó sola, en México, con mi papá y con su hermana y se vinieron a Chilpancingo. Mi papá se puso al frente del taller que había dejado mi abuelo abandonado, digamos. Entonces él vino, se inscribió en la Escuela de Ingeniería de la Universidad Autónoma de Guerrero, pero además atendía el taller de herrería, así estuvo unos años. Fue muy famoso porque traía una moto. Fue muy famoso porque trepaba a las muchachas a la moto. Me acuerdo mucho que la hija del gobernador Darío Arrieta, la señora Dora, actualmente una gran dama que ya no vive en Chilpancingo, se trepaba a la moto y la cargaba por todo Chilpancingo, y era muy famoso porque cargaba a la hija del gobernado trepada en la moto. Esa fue parte de su juventud. Él seguía trabajando, hasta que por azares del destino, con otro tío, de Tixtla, ya finado, mi tío Héctor Astudillo Bello, le presentó a mi mamá en una fiesta, porque mi tío pretendía a la actual esposa de él, que es tía de mi mamá, la señora Carmelita, mi tía Carmen Flores. Entonces, por ahí en una fiesta, en donde pretendía conquistar a mi tía salió también conquistada mi mamá y se conocieron. Mi mamá recién había regresado de la ciudad de México, fue a hacer una carrerita que en ese entonces se le llamaba carrera Secretarial, ella fue a estudiar taquimecanografía a la ciudad de México, terminó y se vino. Empezó a trabajar en el Tribunal Superior de Justicia y la enamoraron las serenatas que mi papá le llevó muchas veces y siempre fue un buen cantante, y después se convirtió en un gran bohemio, en un maestro de la música. Varios de nosotros heredamos el gusto por la música. Actualmente dos de sus nietos están estudiando música, mi hijo Pablo y mi hijo Julio que está en México en una escuela de música. Mi papá, realmente, yo creo que su vocación era ser músico. Esa era su vocación, porque le dedicaba tiempo a todo lo demás, pero fundamen talmente la música que era parte de su vida. El escuchaba música de todo tipo. Eso yo le logré apreciar a mi papá que igualmente escuchaba algún corrido, porque mi abuelo Telmo fue zapatista, el papá de mi mamá, y tenía sus corridos zapatistas y sus corridos de la revolución. Le regalaba a mi papá discos. Recuerdo que a mi papá le encantaba de repente ponerse a escuchar corridos, igualmente música instrumental y música clásica también. Tenía discos de países, por ahí hay dos o tres discos de las islas de Tahití, música hawaiana, le encantaba escuchar esa música y todo tipo de música mexicana. No le gustaban algunos cantantes, José-José y el Pirulí, no le gustaban, y algunos, pero los cantantes folclóricos eran de su preferencia. Compuso uno que otro poema pero nunca lo musicalizó. Lo que él hacía era arreglar a su manera, con su propio estilo musical. Arreglaba alguna canción y la cantaba a su manera. Le ponía, le quitaba armonía, melodías y la letra siempre la respetó. Nunca cambió la letra de las canciones de los autores que siempre cantaba, como Cheque Cisneros, Juan Bello Vargas, Pancho Padilla que incluso fueron amigos de mi papá, que convivió con ellos. Recuerdo muchas tardes de bohemia, noches de bohemia, de bohemia auténtica, porque una cosa es la copa de repente con los amigos, estar platicando, y otras cosa es una noche bohemia donde canta uno, canta el otro, tipos de canciones diferentes, lo mismo vernáculas que canciones poéticas, románticas, de tríos, boleros y nosotros escuchábamos cómo a mi papá le gustaba mucho eso y estar con gente importante que ahora forma parte de las tradiciones y costumbres musicales de nuestro pueblo chilpancingueño y guerrerense».
-En don Joaquín Bello encontramos a todo un señorón del corrido guerrerense tanto en la composición propia como también en la interpretación de muchos corridos antiguos. Recuerdo que lo escuché cantar en Tixtla en un encuentro de corridistas.
«Efectivamente. Mi abuelo nos platicaba que cuando era muy chiquillo, doce o trece años de edad, un tío se lo llevó a trabajar a Acapulco, al muelle. Y que ahí llegaban barcos nacionales y de muchos países, y él ahí escuchaba los corridos y anotaba las letras de las canciones y se las aprendía. Y empezó a componer desde muy joven uno que otro corrido. Después regresó a Tixtla pero ya traía una buena cantidad de corridos que no eran de él, pero también corridos que él empezaba a componer, y en Tixtla precisamente lo conocieron mucho por los corridos que él cantaba y que algunos de ellos llegaron a ser históricos. Yo no recuerdo exactamente ahorita todos los corridos que él cantaba, pero sí recuerdo que nos sentaba aquí en el taller y nos cantaba corridos, puros corridos y canciones de aquel tiempo de la revolución. Recuerdo que cantaba el Lucero de las noches que dijo un soldado al pie de la ventana, por ahí va la canción más o menos: adiós, adiós… no sé si conozca ese corrido muy bonito que él cantaba y otros muchos más, y nos ponía a cantar ahí en el taller, mientras cenábamos él cantaba corridos y componía y nos cantaba los corridos que componía. Cuando él falleció, mi tía vino y sacó todas las cosas que eran de mi abuelo, y se llevó varios álbumes donde él tenía las letras pasadas a máquina de sus corridos. Yo se los pedí a mi tía, si me daba la copia, pero hasta la fecha no me ha dado ninguna copia. Yo escucho nada más algunas canciones por ahí, porque ya en You tube, en internet ya hay unos corridos viejísimos, que si los llego a encontrar por ahí, me acuerdo y digo: estos los cantaba mi abuelo, pero los de su propia inspiración están guardados».
-¿Cuál fue el nombre de la Mamá de Lalo bello?
«Mi abuela se llamó Silveria Marino Cortés, ella también originaria de Tixtla. Fue hija de un escribano, Maximiano Marino y fue conocido en Tixtla como un gran escribano, tenía una letra muy bonita. Mi abuelo Joaquín guardaba de su suegro algunos escritos muy bonitos que estaban como en un pergamino de piel, lo guardaba celosamente mí abuelo, yo me imagino que los tiene mi tía Tere porque ella es la que se llevó sus cosas. Mi abuela conoció a mi abuelito Joaquín en Tixtla, lo conoció en circunstancias de fiesta, de una virgen, nos comentaba. Se enamoraron, se casaron y solamente tuvieron dos hijos: Mi papá y mi tía Tere que actualmente vive en Cuernavaca. Mi abuelita Silveria siempre se dedicó al hogar, ella no tuvo otra actividad y vivió hasta los 102 años. Murió hace un año, en febrero: El 12 de febrero de 2010 falleció, bien lúcida. Nunca perdió la lucidez, y aunque ya no veía bien, los ojitos chiquititos pero decía: ¿quién eres? Y me acercaba. Y cuando murió mi papá fue un drama, fue un cuadro muy triste porque la viejita llegó en su silla de ruedas y se paró en su sillita, quería ver a su hijo, fue algo muy doloroso, fue un momento en que todo mundo lloró viendo a la viejita cómo se acercaba y le decía: Hijo, no te vayas. Muy triste, pero bueno, hay cosas que uno tiene que superar y ella lo fue superando poco a poco y siempre decía, después que falleció mi papá, decía: algún día lo voy a volver a ver. Y siempre estaba con eso».
-Lalo, ¿cuándo murió, a qué edad falleció?
«Mi papá falleció a los 73 años, el 26 de diciembre del 2003 a consecuencia de un golpe en la cabeza. Se cayó y se golpeó la cabeza y fue un desenlace bastante triste y murió con su guitarra a un lado. El venía de una fiesta, de cantar, se sentó a esperar un taxi, le ganó el sueño y se fue para atrás, y se cayó tres metros abajo, en un pozo que actualmente ya no tiene tres metros, ya le rebajaron un poquito, tiene como metro y medio, pero aún así está peligroso todavía. Es aquí donde estaba antes el Cristo, en el cruce de la colonia Anáhuac. Estaba antes el Cristo en un lugar, ahora ya lo pusieron un poquito más adelante, donde estaba al principio. Exactamente enfrente hay un desazolve de aguas pluviales. Cuando llueve ahí confluyen tubos para que no haya tanta corredera de agua y vayan al drenaje. Ese pozo no ha sido tapado, fue rebajado pero estaba de tres metros cuando mi papá se cayó ahí y fue instantánea su muerte».
-El impartía clases de piano y de guitarra.
«Así es. El inició como maestro de música en un Jardín de Niños que está en la colonia del PRI, es el jardín «Naime». Trabajó varios años tocando piano y guitarra para los niños. Pero al mismo tiempo abrió un taller de música donde impartía clases de piano, de teclado electrónico y de guitarra, aquí, en Altamirano 6, en la parte alta de la casa de mi mamá. Y ahí estuvo varios años, tenía varios alumnos. Cuando él falleció tenía una buena cantidad de alumnos, como quince o dieciocho que venían a tomar sus clases. El ya había dejado de trabajar en el jardín de niños, un año antes había dejado de trabajar. En el 2002 es cuando se retiró del jardín de niños porque ya se le hacía un poquito pesado ir al kínder a trabajar».
-Lalo Bello fue un hombre muy inquieto, muy emprendedor, a él obedece en parte que la historia de Chilpancingo tenga entre sus primeras vidrierías a la Vidriería El Diamante, en Altamirano 20, más o menos.
«En efecto. Junto con mi mamá se pusieron de acuerdo en qué negocio querían poner. Fue un negocio que yo juzgo que mi mamá fue muy aventada porque yo le tenía miedo a los vidrios, mucho respeto, pero la que tomó la decisión de que fuera vidriería fue mi mamá. Ella fue la que tomó esa decisión, y la vidriería se puso aquí en Altamirano, en la casa de doña Cele, la mamá de Benjamín Reyes Vázquez, y después se vino aquí enfrente, a la casa de doña Victoria que tenía una hija que es la suegra de un político, doña Lucina, ellas le rentaron ahí enfrente, y al paso de tiempo, cuando hubo bendiciones de Dios y por el trabajo duro de mi mamá se cambiaron a Altamirano 6 y obtuvieron esa casa que compraron con el fruto de su esfuerzo, pero sí fue la segunda vidriería, porque la primera fue la de don Sigifredo López, él o Saúl fueron la primera vidriería. Ya después vinieron ellos, y los Estrada, que fueron las únicas vidrierías que había. Ellos cerraron y los Estrada pusieron una nueva y mis papás tenían la vidriería que alcanzó fama, y hasta 1998 que mi hermana fue la que ya retomó la vidriería».
-¿Cuántos hijos de doña Heber y de Lalo bello?
«Somos cuatro. Yo soy la mayor, Edith; después mi hermana Heber que vive en la ciudad de México, mi hermana Yaret que vive aquí en Chilpancingo y mi hermana la más chica que también vive aquí en Chilpancingo. Somos cuatro mujeres».
-Y después se ha multiplicado la familia con los nietos.
«Sí, así es. Cada una de nosotros tienes cuatro y tres hijos. Yo tengo cuatro hombres; mi hermana Heber tiene dos hombres y una mujer; mi hermana Yaret tiene dos hombres y una mujer y mi hermana Dalia tiene dos hombres; hay más hombres ahora. Son dos niñas nada más. Y, bueno, tenemos nuestro hermano de crianza que vivió con nosotros desde los nueve años, que es Emigdio, que no es nuestro hermano de sangre, es hermano de crianza y es parte de nosotros, de nuestra vida. También tiene una vidriería y tiene tres hijos y seguimos igual, conviviendo igual y aquí estamos como una gran familia».
-Queremos concluir este diálogo con usted con algún recuerdo de Lalo bello en el seno familiar, con su guitarra, algún cumpleaños.
«Son dos cuestiones que me gustaría decir. Primera, que no había ninguna fiesta, ni de la familia de mi mamá, que es la familia Flores Leyva y la familia de mi papá, que es la familia Marino, tuvo muchos primos Marino, Jacob Marino, Isaac Marino, donde no tocara mi papá. Era, digamos, que el adorno de la fiesta. La persona que llegaba y ponía la alegría y la música y con poemas. Llegó a declamar. A mi papá le gustaba declamar y tocar al mismo tiempo y a veces tocaba el piano y decía poemas. Era el alma de la fiesta. No había ninguna fiesta familiar donde no mi papá interpretara una melodía. El, junto con otros amigos fundaron PROA, Promotores del Arte que era un grupo de varios amigos que se juntaban todos los jueves o los viernes e interpretaban sus poemas, sus canciones, sus melodías, etcétera. Durante muchos años hubo presentaciones del grupo PROA, fue muy famoso. Hubo poetas como Juan R. Campuzano, que era periodista también, el maestro Arturo Cervantes y otros más; el maestro Aníbal, que acaba de fallecer, es de los que recuerdo; Chuchito Linares, y otros músicos y poetas chilpancingueños: acaba de morir Arturo Nava Díaz que también fue muy amigo de mi papá y que también se reunía a decir sus poemas en los jueves de tertulias ahí, que antes se llamaba Hotel Laura Helena, y gozaba uno de las delicias de la poesía. Cuando mi papá falleció nosotros nos quedamos con un gran recuerdo que pocas veces yo he comentado con mucha gente. Somos los familiares los que sabemos esta historia. Mi papá, normalmente la noche de Navidad, cenaba con nosotros, y como a la una de la mañana, justo como relojito, agarraba su guitarra o su teclado, cuando ya tenía teclado electrónico con su estuche, de esos pequeñitos, de siete octavas: Bueno, ya me voy a casa de fulano, zutano, perengano, iba a tocar y a cantar y a darles el abrazo de Navidad. Entonces, esa Navidad ya se iba. Dice: Ya me voy, me toca ir con Armando Herrera. Papá, ¿pero por qué te vas? No, pues, es que yo quedé de estar ahí con ellos. Agarró la guitarra, la puso en su estuche y dice: Me voy a llevar la guitarra. Pero por una u otra circunstancia se regresaba. Mejor les voy a tocar una canción, y se ponía a tocar. Y le empezamos a pedir canciones. A ver, tócanos esta, tócanos esta. Y así le dieron las dos de la mañana. Después dice: Híjole, ya se hizo tarde, pero estoy bien contento, no me quiero ir. Pues, no te vayas si no te quieres ir. Pues así estuvo hasta las siete de la mañana en que todos estuvimos escuchándole corridos, canciones de boleros, canciones románticas, poesía. Yo declamé, mi hermana también, cantamos entre todos las canciones que nos sabíamos. Estuvimos pero una cosa tan feliz. Y mi hermana de repente se agarra el corazón y dice: Ay, es que esta felicidad que tuve esta noche me dice algo. Le digo: no empieces a decir cosas que no. Dice: es que esta felicidad me dice algo. Yo no sé porqué pero me dice algo. No sé si sea bueno o malo, pero ya no me gustó. Dice: ya me voy a dormir, no quiero pensar en nada. Y entonces mi hermana se fue a dormir. Yo ya vivía aquí, me vine con mi papá, se lo trajeron mis hijos porque venía un poquito mareado. Llegamos, nos dormimos, me subí a mi recámara, él su cuarto era allá abajo, nos despedimos, y como a las doce del día me grita: Hija, ya me voy, dice: voy a Tixtla, voy a ver a tu tío y vienen tus primos. Me dice: voy a cantarle a tu tío Isaac, porque está muy malo, no sea que se vaya a morir y no me oiga cantar por última vez. Bueno, papá está bien. Agarró ese cuerno que está ahí, que era su cuerno para llevarse mezcal. No llevaba bule, le encantaba su cuerno. Se lo colgó con mezcal y se fue. Esa fue la última vez que lo vimos. Salió para ya no volver a regresar. Al día siguiente fue cuando ya nos enteramos que ya estaba por ahí y que lo había levantado el Ministerio Público y fuimos y vino todo el desenlace tan triste del final de mi papá. Final, pero solamente de la materia, porque él toda la vida estará aquí, con usted, conmigo y con todos sus nietos».
-Qué hermoso, maestra. Quiero agradecerle esta información tan valiosa, tan querida. Duele mucho la ausencia de un gran amigo como Lalo, pero tenemos que aceptar que así es el mundo y así es la vida. Gracias, muchas gracias Maestra Edith.
«Sí, muchas gracias por la amabilidad de estar aquí compartiendo estas palabras, estas historias tan bellas con mi papá y estamos a sus órdenes, cuando usted guste aquí estamos esta es su casa».
-Muy amable, maestra Edith. Muchas gracias.

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