miércoles, 13 de junio de 2012

COLUMNA

Cosmos


Héctor Contreras Organista



Muchas familias o personas que llegan a Chilpancingo provenientes de otros municipios y estados de la república o inclusive del extranjero y se quedan a vivir entre nosotros comentan: «No sé que tiene Chilpancingo que a pesar de sus carencias y de lo fea que está la ciudad algo que tiene que uno se enamora de este pueblo». Eso, dicho de mil maneras lo he escuchado igual número de veces.
Creo que este 12 de junio de 2012 «descubrí» una parte, quizá la más importante de «ese algo» que tiene mi pueblo y por lo cual los forasteros se quedan a vivir aquí, dejan de ser «arribeños» y se vuelven chilpanchingonas o chilpanchingones y al poco tiempo se sienten muy orgullosos de ello.
La tarde del 12 de junio, es decir, ayer, tenían que reunirse los vecinos católicos de los diferentes barrios acompañados de grupos de danzas tradicionales: Tlacololeros, Moros, Diablos, Pescados, etcétera en la plaza central de la ciudad. Siempre se hace así y desde hace muchos años cuando es la víspera de la fiesta principal de alguno de los barrios: Santa Cruz, San Antonio, San Mateo, Tequicorral y San Francisco.
Ahí se junta la paisanada y de ahí caminan rumbo a la iglesia principal del barrio que está de fiesta, en este caso San Antonio. Bellísimas muchachas portan un estandarte con el nombre del barrio y al centro va en dibujo el santo que representa a cada sector de población. Ellas regularmente van ataviadas con traje regional o con vestido común, pero eso sí: son las más lindas del barrio que representan.
Atrás de ellas van «los (y las) principales» de cada barrio. Son personas que contribuyen económicamente con aportaciones económicas para la fiesta. La alegría de la juventud se desborda al son de la música de la Banda del «Chile Frito» y de las notas alegres que acompañan a las danzas. Hay cadenas de la flor de cempasúchil y ramos de otras muchas flores.
Todo ello hace que en principio la plaza central y después las calles por donde caminan se vistan de algarabía y de muchos colores. De por sí Chilpancingo es una ciudad llena de colores bellísimos. El cielo, los cerros, las flores y su ambiente de tranquilidad así lo ofrecen. El Encuentro de los Barrios de Chilpancingo así se hace en cada víspera y llevan «la cuelga» al barrio que está de fiesta donde regularmente son recibidos por los vecinos con el sacerdote del barrio al frente mientras las campanas no paran de repicar. Pasan al templo y después salen a ver las danzas que no cesan de bailar y bailar lo que ellos saben.
Constantemente se lanzan cohetes y son los niños quienes en mayor porcentaje disfrutan esos festejos populares. Les llama poderosamente la danza de los Tlacololeros y de su tigre, los chirrionazos y la forma de bailar. Ya poco se escucha decir a los niños: «Tlacololero, calzón de cuero dile a tu hermana que aquí la espero con una bolsa de dinero». O «Tigrito manzo, carita de garbanzo». Eso fue hace muchos años, producto del reto infantil a los danzantes que provocaban las corretizas del tigre tratando de alcanzar a alguno de los traviesos para echarlo al hombro y andar corriendo alrededor de los danzantes. ¡Ah, qué Chilpancingo tan único y tan nuestro!
Y si digo –escribiendo- que ayer «descubrí» ese «algo que tiene mi pueblo» es que quienes participan en sus fiestas populares, en sus festejos tradicionales, todo ello es movido por el amor a Chilpancingo. Toda esa acción aquí descrita de lo ocurrido ayer es porque la gente así lo siente y así se divierte. Sorpresa, pues, la que dieron mis paisanos católicos porque llevaron «la cuelga» a San Antonio de una manera ordenada, sin necesidad de ser dirigidos por nadie o siguiendo un programa que haya sido estudiado.
La columna que del centro de la ciudad marchó al barrio de San Antonio lució bellísima, con mucha alegría, con mucho cariño. Se vio la unidad del pueblo. Caminaron en la forma en como lo hemos descrito líneas arriba, de manera ordenada. Y conste que fue un contingente enorme con la participación de un número de danzas sorprendente. Casi un «Pendón», como el que se hace en diciembre para la fiesta grande, con la diferencia de que esta vez no hubo alcohol, no hubo, como dicen los jóvenes hoy en día: «desmadre», nada que alterara la intención de vivir lo genuino, lo auténtico de la tradición chilpancingueña.
Pasó Fernando Méndez Salgado por el lugar donde estábamos observando con mucha satisfacción el desfile y le hicimos la observación. A él porque lleva en la sangre esa fiesta y ha sido importante partícipe de la organización de la feria en años idos, y lo ha hecho muy bien. Mira, le dije, ninguno de los jóvenes va tomando alcohol y van felices. Esta columna no necesita de nada, solamente de la libertad para la gente a fin de que disfruten el festejo y así lo hacen. Recibí sus amables comentarios y coincidimos. Pude saludar a mucha gente y a todos lo vi llenos de felicidad.
Viene a cuento lo anterior porque hace unos días en este mismo espacio comentamos que es necesario que la organización del festejo de diciembre regrese a manos del pueblo. Que lo hagan los mayordomos de los barrios, que ya no se «politicen» los festejos del pueblo, que ya no sirvan de «pasarela política», que los políticos y las autoridades del gobierno estatal y municipal dejen que fluya la alegría de la gente y que vuelvan a ser las y los «principales» de los barrios quienes organicen el Pendón y la feria y todo saldrá muy bien, sin necesidad de un «Ratonato».
Qué satisfacción tan grande para nosotros porque ayer 12 de junio de 2012 vimos que el pueblo es el que solo se organiza, no hay necesidad de «bules para nadar». La satisfacción máxima es que no nos equivocamos en nuestra apreciación, comentario y exigencia para que la feria regrese a manos de Chilpancingo. Porque, ¿qué saben los políticos de la adoración al Niño Dios? ¿qué saben de las danzas? ¿qué saben de las cuelgas? ¿Qué saben de los castillos y de los toritos? ¿qué saben del Teopancalaquis y de la Noche de Gallo? Ellos buscan el voto, entremeterse, acudir al pozole y con arrogancia sentir «que vuelan por encima del pueblo», son «los personajes»… ¡Gorrones, endiosados, oportunistas y cínicos!
En 1981 fue buena la intención del gobernador Alejandro Cervantes Delgado para darle un sentido de orden a la feria mediante la instalación de un Patronato. Pero apareció la política corrupta y los ambiciosos, esos que no tienen llenadera y partieron por el eje una fiesta que es del pueblo y que el pueblo debe ser quien la organice. De manera contundente así quedó demostrado ayer… «El ejemplo es la escuela de la humanidad y es la única en la que se puede aprender» (Burke).

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