jueves, 28 de junio de 2012

COLUMNA

Metiches y Mitones

Apolinar Castrejón Marino


Muchas carcajadas consigue el comediante guerrerense apodado «El Costeño», con sus chistes. Uno de los más celebrados es el cual hace referencia a su suegra. Dice que se fueron a Acapulco él, su esposa…. y ella. Cuando estaban en la playa, le preguntó a su suegra que estaba tirada en la arena:
-Y qué ¿No se va a meter al mar? A lo cual la robusta señora le contestó.
-¿Por qué me lo pregunta? ¿Por qué tan preocupado? Y él le contestó.
-Pues como usted ¡En todo se mete!
Cada cosa en la vida tiene un nombre, aunque en la actualidad no lo tenemos en cuenta al referirnos a los objetos. Por ejemplo, en la cocina hay un objeto en forma de guante, acolchado o afelpado, muy útil para agarrar los objetos calientes que están al fuego. Se llaman mitones, aunque la gente insiste en llamarlos coloquialmente, metiches.
Por analogía, la palabra metiche es utilizada por la picardía de nuestros compatriotas para referirse a las personas desagradables que gustan de entrometerse en cuestiones de otras personas, de participar de cosas particulares e inclusive, privadas de la gente. La discreción las tiene sin cuidado, con tal de satisfacer su inalterable actitud de involucrarse «en donde no los llaman».
Pues a partir del jueves 28 de junio, a tres días de la elección de este año 2012, nadie podrá realizar actividades a favor o en contra de ningún candidato, según las autoridades competentes (ja, ja, ja). Pero al igual que la veda pasada del 16 de febrero al 29 de marzo, nadie hará caso de tal restricción, empezando por el Presidente de la República, que es un metiche.
Todos sabemos que Felipe Calderón, quien aprovecha o crea cualquier situación para dirigir a la gente su punto perorata. Un caso reciente fue su participación en las redes sociales y en la televisión, involucrándose con los candidatos a la Presidencia el domingo 11 de junio. Su presunta intención de corregir los datos que estaba manejando su sempiterno enemigo, Andrés Manuel López Obrador, era solo el pretexto para dar rienda suelta a la comezón que tenía su lengua.
Por si tenía alguna duda de quién hizo las leyes y para que sirven, ahí tiene usted que la ley que debería imponer restricciones al Presidente de la república, no contempla sanciones para este personaje. Felipe sabe bien de estas lagunas nomotéticas y bien que se aprovecha haciendo lo que se le venga en gana. Entonces el axioma que indica que «Nadie debe estar por encima de la ley» es una soberana vacilada.
A inicios del siglo XVII, en pleno apogeo del absolutismo monárquico, Luis XIV, Rey de Francia, dijo «El Estado soy yo», lo cual significaba que el soberano está por encima de la ley. Este soberano logró crear un régimen perfectamente totalitario y centralizado, a tal punto que su reinado es históricamente considerado el modelo de la monarquía en Europa. Vivía en Versalles, fastuoso Palacio, obra de Luis Le Vau, Charles Le Brun y André Le Notre, escenario perfecto para el despliegue de la pompa y sacralización de la figura real. Pero en algunas ocasiones, la historia es injusta y es guiada por los intereses, fobias y filias de los historiadores, de los editores o de quienes pagan a los escritores, para que atribuyan a los personajes más relevantes, cualidades que no tenían. Los hiostoriadores más serios coinciden que La frase «L’État, c’est moi» («El Estado soy yo») fue proninciada por Luis XIV en octubre de 1638.
Mas tal monarca fue el primogénito y sucesor de Luis XIII y de Ana de Austria, hija del rey Felipe III de España, y nació en Saint-Germain en Laye, Francia, el 5 de septiembre de 1638: luego entonces, tendría un mes de vida cuando se supone que dijo la frase inmortal.
Lo más seguro es que tal aforismo fue formado por sus enemigos políticos o por algunos liberales radicales, para denostar la forma absolutista de gobernar. Si tal acción fuera cierta, les fue muy fácil tergiversar sus palabras, como las que se hayan en su libro autobiográfico «Reflexiones», en donde escribió: «El bien del Estado constituye la gloria del Rey».
Lo que si parece cierto es que su régimen estuvo marcado por la decadencia y declive de la hegemonía francesa, el fracaso de su política colonial, y el malestar social y las hambrunas que padecía del pueblo. Tal fue el resultado de poner su voluntad como único motor de la vida del reino y de sus súbditos. Alucinado de poder, se hizo llamar «El Rey Sol», y le agradó mucho que el obispo Godeau lo llamara «Vicediós».
Luis XIV murió el 1 de septiembre de 1715 de gangrena, a los setenta y dos años, y está documentado que sus últimas palabras fueron:: «Je m’en vais, mais l’État demeurera toujours», lo cual significa: «Me marcho, pero el Estado siempre permanecerá».

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