viernes, 28 de septiembre de 2012

COLUMNA

Cosmos



Héctor Contreras Organista
 
«El respeto al Derecho ajeno, es la paz»
Benito Juárez García


Hoy salieron a recorrer las calles del centro de la ciudad alumnos de la Escuela «Fray Bartolomé de las Casas». Iban acompañados de sus maestros y exclamaban: ¡No, más violencia, no más violencia, no más violencia!
La gente se detenía a ver el paso de los muchachos. Los vecinos, al escuchar la exclamación de voces infantiles salieron a las puertas de sus casas…
«Todos unidos podemos contra la violencia», decía otro coro con voces frescas, voces de la niñez, voces que no lastiman y que se unen para clamar lo que es ya una desesperación a lo largo y ancho de la geografía de este México lindo y… ¡qué herido!
En otros estados de la república, en otras ciudades y capitales de estado se está haciendo común ver a estudiantes, padres de familia, comerciantes, agrupaciones de todo tipo caminar por las calles portando pancartas y exigiendo paz, rechazando la violencia, los crímenes, la inmisericordia que se abate en la república.
¿Podrá la unidad peticionaria de paz lograrla?
En los templos se ora por lo mismo, en programas de televisión y de radio, en espacios periodísticos, en reuniones familiares, en todos lados la ciudadanía está pidiendo paz.
Infinidad de ciudades van muriendo poco a poco. Centros de diversión como Acapulco y otros muchos lugares de veraneo están desapareciendo, muriendo, acabándose porque es imposible que sigan funcionando. La violencia no lo permite.
Y si se echa la mirada hacia el sur, se advertirá que la solución no está a la vuelta de la esquina. Colombia lleva más de medio siglo de violencia y a pesar de haber tenido y tener no uno ni dos considerados como «el mejor policía del mundo», no ha podido contrarrestar la violencia, no ha podido disminuir las atrocidades pero han aprendido –se dice- a seguir viviendo a pesar de ella.
La caminata observada esta mañana por las calles de Chilpancingo es una manifestación de que la conciencia infantil está sintiendo los efectos del fenómeno y sus maestros absorben la inquietud y abren las puertas de la catarsis a sus alumnos. Salen a las calles y con sus voces inocentes piden: ¡No más violencia, no más violencia, no más violencia!
Y, mientras tanto, en otros puntos del planeta ésta se multiplica. Los jinetes del Apocalipsis no cesan en su cabalgar de muerte, destrucción, aniquilamiento y duelo sembrando el caos lo mismo en México que en Irak, Grecia o España y los muy contados dueños del mundo, como orates en el desierto, que es eso ahora la ONU, gritan y gritan… para ganar más poder no para solucionar algo.

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