martes, 18 de septiembre de 2012

COLUMNA

Cosmos


Héctor Contreras Organista
«No deis lo santo a los perros ni echéis perlas al hocico de los cerdos
»
(Palabra de Dios: Mateo 7:6)


Estamos a unas horas de la celebración del día de San Mateo, el 21 de septiembre, fecha muy significativa para los católicos chilpancingueños porque era uno de los festejos populares más arraigados en las costumbres y convivencia de nuestro pueblo, pero…
El «pero» es que hace ya varios años «la clase política» local se apropio del festejo. Es decir, de una parte del festejo, propiamente de la pozolada que ofrecen los principales del barrio la mañana del 21 de septiembre a un lado de la iglesia del bordo de San Mateo. A misa no van ni soñando.
Todavía algunos vecinos recuerdan que por muchos años fue don Salomón Peralta Organista, de los más entusiastas vecinos del barrio quien junto con su familia y otros muchos vecinos como don Mariano Alcaraz, organizaban la fiesta, desde la víspera hasta la lavada de ollas.
En ese entonces no había cura en el barrio. El Padre Agustín M. Díaz, canónigo de Santa María de la Asunción «subía» al barrio con sus acólitos y celebraba la misa solemne habiendo ocasiones en que el obispo de Chilapa acudía y concelebraba la ceremonia.
Un día, doña María de Jesús Peralta Alday (como ella dice: «Soy de los Aldayces») hermana del maestro Justiniano hombre muy respetado, querido y siempre bien recordado por su entusiasmo a favor de sus paisanos nos platicó cómo organizaba la fiesta su papá, don Salomón Peralta.
Resulta que don Salomón en los últimos años de su vida se dedicó a la atención de un puesto en el mercado «Nicolás Bravo», en el centro de la ciudad donde vendía refrescos, jugos, licuados y a veces cervezas a los crudos.
Con sus modestos ingresos iba comprando poco a poco cargas de maíz para el pozole, leña, litros de mezcal, frijol, totomoxcli para envolver los tamales, y así, durante meses iba acumulando todo lo que se iba a necesitar en la fiesta y engordaba marranos y pollos.
Llegado el Día de San Mateo, acudían a su domicilio muchas molenderas y señoras que echaban tortillas y muchachas y muchachos que ayudaban en lo que se podía para la gran fiesta. Mientras se acercaba el festejo ya don Salomón ensayaba en su casa la danza de los Santiagos (de machete).
Don Salomón, cuando salía de Santiago y le tocaba decir su parlamento lo recitaba más o menos así: «Ora sapos y colembras y todo animal que vole…». No, no, no Saló, le decían sus compañeros: Es «sapos y culebras y todo animal que vuele, no que vole». Don Salo jamás lo dijo de otra manera.
La tarde de la víspera llegaban vecinos de los demás barrios con sus cuelgas y sus bandas de «Chile Frito», se lanzaban cohetes, iban grupos de danzantes, se colocaban boas de pino en el interior de la iglesia y un arco de cucharas de sotol en la puerta, y tendidos de papel de china en las calles.
A San Mateo se le vestía de lujo. El templo se llenaba de flores, velas y veladoras, olía a copal y a pino, a pólvora y a nardo. ¿Y ahora? Llegan los cínicos políticos y funcionarios a tragar como cerdos y de gorra. Jamás llevan regalos.
Al día siguiente en los periódicos aparecen las jetografías de ellos, nunca de San Mateo.
¡Ah, y además esa fiesta, con ellos, apesta a marrano!

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