jueves, 22 de noviembre de 2012

COLUMNA


La Jaula de Dios

Jesús Pintor Alegre

 Y las disculpas públicas por la parte oficial se dieron, en acato a la recomendación de la Comisión Nacional de Defensa de los Derechos humanos, un acto como para dejar en claro la postura de un gobierno cercano al pueblo, que ama y reconoce sus errores como humano que es, que tiene tantas virtudes, que admite cuando se equivoca, y de allí las disculpas.

Pero no es tan sencillo como parece, aquí la liebre ha saltado, es verdad que reconocer los errores demuestra a un ser valiente, y dice que en lo que sigue, no volverá a cometer el error por el que se disculpa, que se debe confiar que ya no volverá a suceder, y que si bien murieron dos normalistas con dos balas certeras a la cabeza, sólo murieron tantito.
Las balas a los jóvenes líderes estudiantiles, dos, ni una más, llevaban el mensaje certero del asesinato, sin más lecturas y sin figuras retóricas, pues no se trababa de asustarlos, sino de callarlos para siempre. Y aquí, entonces, se asume, por ende, y casi sin argumentos otros, que el gobierno por el sólo hecho, asume la culpabilidad.
Es decir, este acto que llamaron de desagravio, en realidad dijeron que los asesinos de los normalistas están en el gobierno mismo, que las balas surgieron de la policía, estatal o federal, da lo mismo, por lo que quien debe pagar, como señalara ayer Francisco Javier Monroy Hernández, el del Tadeco, es el mismo gobierno.  
Un asunto que se enreda con el juicio del secretario general, Humberto Salgado Gómez, quien aseguró también ayer mismo, que no hay autor intelectual en la muerte directa de los ex dirigentes estudiantiles: Alexis Herrera Pino y Gabriel Echeverría de Jesús, y con esto, como que falta que alguien explique las balas certeras, que todos se siguen haciendose los ciegos y no han contemplado la posibilidad de un francotirador.
Las acusaciones mutuas entre las policías estatales y federales, llevaron, como todos se relamieron informativamente, con la remoción de dos ex funcionarios a los que se les enterró políticamente: Ramón Almonte Borja, ex titular de la Secretaría de Seguridad Pública; y el ex fiscal, Alberto López Rosas, quienes han de lamentarse haber aceptado el cargo, pues al final resultaron la parte delgada del hilo.
Hay un hombre que se le encerró, el abogado y ex subprocurador, en un momento determinado, encargado de la Procuraduría General de Justicia, Paz y Puente, al que nadie echó un lazo, y como perro flaco, se le subieron todas las pulgas de la culpabilidad culposa.
Pues bueno, Ángel Heladio Aguirre Rivero ya ofreció disculpas, y que se le dé vuelta a la hoja, cuando menos ha de ser la intención gubernamental, pero esa disculpa, con la que por supuesto no se les regresa la vida a los muertos, tres para ser exactos, también amarra la culpabilidad del gobierno que se ha disculpado, es decir, Salgado Gómez se equivoca cuando dice que no hay autor intelectual en el caso, pero nadie da disculpas por algo que no hizo, eso es claro.
¿Quién en su sano juicio podría decir: discúlpame, si la culpa no es propia?, por muy recomendación de la CNDH, no es entendible, ni por asomo, pues de entre ese embrollo, en donde se echan la culpa las policías estatales y federales, también se llevan la responsabilidad del tipo que tiró a las cabezas de los jóvenes colocado en un lugar impreciso de la batalla.
Parece que nadie comprende que los policías ministeriales o estatales, no tienen la preparación para tiros tan precisos como los registrados ese 12 de diciembre, es decir: a la cabeza y en dos líderes estudiantiles, el hecho no fue fortuito, ni al azar, se sabía a lo que se iba, por supuesto, los registros de los medios lo dejan claro, el que le hagan al loco los investigadores o como sea que se llamen, es un asunto aparte.
Pero bueno, disculpas y ya, en ese enredo que desnuda la demagogia, la simulación y el hecho de un valemadrismo gubernamental que galopa en un intento de emparejársele a los caballos del Apocalipsis.

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