miércoles, 17 de abril de 2013

COLUMNA


Cosmos


Héctor Contreras Organista

 Hoy 17 de abril de 2013 se cumplen 42 años 
de la muerte del gobernador Profesor Caritino Maldonado Pérez.
A su memoria y a la de su chofer, don Cirilo Apátiga Castillo.
 Don Cirilo Apátiga Castillo (qepd) nació en Chilpancingo el 7 de julio de 1925, en la casa marcada con el número 33 de la calle Amado Nervo del Barrio de San Mateo. Fueron sus padres don Luis Apátiga Donjuan y la señora Altagracia Castillo de Apátiga. Tuvo varios hermanos: Benjamín, Alfonso, Matilde, Oliva y Jesús.

Don Cirilo fue chofer del Profesor Caritino Maldonado Pérez, quien falleció en un accidente aéreo la tarde del 17 de abril de 1971 al caer el helicóptero en que viajaba en el trayecto de Ciudad Altamirano a Chilpancingo, a la altura del poblado El Miraval, municipio de Zumpango del Río, hoy conocido como municipio de «Eduardo Neri».
En el accidente fallecieron también los representantes del Poder Legislativo, Federico Encarnación Astudillo y del Judicial del estado de Guerrero, Carlos F. Urióstegui Ocampo así como el piloto de la nave, el capitán Héctor Humana. Se informó en medios periodísticos que el helicóptero era propiedad del en ese entonces gobernador del estado de México, Carlos Hank González. 
A pesar de que se publicó un parte oficial sobre los motivos por los que presuntamente la nave cayó en el fondo de una barranca, en las estribaciones de la Sierra Madre del Sur, la voz popular, por muchos años, rechazó que la muerte de Maldonado Pérez y sus acompañantes hubiera sido producto de un accidente.
Don Cirilio Apátiga Castillo informó que fue él quien en el fondo de una barranca localizó la nave accidentada. Refiere con lujo de detalles la forma cómo encontró los cuerpos sin vida de los ocupantes del helicóptero, y también que salió con dificultad de la hondonada a pedir ayuda. 
Mucho agradecemos la narrativa que nos hace al evocar al viejo Chilpancingo, al de su niñez y juventud y la aportación de valiosos datos sobre aquel lamentable accidente en el que murió el «Jefe Cari», Caritino Maldonado Pérez. 
«Cuando era niño, Chilpancingo no llegaba ni a la cruz. Algunos amigos y vecinos del barrio de San Mateo que recuerdo son don Elías Villalva, al que le decían El Tiope; era gallero. A don Elías Ramírez, a don Mateo Arcos, don Joaquín Chavelas, los Memije, los Morales, todos fueron y son mis amigos. Estudié en la escuela Primaria Lauro Aguirre, mis profesores fueron Abertano Escobar, padre del profesor Pancho Escobar quien también fue mi maestro, y Delia Acevedo.
Terminé la primaria en la escuela Lauro Aguirre y ya no seguí estudiando. Fueron mis compañeros, de los que recuerdo, Lamberto Morales, su hermana Chucha, Cristina Morales, en fin, fueron muchos. Con Leopoldo y con Roberto Contreras Morales conviví mucho, porque por ahí vivieron, por la casa. Mis grandes amigos, por cierto. Arroyo (don Francisco Arroyo Carbajal) fue mi compañero de escuela en cuarto año.
La situación económica era un tanto difícil. Teníamos un molino, más bien mi papá, y teníamos que levantarnos a las cuatro o cinco de la mañana para hacer el aseo y arreglarlo para echarlo a andar. Iban las señoras a moler su nixtamal, eso tiene muchísimos años. Después me dediqué a manejar, era chofer de transportes. Aprendí casi solo. Andaba yo de ayudante con un muchacho de la costa que se llamó Jesús, ya murió. Era un camión Torton en el que andábamos y acarreábamos madera a México y a Acapulco, ya de ahí me vine para Chilpancingo. Me dediqué a manejar como muchos otros paisanos, como El Guacho, El Canelo, Daniel Escobar; Rosendo Leyva, le decían el Camello. Todos íbamos a la sierra a bajar el trozo de madera. Yo estaba muy joven. Llegábamos a Chacualcingo, al Tejocote y no me acuerdo a que otros lugares. Yo traía un camión corto y transportábamos el trozo a las madererías Sánchez, Asientos Sanitarios, Iturbe y ya no me acuerdo dónde más.
No eran carreteras, eran brechas, mal abiertas y uno iba brinca y brinca, y cuando llovía se patinaban las llantas y les poníamos cadenas para que agarraran bien. Hubo uno que otro accidente, eran muy buenos choferes porque a veces pasaba una llanta en el aire y venían bien cargados. Nos pagaban cien pesos el viaje, no ganábamos bien, era barato. Nos íbamos a las dos de la mañana para poder regresar temprano, a las cuatro de la tarde; a veces se nos hacía noche. No se podía andar más que a vuelta de rueda. Llevábamos gasolina en un tanque chico de sesenta litros.
No recuerdo cuántos años anduve yendo para la sierra, pero fueron muchos. También manejé autobuses. Manejé un autobús que iba a Chilapa, era del famoso Torero, de Manuel Paz y Puente, era de la línea Vicente Guerrero, porque había varios, pero en esa línea trabajaba yo, fue la primera línea que llegó a Chilapa, hacíamos como cinco o seis horas, era pura terracería. Por ahí andaba el famoso Mamacito, traía un Ford-4. ‘Los Chilolos’ iban a Acapulco, ahí trabajó un amigo mío que ya murió, se llamaba Plinio Ramírez. El dueño era don Abacuc, que vivía en Zaragoza. 
Después me fui a trabajar a Chihuahua y por allá me casé, en Canutillo, Durango, en los meros terrenos de don Pancho Villa, de ahí es mi esposa y me la robé. Un día, de un baile nos salimos. Andábamos entraditos y me la llevé. Traía un camión de una compañía, la Constructora Mexicana y ahí me la llevé a Rosario, Durango. Mi esposa es Rogelia Sosa, tuvimos siete hijos: Carolina, Jaime, Nidia, Jesús que ya es difunto, Dante, René y Rolando.
Quienes de Chilpancingo anduvieron por allá en la maquinaria pesada fueron Lamberto Morales, su hermano Arturo, Isidro, eran varios y con ellos anduvimos por Chihuahua. Cuando regresé, ya vine con carga y aquí nacieron mis hijos. Hemos tenido un matrimonio feliz y seguimos bien.
-Lo recuerdo, don Cirilo, cuando manejaba usted un coche de lujo por las calles de Chilpancingo, y después lo vi como chofer del gobernador Caritino Maldonado Pérez, platíqueme, por favor, ¿cómo se dio esa relación?
«Mire, yo cuando regresé de Chihuahua trabajé en el sitio Bravos, que era el único. Un cuñado mío se llamó Felipe Flores, tenía un coche en el sitio y ahí trabajé con él. Ahí conocí a varios amigos, entre ellos a Raymundo, no recuerdo su apellido, pero le decían El Guasolino, y otros más que no recuerdo; Silvestre Guevara. Don Felipe Flores tenía el coche número uno, don Chucho Flores el dos. 
Silvestre Guevara tenía camiones que iban para Chilapa, eran de la línea Vicente Guerrero, unos boludotes. Por cierto yo me volqué en uno de esos camiones, se me rompió la dirección y me quedé con el volante en las manos. Antes de llegar a Tixtla había una bajada, una pendiente y ahí se me rompió la dirección. Me fui para abajo con todo y gente, era una barranca como de unos veinticinco metros, hubo heridos y muertos, eran como las siete de la noche, algo así. Yo los ayudé a salir, y la gente de otros carros que pasaron, ayudaron. Estuve detenido pero comprobé que no fue culpa mía y salí.
Cuando el Profesor Caritino Maldonado Pérez llegó de gobernador, yo trabajaba en el gobierno, en los talleres mecánicos que estaban antes frente a la Imprenta del estado, por el Lienzo del Charro. Me conoció ahí el profesor y me preguntó qué hacía, le dije que trabajaba como chofer. Y me dijo: Te vas a ir conmigo, y ya, me fui con él a trabajar. Anduve en la campaña en todo el estado y cuando llegó a gobernador fui su chofer. Lo llevaba a México, a distintos lugares, adonde él quería salir.
Yo manejaba un Ford Galaxi, de los nuevos, de mucho lujo. El Profesor era muy buena gente, a mi me quería como su hijo. A veces comía en su casa, no me dejaba ir, me decía: no te vayas, de aquí nos vamos a ir a tal lugar. Doña Sofía era muy buena gente, los dos eran muy buenas gentes; nunca tuve ningún problema con ellos, nada.
-Don Cirilio, aquél día diecisiete de abril de mil novecientos setenta y uno, ¿usted lo estaba esperando en el aeropuerto?
«Yo estaba aquí en Chilpancingo. Me dijeron: vete a buscarlo, por ahí está tirado. Pasé Miraval, pasé muchos pueblitos así y no lo hallé».
-El profesor Caritino con el Presidente del Congreso del Estado y el Presidente del Tribunal Superior de Justicia venían de Tierra Caliente en helicóptero, ¿eso, usted lo sabía?
«Sabía yo que venían, sí».
-¿Había orden de que lo fuera usted a esperar al aeropuerto de Chilpancingo?
«No, porque aquí estaba un compadre de él que es de Taxco, don Rafael no me acuerdo de su apellido, y me dice: aquí quédate porque vamos a esperar al profesor, estábamos en la casa en Abasolo, donde era el hotel Reforma, que era la casa de Berber, donde están las oficinas de la universidad. Y ahí me quedé, y ya fue que vinieron a avisar que se había caído el helicóptero donde venía él. Vinieron unos de un pueblo, de El Miraval, vinieron a avisar que había caído en una barranca y ya me fui, y me pasé y no lo hallé, casi llegué a Filo de Caballos, me regresé y ya me dijo el señor del Miraval: El aparato ahí está tirado en una barranca, aquí luego. No, qué luego. Camina y camina y camina hasta que llegué».
-¿A qué hora llegó usted allá?
«En la noche. Después fue mucha gente. Me fui y me fui y llegué por cierto a una bajada muy pendiente, y me iba agarrando de las ramas. Llegué y sí, ahí estaba tirado».
-¿Ya había gente cuando usted llegó?
«No».
-¿Usted llegó primero?
«Sí, me salí y vine a buscar gente y ya los llevé yo».
-¿Qué es lo que vio primeramente ahí?
«A él, pues, y al de Tixtla». (Al profesor Caritino Maldonado y a don Federico Encarnación).
-¿Cómo estaban sus cuerpos?
«Se ve que cayeron vivos porque arañaban la arena en la barranca, cayeron en el agua en una barranca que tenía poco agua, y se ve que arañaban en la arena».
-Entonces, ¿sus cuerpos no estaban incinerados, como se dijo?
«El del profesor sí estaba quemado, de aquí para abajo (don Cirilo señala la cintura, hacia abajo) y de aquí para acá (hacía el torax) se veía entero, la cara estaba muy hinchada, los demás también. Luego fui a traer gente al Miraval y llegaron, en una manta los amarraron y los empezaron a jalar con una reata, a todos los sacaron. El que se salvó fue el de la Policía Judicial, ese se salvó porque no se fue en el helicóptero, ese se vino por tierra».
-¿Fue usted la primera persona que llegó al lugar donde cayó el helicóptero?
«Sí, llegué ahí bajando el cerro».
-¿El automóvil Galaxi dónde lo dejó?
«No, no llevé el Galaxi, llevé una camioneta, una Dodge, que era del gobernador». 
-¿Cuándo regresó a la casa, qué le informó usted a doña Sofía ventura, la esposa del gobernador?
«Le dije que allá estaba tirado y que ya lo traían. Se soltó a llorar, sería como la una de la mañana cuando le informé. Se imagina lo que yo sentí, fue mi patrón y me quería mucho, lo sentí mucho, lloré en ese lugar, ahí en la barranca gritaba yo, gritaba que se había muerto. Nadie fue conmigo; me salí a traer gente y fue mucha gente de aquí de Chilpancingo».
-¿Qué pasó después don Cirilo, cómo estuvo el cortejo fúnebre?
«Todo Chilpancingo fue, era muy grande el cortejo, era muy querido, vinieron de todos lados, de su tierra Tlalixtaquilla, de la montaña vino mucha gente. Se imagina lo que yo sentí, mucho dolor».
-Y después, ¿qué pasó con el trabajo de chofer que usted desempeñaba?
«Lo dejé porque ya no quise trabajar ahí, doña Chofi no me quería dejar ir y le dije: no señora, voy a  buscar trabajo porque necesito trabajar, y ya, me salí. Anduve triste mucho tiempo, lo recordaba yo mucho, una gran pérdida». 
-¿El Jefe Cari hacía deporte, se levantaba temprano?
«Sí, corría, caminaba temprano en la alameda, no salía fuera».
-Recuerdo que él salía al jardín central a dar grasa a su calzado.
«Sí, salía. De su casa a Palacio de Gobierno se iba a pie, y pasaba al jardín, saludaba a los Boleros, saludaba a todo mundo, andaba solo,  y yo que lo acompañaba».
-Y, usted, ¿andaba armado?
«No. No me permitía él que anduviera armado».
-¿Qué le decía?
«No quiero yo que algún día me vayas a meter en un problema. Antes podía uno andar libremente, sin problemas».
-¿Le gustaba cantar y decir poemas al profesor Caritino?
«Sí, sí le gustaba, de Taxco lo visitaba mucho su compadre, no recuerdo su nombre, Rafael, no recuero el apellido pero lo visitaba en la casa».
-¿Tocaba la guitarra?
«Si, nomás que poco y cantaba. Doña Chofi también».
-¿Qué le pude decir a sus paisanos?
«Que los felicito, no tengo más que decirles, que si se encuentran bien qué bueno».
-Y usted, seguramente satisfecho de la vida.
«Sí, aunque ya estoy viejo pero ahí ando. Yo todavía manejo, tengo una pipa y acarreo agua, todavía ando trabajando».
-Pero seguramente que ya lo hace como deporte.
«No, tengo que trabajar porque hay que comer».

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Muchas gracias por leer La Crónica, Vespertino de Chilpancingo, Realice su comentario.