miércoles, 22 de mayo de 2013

COLUMNA


Cosmos

Héctor Contreras Organista

Ayer, por enésima ocasión visitamos la casa de don Hermilo Castorena Noriega en las calles de Valerio Trujano. 
Después de varios intentos frustrados por el deseo de saludar al maestro, debido a que la señora que labora para la familia nos decía por la ventana que “don Hermilo se está bañando”, al fin una de sus muy querida hijas, Judith, nos permitió entrar a su hogar y fue muy doloroso observar que el admirado artífice de destacas obras literarias a favor de nuestro estado de Guerrero se encuentra inconsciente de manera permanente.
Desde semanas atrás corrió el rumor en el sentido que don Hermilo Castorena Noriega se encontraba delicado de salud. Nos preocupó y por eso insistimos en tratar de visitarlo. Ello fue posible hasta ayer, cuando faltan 6 días para que se cumplan 52 años de que echó a andar la primera estación de radio que hubo en Chilpancingo.

Nuestra insistente visita a su domicilio obedece al gran aprecio que le guardamos, a la admiración y el absoluto respeto que le tenemos y a la gratitud porque él, hace más de medio siglo nos abrió las puertas de la estación de radio que administró, la XELI, para que ingresáramos a la emisora –cuando aún no cumplíamos 15 años de edad- formando parte de la primera generación de radio locutores que hubo en Chilpancingo, amén de la infinidad de convivencias que tuvimos con él y compartimiento trabajo en materia de comunicación a lo largo de los años.
Don Hermilo es originario de Veracruz. Alguna ocasión en que le acompañamos a ese puerto, nos brindó el honor de conocer la casa en que nació, la escuela primaria donde estudió y el deleite de presentarnos con sus familiares, entre ellas sus hermanas quienes por la alegría de tenerlo en casa prepararon una cena típica a la que asistió como invitado don Alejandro Cervantes Delgado, siendo gobernador del estado de Guerrero, personaje de quien don Hermilo fue no sólo colaborador sino su amigo.
El señor Castorena es una gran personalidad, dicho sea como parte de la admiración que le tenemos, pero el calificativo es literal. Su voz en radio inconfundible, perfectamente matizada y melodiosa, al grado que su compadre, el periodista don Antonio Gutiérrez Rodríguez le asignó el bien merecido título de “Caballero del Verso”. Hombre muy culto, elogiado autodidacta, constructor de una biblioteca singular, lector y escritor incansable y ejemplar, talentoso poeta e impar epigramista.
Por encima de ello, hombre sencillo, amistoso a más no poder, sensato, considerado y dueño de una picardía muy a la usanza de sus paisanos jarochos, pero eso sí, mucho muy disciplinado y enérgico, ordenado en sus responsabilidades como administrador de Telégrafos y como gerente de la XELI, “La Cheli”, como bautizó a la emisora; su familia fue su prioridad. Su esposa fue la señora Esperanza Tenorio Contreras, también telegrafista, originaria de San Juan del Río, Querétaro, pareja de noviazgo eterno.
En nuestra modesta apreciación no le faltó más que el padrino idóneo para  llegar a ser titular en la dirección de Telégrafos Nacionales. Tal vez debido a su modestia nunca dijo a nadie que aspirara a tal puesto, pero quienes observamos su trayectoria sabíamos que era digno de ese cargo. 
A cambio, entregó lo mejor de sus energías para beneficiar al estado de Guerrero. Muestra de ello es su máxima creación: La Enciclopedia Guerrerense que al paso de los años logró realizar como uno de sus más caros objetivos, rodeado, naturalmente, de un ejército de intelectuales.
Se le recuerda por su muy aguda crítica en la actividad periodística donde su columna publicada en Diario de Guerrero “Mi Cuarto a Espadas”, firmada con el pseudónimo de Aristarco fue muy leída y elogiada. 
Fue creador del Premio Estatal de Periodismo “Ignacio Manuel Altamirano” en Guerrero, en el periodo gubernamental de Cervantes Delgado. 
Y hay que decirlo como es, después de Cervantes Delgado los reconocimientos a la actividad periodística perdieron su nivel y se premió con la presea solamente a los periodistas serviles que pergeñaban loas a favor de los gobierno subsecuentes, hasta desaparecer por su decadente vulgaridad y mediocridad.
Don Hermilo Castorena Noriega viajó alguna ocasión con Juan Pablo Leyva a España, patrocinados por el gobierno estatal. Fueron en búsqueda de la tumba de don Juan Ruiz de Alarcón. Allá, en las bibliotecas y lugares donde intentaron el hallazgo les informaron que no se tenían noticias ni de la última morada de Miguel de Cervantes Saavedra, menos de don Juan Ruiz de Alarcón, y como remoquete les preguntaban los estudiosos peninsulares: “Ustedes, ¿de dónde vienen? ¿Qué, por allá no se sabe que en la época que los ilustres murieron eran sepultados en fosa común?”.
Don Hermilo, digno y acucioso investigador informó lo anterior en una conferencia de prensa que se hizo en el restaurante “Río Azul”, propiedad en aquel entonces del “coleguita” Ignacio Mena Duque. No tuvo empacho en decir tal como ocurrieron las cosas en su visita a la antigua Iberia, porque así, de esa pieza y de ese valor cívico e intelectual es don Hermilo. 
Lo vimos ayer. Al observarlo sentado en un cómodo sillón cercano a la puerta de la casa, vestido en forma pulcra, como siempre, pero ahora en  una postura que no imaginamos jamás, con la cabeza inclinada y durmiendo, de pronto nos impresionó. La verdad que jamás hubiéramos querido verlo en esa situación, pero reflexionamos en que “Dios persona, el tiempo no”. 
Don Hermilo, el admiradísmo señor Castorena es ahora un anciano abrazado a la dulce senectud. Aquel hombre que conocimos cuando frisaba los 35 años de edad y era gerente de la XELI y que nos dio la oportunidad de entrar a la cabina: “Te quiero escuchar, necesito oír tu voz”, nos dijo. Luego de que leímos algunos textos frente al micrófono de la XELI, espetó: ¡Te quedas!
Y me quedé. Ahí fue mi escuela y, sin duda: Él, mi Maestro.

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