viernes, 24 de mayo de 2013

COLUMNA


Cosmos


Héctor Contreras Organista

Don Ángel Organista Ruano
-Segunda y Última Parte-


Don Silvestre Vargas ensayaba los Tlacololeros y don Antonio Ramírez, los Mudos, pero eran de Tequicorral, no del barrio de san Francisco. Y acá donde están ahora los taxis de Tierra Colorada, en la calle 20 de noviembre, ahí ensayaba la danza de los Diablos don Agustín Organista, que le decían don Agustín Pelos, con don José Jorge, a quien de cariño le decían Pepe.  Pepe Jorge.
Acá donde vivía don Timoteo Calvo, en seguida, ahí estaba don Agustín Pacheco, ahí ensayaba Los Pescados. Las danzas eran de Tequicorral, pero san Francisco las presentaba como suyas porque la palomilla para allá se iba, con don Carlos Alarcón, Silvestre, don Leopoldo, ese que le decían La Cotorra, Manuel Alarcón, El Veneno, se iban para allá. Pablo Viguri, La Rabia. Ya de ahí, en casa de don Silvestre eran dos que se vestían de diablos y los demás, Bernardino, Sinecio y Mario ellos salían de Tlacololeros. Ellos eran Vargas Oliveros.

 Y de ahí hubo una cosa que digo, yo no sé. Pero en 1994 ya terminaba yo de la mayordomía del barrio de san Francisco y me eché a andar en las casas comerciales a pedir ayuda para un contrato de música. Entonces me fui a ver al Surtidor (tienda de abarrotes) con don Vicente y me dijo que sí, que me iba a dar. Le dije, mire: a mí no me va a dar ningún centavo, se lo va a dar al músico, porque yo voy a ir a ver cuánto cuesta el contrato y se lo traigo a usted y le vamos a venir a tocar aquí en su establecimiento, y ya usted le paga al músico, a mí no me da nada.
Estaba el señor de pinturas Acapulco, donde vivía Beto Andraca, enfrente, y me dijo sí, nomás me vienen a tocar una pieza de música y cuánto es. Le digo, apenas ando viendo cuánto cuesta, no les puedo decir ahorita si es más o es menos, lo que sea. 
Entonces, me fui con el periódico Pueblo, con Gustavo Salazar, que estaba junto a la casa de don Ladislao, y me dijo que sí. Entonces ya eran tres contratos y uno de nosotros, el barrio. Entonces conseguí toritos por allá abajo y todo eso y yo repiqué las campanas, y entonces, como que no les gustó eso. Ya entonces el padre Giles me mandó decir con el sacristán que qué tanto escándalo, que esto y lo otro, y le digo: Es la fiesta del barrio, si yo sé tocar las campanas, pues yo le toco. 
Desde la torre de la iglesia veía yo cómo andaban con la música juntando los toritos. Cuando se iba a llegar el 17 de septiembre, le dije a Ricardo de la Cruz, porque quedó de mayordomo primero, le dije: Hay que convocar para hacer las comisiones para pedir, para que vayamos a san Mateo, a la cuelga. Como tú no sabes yo te voy a enseñar, te voy a decir adónde vamos a ir. 
Entonces llegaron otros tomaditos y me dicen: No, usted no va, venimos a darle las gracias. Les digo, ¿pero por qué? Es que ustedes son muy mitoteros, que música, que campanas. Les digo, bueno, la cosa es porque a mí me apoyaron, ni modo que yo les dijera lo del contrato y que la música no tocara. Me dicen: No, ya no queremos que vayan allá, ni nada. Bernardo Vergara y Beto Andraca nos dijeron a Ricardo y a mí: Ustedes son unos muertos de hambre, bastardos, arrimados, así que les dije: Ya párenle, ¿qué tanto somos así?
Entonces le dije a un señor que se llama Federico, ¿qué dices, seguimos con el barrio o ya nos desapartamos? Y me dice: hay como quieras. 
Bueno, les digo: ¿a ver, quién está de acuerdo de aquí de los mayordomos que sigamos o nos desapartamos? 
Y dicen, hay que desapartarse. Y nos fuimos a ver al padre Osorio, a decirle de lo que pasó en san Francisco, a ver qué nos aconseja. Lo fuimos a ver y se molestó: Miren, dice, aquí está Lobato, yo voy a ir a ver a René Juárez (el gobernador) y voy a ir a ver a Saúl, que creo que era presidente municipal. Y dice, nos vamos a ir a ver al gobernador. Fue y volvió y nos dice: no puede hablarle al gobernador pero yo voy a hablar con él para ver cuándo nos va a recibir para que así vea que no nada más yo ando gestionando esas cosas.
Y así fue. El 9 de junio hubo un pendón en san Antonio, me invitaron y venimos. Entonces el padre Osorio estaba nombrando a Ángel Ramírez y yo estaba oyendo, pero dije: ha de ser Ángel Ramírez, el carpintero, hijo de don Benito. Y ya, pasaron a la casa y que me dicen que el padre no me encontró en san Antonio. Sí, les dije, pero estaba hablando a Ángel Ramírez. Pues, que vaya a verlo, que ya  tiene el terreno. Y me fui como a las nueve de la mañana. Me dice, ya tengo el terreno, nomás falta que se apruebe en la Cámara de Diputados y todo eso. 
-¿Y así se creó la iglesia del barrio de Tequicorral, en ese terreno que consiguió el padre Osorio?
“Sí”.
-¿Recuerdas a un albañil que vivía en las calles de Altamirano y que construyó parte de la iglesia de la Asunción?
“Don Miguel Leyva y don Francisco, su sobrino. No trabajé con don Miguel, trabajé con su sobrino cuando estuvo en san Francisco, él construyó la torre y la bóveda de la iglesia de san Francisco. Los cimientos que se hicieron en 1934 no sé quién los echó, juntamente con la de san Mateo”.
-¿El padre Margarito?
“Sí, el padre Margarito. En san Francisco había una casa de teja y en san Mateo una choza de palma, como iglesias”.
-A propósito de la virgen actual de santa María de la Asunción, ¿es la misma que estaba ahí hace doscientos años?
“Dicen que la que estuvo primero en la iglesia está ahí, enfrente de la escuela Fray Bartolomé de las Casas. Esa dicen que es la primera y ya ésta la trajeron después. No sé quién la haya traído. La están retocando ahorita (mayo de 2013), por eso no está en su altar, y todo eso va viendo uno como el padre Agustín M. Díaz era muy trabajador, lo mismo el padre Osorio, mucho hizo. Ahora veo que no le hacen nada a la catedral, ni la decoran ni nada, está todo abandonado, y como que no están de acurdo conmigo, dicen que soy una persona antigua y que quién sabe qué, que la iglesia debe de cambiar y quién sabe qué tanto, pero ni la pintan”.

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