lunes, 5 de agosto de 2013

ARTICULO

Yo, ciudadano

Sonidos de Acapulco II

 Gustavo Martínez Castellanos

El “sonido” mató a la orquesta y al grupo musical en los setenta. La discoteque (hoy “antro” sólo para que los jóvenes se den vuelos de perdularios imaginándose entre prostitutas de la época de oro del cine nacional, pero miedosos de los narcos de nuestra sangrienta realidad) emergió como una forma de conectarnos con el mundo norteamericano ya en pleno vuelo tecnologisista derivado de los avances técnicos aplicados a sus naves en la guerra de Vietnam y en la conquista del espacio y de los avances en materia de diversión: etiología y estupefacientes.

Sumiso al corredor cultural que conformaba el puente San Francisco-Acapulco (todo costa oeste) en aquellos años era más fácil encontrar avances en acústica musical en cualquier changarro de la costera que en todo el país. Hoy, hasta esa ventaja nos ha sido arrebatada.
Nietos de aquellos disc jockers que hicieron contorsionarse a varias generaciones de acapulqueños los urbaneros de hoy aparte de sembrar de cadáveres y heridos nuestras calles van dejando un reguero de músicas bizarras (desde José José hasta el último regeatton o narcorrido) por la ciudad.
Los antiguos cantarrecios que con guitarra en ristre y repertorio en pecho pedían permiso para externar sus sinsabores, sus desamores y sus “calores” en ritmos campiranos o rabiosamente bolerísticos fueron desapareciendo de la escena local.
Ya ni en Caleta se encuentran tríos (conjunto formado por tres instrumentos de cuerda y tres voces, no hay que pensar mal) y, si acaso, los trashumantes de la redova y del bolero acaso se dejan ver en un restaurante o mercado no falta el envidioso que le sube a su estéreo hoy modernamente alimentado desde un lector mp3 o desde su celular.
Acapulco ya no suena a voces humanas, a cuerdas, ni a trompetas. El mariachi, aparte de caro, ya no accede con facilidad a salir de los enclaves en los que se siente seguro: clientes conocidos y dentro del anfiteatro.
Hace unos días, subí a un camión y un triste y solitario anciano, gris como su cansada guitarra interpretó con voz cascada e inaudible viejas canciones que por momentos consiguieron armonizar con el run run del viejo motor del autobús. La audiencia, conformada casi por personas de más de medio siglo, callada y atenta miraba al vacío mientras el espiral de notas incautadas al ambiente acariciaba con mirada triste todos nuestros recuerdos. Florecieron los antiguos lotes baldíos; renacieron los barrios hoy arrasados por herrerías de resguardo y puertas claveteadas de seguridad; regresaron los amigos idos y aquellas niñas a cuyas manos recibimos la primera carta de amor escondida en un libro o un cuaderno escolar.
Pero todo desapareció cuando otro urbano nos rebasó con su estridente bum bum de discoteque. 
¿A qué otras cosas que añoramos ya no suena Acapulco? 
Habrá que vivirlo para saberlo.
Nos leemos en la crónica. www.culturacapulco.blogspot. 
Ya está en la red el nuevo número de www.culturacapulco.com, los invito a visitarlo.
A través de la doctora Gela Manzano me llegó la invitación a la “Semana de voces y cultura de los pueblos originarios”; se las reenvío en Datos Adjuntos

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