jueves, 31 de octubre de 2013

COLUMNA

El Grillito Sin Censuras

Alfonso Cerdenares Domínguez 

--Los mexicanos somos dicharacheros y albureros.-Las calaveritas literarias, una forma de mofarnos del prójimo.
Sin lugar a dudas, los mexicanos somos dicharacheros, albureros y tomamos muchas cosas al “ahí se va”, o a broma; ¡¡¡Vamos!!!, si desde tiempos ancestrales nos burlamos hasta de la muerte, aunque nuestros antepasados, hablando cronológicamente, los que estuvieron en estas tierras mexicanas mucho antes de la llegada de los españoles, le rendían culto a la muerte, de tal forma que nos heredaron esas ideas de colocar un altar en nuestros domicilios; nosotros imaginamos a los niños aztecas correr al campo –que en ese entonces era mucho –para cortar las flores de pericón o de cempaxóchitl, las cuales abundaban en todo el territorio mexicano; por aquellos ayeres no había nada de eso del Halloween, ni aquí ni en Estados Unidos,
porque este país fronterizo no existía; a las señoras colocando arcos hechos con tallos de carrizo o de caña de azúcar y los varones acarreando leña o las cosas más pesadas que pudieran utilizar en estos días de muertos; es muy importante preservar esas tradiciones, cuando los aztecas, tolteca, olmecas, mayas y demás civilizaciones prehispánicas consideraban a la muerte como un tránsito inevitable, un cese de sufrimientos y por eso no le tenían temor; ahora bien, en estos días, también se estila la redacción de calaveritas literarias, una forma de hacer añicos al prójimo, de criticarlo, de sacarle sus trapitos al sol, con versos satíricos y burlones; quizás los más antiguos en nuestra historia mexicana sean los del Pensador Mexicano, José Joaquín Fernández de Lizardi, plasmados en su obra “El periquillo Sarniento”, donde se incluyen textos poéticos a manera de epitafio y, por ende, sean una especie de calaveritas literarias de su tiempo; don Guillermo Prieto, aquel de las célebres palabras “Los valientes no asesinan”, escribió su crónica “Muertos y Panteones” en el periódico El Siglo XIX, mencionando la celebración del día de muertos y la realización de serenatas o responsos de carácter fúnebre, las cuales fueron conocidas como “panteones”, distribuyéndose en hojas sueltas a modo de volantes que circulaban, anónimamente, de mano en mano; pero quien dio mayor realce al culto a la muerte fue el grabador mexicano José Guadalupe Posada, quien diseño a La Catrina, cuyo nombre original fue La Calavera Garbancera, figura que se ha convertido en el ícono de las calaveritas literarias en estos días de muertos; por fortuna, en nuestro país, el ingenio del mexicano juega con las palabras y sus desgracias para recordar que no le teme a la muerte; al menos, nosotros consideramos que debemos de seguir con esa tradición, no solamente impulsar lo de Las Ofrendas, sino la escritura de calaveritas, como ésta que se nos ocurrió al redactar esta nota: “Ya murió Peña Nieto, /ya descansa en el panteón, /por tantas burradas que hacía, /merecía el paredón, /pero la muerte calaca /le exige su evaluación” y… ¿quién es el que anda ahí? Comentarios y sugerencias al E-Mail: alfcerdenaresd@hotmail.com

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