jueves, 28 de noviembre de 2013

COLUMNA

Tribulaciones de la navidad

(Apolinar Castrejón Marino)

Gran actividad se desata en torno a las festividades navideñas: limpiar y pintar la casa, colocar el árbol y un sinnúmero de arreglos y adornos, y programar la cena navideña. Es muy importante qué se va a cenar pero es más importante a quienes vamos a invitar.
Para no fallar, las esposas se consiguen alguna “diseñadora de ambientes”, quien les diga qué es lo que hace juego con su casa, y hasta decidirá un “tema” para la ocasión. Y luego se pone a dar órdenes: mover el sofá y los sillones para alinearlos en dirección al oriente (¿?), poner cortinas blancas en las ventanas, y pintar los “castillos” y “dalas” de la construcción de color café, como si fuesen de madera.

Decide que el color que tiene la casa no es el adecuado, y ordena pintarla de otro que nos produzca mejor “vibra”. Ordena colocar jarrones y “naturaleza muerta”. La esposa le exige a su marido la tarjeta de crédito “de una vez” para que no lo esté “molestando a cada rato”.
En previsión de estos menesteres, muchos caballeros se consiguen un compadre con quien “chelear”, o unos amigotes con los cuales formar un equipo de futbol, para no estar en casa cuando la mujer desate su “creatividad” para poner “ambiente navideño” a su hogar.
Y no es que a los varones les desagrade un ambiente confortable de acuerdo a la temporada, sino las ocurrencias de la señora de la casa: durante la cena se colocarán platones con fruta cortada en forma de pinitos de navidad (¿?), cada silla de la mesa de la cena tendrá un moño rojo (un rojo muy especial).
Vendrá la suegra y los cuñados gorrones, los tíos viejecitos, y los abuelos. Y con toda esta fauna, la navidad amenaza en convertirse en una “cena de negros”. Los niños serán sacrificados a cenar hasta las 12 de la noche, aunque se estén muriendo de hambre.
Durante estos días serán liquidadas millones de aves, que ninguna culpa tienen de nuestras prácticas profanas. Las caras botellas que esperábamos disfrutar con la cena, son vaciadas inmisericordemente por nuestros desvergonzados parientes políticos, y los malditos novios de nuestras sobrinas.
Durante el mes de diciembre, toda la familia debe pasear y dejarse ver en los centros comerciales de moda... todo a costa del caballero, que casi se acaba su aguinaldo en estos paseítos. Miles de pesos en arreglos “de luces”, los cuales quieren que el sufrido esposo coloque en el techo y las cornisas, poniendo en grave riesgo su vida por una caída, que “Dios guarde la hora”.
En estos momentos, hasta envidiamos a nuestros vecinos, rústicos y provincianos que sin grandes pretensiones se aprestan a colocar su “nacimiento” de arena y piedras, carrizos y paja, para que en la Noche Buena “acuesten al niño” entre rezos canticos y villancicos.
También invitan a sus familiares cercanos, a sus vecinos y amigos, a los cuales “atienden” generosamente con cazuelas de pozole, ponche caliente y con “piquete”, o una copitas de mezcal. Los niños y jóvenes que aún no “toman” (en su casa) rompen piñatas llenas de frutas y dulces; y todo es alegría.

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