jueves, 7 de noviembre de 2013

COLUMNA

Las tareas escolares

Apolinar Castrejón Marino

La población en general espera que ahora si haya resultados del censo escolar que acaba de realizar el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI). 
Los mexicanos tenemos derecho a saber cuántos maestros están fuera de las escuelas, cobrando como “docentes”, pero haciendo labores que nada tienen que ver con la labor de enseñar a leer y escribir a los niños; porque se trata de nuestros niños, y porque se les paga con lo recaudado de nuestros impuestos. 
Los maestros tienen el derecho de manifestar su inconformidad con sus condiciones laborales, y hasta pueden efectuar estrategias para defender sus privilegios de gremio y de clase, pero no tiene ningún derecho de dañar a la niñez mexicana.

La Constitución Mexicana establece en el artículo 3° que todos los niños tienen derecho a la educación. Entonces son perjudicados al no recibir la educación que les corresponde. En la pugna de los derechos de los maestros que defienden sus condiciones laborales, y los derechos de los niños de recibir educación, debe tener prioridad la protección de los niños.
Estas colaboraciones están invariablemente basadas en evidencias empíricas que cualquiera puede comprobar personalmente en su entorno y en la vida cotidiana. En días recientes nos ocupamos en revisar las actividades que realizan los maestros en el aula y las que realizan los niños para la escuela.
En primera, nos dimos cuenta que los niños se levantan muy temprano, se arreglan y preparan para irse a la escuela. Allá se pasan un promedio de 4 horas recibiendo clases y anotando sus tareas. Su papel es de obediencia o toda costa de lo que les impongan hacer los maestros.
Los maestros también se levantan temprano para ir a la escuela, lo cual es muy común en los adultos. En las escuelas públicas los maestros dan clases casi sin control de los contenidos didácticos, ni de su trato con los alumnos, ni del tiempo que pasa en el aula.
Cuando no están en la escuela, los niños pasan buena parte del tiempo haciendo sus tareas. Según evidencias circunstanciales, los maestros no preparan sus clases, confiados en que “ya saben qué van a enseñar”. Tampoco se ocupan en diseñar las tareas que dejarán a sus alumnos.
En contubernio con los directivos de cada plantel, los supervisores y las autoridades regionales, los maestros obligan a los padres de familia a comprar ciertos libros “basados en los textos oficiales” en los cuales se basará el maestro para enseñar. Y tales libros adicionales son unos mamotretos que no toman en cuenta el desarrollo mental de los niños, y como consecuencia, ordenan unas tareas completamente fuera de su comprensión.
¿Usted cree que sea razonable que en el primer mes de clases, un niño de 2° grado lea y “analice” el tema de la hidrofonia? Tome en cuenta que en ese tema se manejan conceptos como fertilización química, exposición a la luz solar, germinación, y fecundación. Y por si fuera poco, son actividades que son posibles, pero que el “textículo” las da por hecho.
Y luego, el alumno deberá investigar que significan esas palabras de uso poco frecuente ¿Qué no es el maestro quien debería despejar las dudas de los alumnos? Y aquí no se trata de lo que digan las autoridades o el ministerio de educación; cualquier padre de familia estaría seguro de que el maestro es quien debería enseñar y despejar las dudas de los educandos.
Quienes ahora somos adultos, ocasionalmente tenemos buenos recuerdos de nuestros maestros ¿De quién no acordamos más, a quien tenemos respeto y hasta admiración? Pues de los maestros que eran mejor enterados o mejor nos explicaban las cosas. Esperemos que los maestros tengan un poco de respeto a sus alumnos y pongan el mismo empeño que exigen a sus alumnos por las tareas escolares.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Muchas gracias por leer La Crónica, Vespertino de Chilpancingo, Realice su comentario.