lunes, 16 de diciembre de 2013

COLUMNA

Cosmos

Héctor Contreras Organista

  Martín Ortiz Valle
Cómo impacta y cómo duele la noticia que llega con su fatalidad anunciando que un amigo se ha ido, sobre todo cuando ese amigo fue ejemplo a seguir en un modelo de vida envidiable por su modestia, por su honestidad, su sinceridad, su palabra de aliento y su consejo.

Su hermano Rufo, la noche de este 15 de diciembre nos dio la infausta noticia, esas comunicaciones que nunca quisiéramos que llegaran y que sin embargo las tenemos que aceptar aunque duelan e impacten porque es la ley, el principio y el fin en la vida del hombre. Pero sin duda lo que vale, es la trayectoria, la huella que se deja al pasar por nuestro mundo.
Y don Martín Ortiz Valle, no porque ahora físicamente ya no esté lo querramos distinguir con algunas expresiones o frases de elogio, no. No hubo necesidad de esperar la llegada de este momento cruel debido a su ausencia definitiva. Porque como amigos, nos dio la oportunidad de conversarlo en vida y, por si fuera poco, además de su cordialidad, su identidad fraterna nos la entregó en muchas demostraciones invitándonos a su domicilio para departir con su familia, esposa, hijos y amigos de ellos a quienes también los hicimos nuestros.
Vimos a Martín trabajar al lado de su respetable padre, un viejo revolucionario nacido en la Tierra Caliente de Guerrero que después de deponer las armas con las que luchó a favor del pueblo, engrosó las filas del periodismo, profesión a la cual prestigió con sus investigaciones, críticas y pluma demoledora, siempre al lado del pueblo y señalando con índice de fuego lo negro, lo turbio y lo corrupto de políticos y funcionarios del gobierno por medio de su columna “Removiendo Escombros” que firmaba con el pseudónimo de “Exterminio”, pero el señor Padre de Martín era en realidad don Herminio Ortiz Chamú, un hombre de calzón de manta, de cotón y de sombrero, de rostro grave y mente lúcida, mirada inquieta y sonrisa enigmática. Martín y sus muchos hermanos, más tarde su esposa y sus hijos, siempre sintieron y sienten ser dignos herederos de aquel hombre que fue entrevistado para Excélsior por el gran periodista mexicano don Manuel Mejido, que algunos deben de recordar.
De don Herminio, su padre, Martín siguió sus pasos en la noble actividad de la venta de libros, y después de jubilado como trabajador universitario, continuó trabajando en ello en tanto que sus hijos estudiaban y trabajaban y lo siguen haciendo. Nuestro amigo fue empleado de la Dirección de Pensiones por muchos años y también llegó a ser dirigente de sus compañeros del Sindicato de Trabajadores Universitarios, tuvo su programa sindical en Radio Universidad Autónoma de Guerrero y fomentó la cultura.
Martín fue el eje de la familia, y logró impulsar y mantener unida particularmente a la familia musical que encabezó el gran músico don Abercio Cortés, su primero hermano quien a su vez heredó el talento de su señor padre el maestro Juan Cortés de grata memoria, hermano de don Herminio. En los días cumpleaños de Martín venían de la ciudad de México don Abercio y sus hermanos e hijos a ofrecer veladas artísticas en honor de Martín en sus festejos de cumpleaños.
Martín fue siempre un hombre activo, su carta de presentación en sus asuntos era la dinámica y su don más preciado fue el desprendimiento a favor de los necesitados, donde plasmó su gran espíritu de servicio, cobrando vida en la frase bíblica que dice: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Podríamos decir aquí, sin equivocarnos, que Martín Ortiz Valle cumplió cabalmente con esa premisa.
Hace no mucho tiempo dejamos de verlo en su negocio de la venta de libros, actividad que desplegaba con gran entusiasmo, sobre todo en la constante que él impulsaba para favorecer culturalmente a la juventud.
Preguntamos a sus hijos y nos informaron que estaba atendiéndose en la ciudad de México de algún padecimiento. Hace poco comenzó a circular la noticia entre los allegados a la familia de que se encontraba un tanto delicado de salud y recientemente se nos informó que su estado era de gravedad. Al fin, anoche, su hermano Rufo nos confirmó la infausta noticia. Otra vez el cáncer, con una rapidez increíble se lleva de este mundo a uno de nuestros más queridos amigos. Un gran dolor por su ausencia, un gran vacío por un amigo excelente.
Martín Ortiz Valle físicamente no era alto ni corpulento. Donde le sobró estatura fue en su gran corazón y en su talento, en su espíritu de nobleza y en ser pródigo en la amistad. Esa amistad le permitió cultivar infinidad de amigos universitarios. En los festejos de su cumpleaños observamos la asistencia de algunos rectores de la universidad y la asistencia de directores de periódicos prestigiados en Guerrero.
Martín, además de escribir y editorializar, disfrutaba de algo que se le daba con increíble facilidad, las relaciones públicas. En su momento nos hizo favor de escribir la presentación de un libro que con motivo del 50 aniversario de Los Caídos del 30 de diciembre de 1960 en Chilpancingo, nos editó la Universidad Autónoma de Guerrero, acontecimiento que, por cierto, dio origen al nacimiento de nuestra máxima casa de estudios. Con él y un grupo de jóvenes de los años 60 participamos en algunas obras teatrales dirigidas por el maestro Carlos Rodríguez Díaz.
Por cuestiones políticas que derivaron “del casi scketch” de la obra teatral “Paracaidistas al Cielo” escrita por el propio Rodríguez Díaz y que cubrió una breve temporada, fuimos echados del Teatro Universitario. Con el maestro Carlos, Martín y un grupo de inquietos nos fuimos a refugiar a La Casa de la Juventud de Guerrero donde se montó la obra “El Sueño de una Noche de Verano”, de William Shakespeare, con la que se inauguró el teatro que hoy lleva el nombre de “Eduardo Neri”, en esa institución.
Martín participó con entusiasmo a favor de las actividades sociales de la Universidad Autónoma de Guerrero y del Sindicato Nacional de Redactores de la Prensa, Delegación 17 de Chilpancingo. Como anotamos líneas arriba, fue él quien alentó la presencia de la Familia Musical en Guerrero, un grupo artístico integrado por sus primos y que cosechó un gran prestigio artístico en los más altos niveles musicales en Italia y otros países europeos. Venían a visitarlo y a cantarle a su domicilio en sus festejos de cumpleaños. Siempre quisieron mucho a Martín y Martín a ellos.
Hoy tenemos que dar cumplimiento a un mandato de amistad, y lo hacemos con dolor, con ese dolor que abre un vacío en el alma y en el corazón cuando se va de nuestro entorno y para siempre un amigo querido y valioso. Hacemos presente nuestro sentimiento y nuestro duelo a su respetable esposa y a sus queridos hijos. Ellos, mejor que nadie, fueron testigos del gran afecto de amistad recíproca que hubo entre Martín y quien esto escribe.
Martín Ortiz Valle vivió su ciclo, lo vivió bien porque aprovechó cada día de su vida para trabajar por los suyos, para cultivar la amistad de muchos y para dejar una huella: La Huella de Martín Ortiz Valle en su paso por este mundo. Sabemos que las mejores joyas y los más valiosos tesoros que deja entre su familia es su ejemplo de vida, la constante de una vida fructífera y bien aprovechada, y el ejemplo de valor de sus últimos días para enfrentar la realidad. Descanse en paz. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Muchas gracias por leer La Crónica, Vespertino de Chilpancingo, Realice su comentario.