lunes, 2 de diciembre de 2013

COLUMNA

Cosmos

Héctor Contreras Organista 

La voz de los siglos no se equivoca: Cuando afirma que “segundas partes nunca fueron buenas”, así debe considerarse, y punto. ¿Para qué alegar? ¿Qué objeto tiene tratar de contradecir? Cuando la sabiduría popular habla, sentencia o dicta su veredicto, hay que aceptarla con respeto.

Es verdad: Chilpancingo tuvo su feria en años idos. Fue una gran feria: La Feria de San Mateo que se celebraba en el mes de diciembre. Se hacía por parte de los católicos del barrio mencionado que se reunían no en un Patronato sino en Mayordomía.
En el curso del año iban preparando lo que se habría de usar en el gran festejo. El motivo principal que dio origen a esa feria fue la celebración del Nacimiento del Niño Dios, del Niño Jesús. Por eso fue tan importante la presencia de Los Pastores, niños que acostaban al niño en su nacimiento.
Este era hecho de heno o de Pascli, como aquí se le conoce. En cada templo de los cuatro barrios se hacía una Nacimiento y el Niño Dios tenía madrinas, muchachas y señoras desprendidas que obsequiaban aguinaldos a los asistentes pero especialmente a los niños y los Pastorcitos.
Voces Infantiles llenaban la nave de los templos. En una fila las niñas con vestidos blancos,  sombreros forrados con papel crepé azul y su báculo lleno de sonajas y de cascabeles. Los niños en la otra fila con vestimenta azul y sobrero de palma sin forrar pero con heno y con báculo sonoro. 
Luego de “la acostada” del Niño Dios, seguía “la misa de Gallo”, a eso de las diez de la noche en Santa María de la Asunción. En el jardín de San Mateo ya las danzas bailaban: Los tlacololeros, los diablos, los moros, los santiagos, los manueles, etcétera y de ahí bajaban al Teopancalaquis.
Eran los campesinos con su indumentaria de danzantes que entraban al templo a dar gracias a Dios por las cosechas recibidas en el curso del año y por los beneficios que a manera de bendiciones habían obtenido en el año que terminaba y pidiendo les fuera mejor al siguiente.
Nada, absolutamente tenía que ver don gobierno en el festejo. La noche del 24 después de la misa las familias iban a cenar a los puestos de pozole, fiambre, etcétera que se ponían alrededor del jardín del barrio, había juegos mecánicos, lotería, aros para figuras de yeso y muchos antojitos.
El 25 de diciembre era el porrazo de tigres que se hizo en muchos lugares y a veces bajaba el tigre de Amojileca, otras sólo se hacía entre los tigres de los barrios y después del porrazo los tlacololeros se liaban a chirrionazos y así hacía se hacía “el Tlacolol”, que es parte de la danza
Por las tardes se celebraban los jaripeos donde participan los campesinos locales, lazadores y montadores y las madrinas que obsequiaban regalos a quienes se le quedaban al toro, y había mucha música, la de El Polvo de Zumpango, incomparable Chile Frito que murió lamentablemente.
La feria contaba con puestos de tiro al blanco, juegos mecánicos, se vendían antojitos como “borrachitos”, buñuelos, maíz con dulce en totomochcli, los comerciantes instalaban sus puestos cerca de San Mateo, en la calle Hidalgo y la feria terminaba el 6 de enero, dedica al Niños Dios.

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