jueves, 27 de febrero de 2014

COLUMNA

Cosmos

Héctor Contreras Organista

 Víctor Hugo Portillo López
-Cuarta Parte-
 Nuestro entrevistado explicó que después de haber asumido la responsabilidad de litigio en asunto federal, se fue especializando por la cantidad de asuntos en materia penal donde se desempeñó con magníficos resultados, sin dejar de solicitar algunas ocasiones orientación a su maestro, el licenciado Leopoldo Parra Ocampo.

“Cuando acudía a él era porque ya llevaba estudiado el asunto y una idea de la posible solución, porque eso me enseñó. Si alguien se le acercaba y le pedía orientación le decía que primero estudiara y después se le fuera a ver. Como estudié con él, ya sabía. Le pregunté, como jurista que fue y me ayudó en algunos asuntos con su punto de vista, y me fui distinguiendo como abogado. De tal manera que litigué como doce años en materia penal; también del Fuero Común. La gente llegó a considerar que yo era penalista. Javier Cordero, mi compadre que en paz descase, decía que era penalista. Lo era porque llevaba los asuntos penales y porque litigué mucho y adquirí mucha experiencia, pero no porque yo tuviera o tenga un postgrado en materia Penal, pero en práctica sí.
“Después quise retirarme de eso, de la materia Penal que nunca me gustó y me decían: ¿cómo es posible que no le guste si lleva muchos asuntos? Sí, es verdad, pero no me gusta por los efectos que repercuten en la sociedad. Siempre tuve gente que me obsequiaba su afecto y me decían: retírese. Y un día me retiré y me fui para Toluca. Ya para entonces, aquella persona que dio sangre, que vio mi situación, me relacioné con ella. En la actualidad tengo una hija, viven en Tijuana. En la actualidad tengo dos nietas con ella, se llama Daniela, tiene 26 años, ya está grande y también tiene su carrera profesional terminada. Por cuestiones de litigar le he dedicado mucho  tiempo a mi trabajo y se pagan precios. Recuerdo que una vez, estando en Toluca, porque yo seguía teniendo mi despacho aquí, viajaba a las cinco de la mañana y a las nueve ya estaba aquí, uno de mis auxiliares, estando en el despacho de aquí, me avisó por teléfono que habían salido unas personas a quienes promoví un amparo y me pagaban la mitad y la mitad cuando salían. Y así, hasta la fecha es una norma que aplico. Y estaban festejando los tres años de Daniela, estaba el apogeo, el mole y el guajalote. Son de por acá de Cruz Grande sus abuelos maternos y Aurora escuchó mi llamada. Le dije a mi auxiliar: Voy para allá, espérame, no los dejes ir. Ahí dales de comer y si se hace noche dales cobija, pero no los dejes ir. Entonces ella escuchó y me dijo. ¿Te vas? Le dije que sí. Pero, ¿cómo te vas a ir si está aquí el festejo de los tres años y bautizo de Daniela? Le dije: me tengo que ir. También me dijo: Entonces, escoge, entre tu trabajo o nosotros. Dije, como que ya es una tendencia. Qué difícil decisión me hacen tomar. No sé por qué te pones en ese plan, de eso vivimos y vivimos en condiciones decorosas. Habíamos comprado una casa muy bonita y le dije: Si tengo que decidir, decido por mi trabajo. Saqué mis cositas y me vine. Nos separamos. Después hubo otros reencuentros pero ya no funcionó la relación. Pero logré separarme de los Penal gracias a que inicié con esto, esa materia a nivel federal donde las audiencias son solemnes y donde una audiencia es con todo respeto. Me dejó una buena escuela que se me facilitó litigar en otras materias después. Cuando me separo de allá me voy a Iguala, al despacho del licenciado Leopoldo Parra. Me dijo: Ahí quédate con Julio Escalera. Le digo: ¿Qué voy a pagar? Pagas el teléfono. Me dice: ya sé por qué llegas aquí. A mí me gustaron siempre las mujeres  y me dice: Has de venir por alguna mujer, pero ahí quédate. Al poco tiempo, una persona que conocí en Iguala, una señora que era la jefa de crédito y cobranza de la Ford me dijo que necesitaban un abogado, me pidieron la entrevista para atender Acapulco Farallón, Zihuatanejo, Taxco, Altamirano e Iguala. Me nombraron abogado de ahí, me pusieron a prueba. Con el tiempo me concedieron, ganaba muy bien, me permitieron litigar en materia civil, llevé asuntos muy importantes en lo laboral y me he ido formando de esa manera. Cuando litigaba en materia federal fui a litigar a Tijuana, y se lo platiqué un día al licenciado Raúl Calvo y me felicitó porque me andaba fogueando por allá y le dije que es porque tuve buenos maestros. Estuve de asesor jurídico de la Ford como unos cinco años, les daba resultados. Haber litigado en otros lugares como estado de México, Morelos, ocasionalmente en Querétaro, me fue formando. En otros estados era un abogado más o un individuo más, y eso forjó el criterio de que debería ser más humilde, más sencillo, que no importa qué tienes, sino quién eres. Allá también, gracias a Dios, por la experiencia, el fogueo que ya mencioné, logré hacer muchas cosas. En una ocasión estaba embargando los camiones de la ‘Lala’ y me dicen: Véngase, licenciado a tomar un café. Les dije: Yo no vine a tomar café, vine a embargar sus camionetas y les levanto el cofre y tomo el número de serie. También hubo un personaje de allá de Toluca, Ignacio Cuesta, era un señor de origen español que tenía unas bodegas enormes de vino y surtía a todos los restaurantes de Toluca y poblaciones aledañas, y cada vez que le ganaba un asunto me decía: ¿Quieres comer o quieres cenar?, yo te invito. Formas parte de mi negocio. Tenía tres tiendas: Aranjuez, de La Rioja y no recuerdo la otra, pero eran enormes, me enseñó a tomar los buenos vinos para cada ocasión. Prefería cenar, nos veníamos a Cuernavaca desde el viernes y aprendí a comer queso, pan y vino. De tal manera que hay muchísimas personas que han influenciado en mi vida, muy importantes. También las personas con las que me relacioné sentimentalmente me dejaron un gran aprendizaje. Nunca engañé. Era yo el que decía: me interesas, pero tengo una relación y además tengo hijos. Esa es mi formación, Héctor. Procuro comportarme a la altura de quienes me enseñaron. He dejado de ser grosero, aunque a veces resurja, porque a este despacho llegan gentes muy exigentes, se la quieren dar de que te apantallan, y les digo: Aquí yo mando, no me vengan a reclamar. Nunca he engañado a la gente. Tengo tres principios en mi profesión: Qué tiempo se tarda un juicio, qué porcentaje vamos a obtener como resultado, y cuánto les voy a cobrar. Si deciden que yo sea su abogado les recibo la mitad y la mitad cuando se termina. Mis ganancias vienen siendo cuando se termina, porque en el inicio hay muchos gastos. En relación a mi cuidado en el físicoculturismo, sucedió cuando estaba en Tránsito, cuando tú y yo nos conocimos. Siempre fui aficionado a algún deporte. Comencé a practicar un poquito de pesas estando como conserje en la escuela Fray. Ahí vivía, levantaba la tapa de la cisterna, me acostaba en el patio donde se formaban los alumnos, porque al fin y al cabo estaba yo solo, y la comenzaba a levantar. Después me hice mis pesas de cemento con tubo, las tradicionales como todos los que no tenemos para comprar ese tipo de materiales para hacer ejercicio y hasta la fecha lo sigo practicando. En aquél entonces tenía unos veintiséis años, ahora tengo sesenta y uno. Lo sigo haciendo. Obvio que no se retiene esa  formación que da el ejercicio, pero lo hago dos horas diarias, antes de venirme a trabajar. Me gusta, porque me hace sentir bien. Fluye alguna sustancia en el cuerpo que hace que uno ande a gusto, que los problemas no tan fácilmente hagan descontrolar a uno, me considero sano, litigué en materia federal y conocí de todo, cosas muy especiales, pero jamás me incliné por saber ni a qué sabe una droga. El cigarro nunca me llamó la atención y tal vez por eso me conservo, a mi edad que tenga todavía la energía para hacerlo; me agrada; me hace sentir muy bien, aparte de que en el ego puedo decir que me veo bien, he tratado de trabajar siempre sobre el abdomen, lo he conservado. A mi esposa, María de la Luz Zuluaga también le llama la atención eso, y los dos subimos a hacer ejercicio desde la mañana. Con la doctora Zuluaga no tenemos familia. 
Gracias a los personajes que la vida me permitió conocer, de ver la forma cómo se conducían, yo decía: Quiero ser así, con la calidad que ellos se han distinguido en sus puestos públicos, con esa manera que tienen, que distingue. Dije: yo quiero ser distinguido, con una personalidad única. Debido a esa formación que ya referí y a las influencias que tengo, de mis maestros y de muchas otras personas que he estado cerca de ellas, yo soy muy estricto aquí. De tal manera que han venido muchos pasantes de Derecho a querer practicar aquí, y les pregunto por qué quieren estar en un despacho y no en un juzgado, como meritorios y que también les sirve de práctica. Les pongo una comparación, que aquí es de compromiso, de disciplina, de entrega, de dedicarte, que te absorbe. Por eso decía que tiene un precio el haberme dedicado de lleno a mi profesión, porque tuve que pagar el precio de las rupturas sentimentales con quien yo tuve hijos. Tengo esa formación militar o militarizada y les pongo el ejemplo. ¿Han visto desfilar a los soldados? Se ve bonito cuando van en el desfile, cuando marchan, pero para que logren eso es a base de disciplina, y aquí en el despacho esa es una de las normas, la disciplina, el compromiso de que apenas comienzan a practicar, que se vea que tienen ganas, porque yo no les voy a enseñar. Les voy a dar la oportunidad de lo que ellos quieran aprender. Hay pocos que se han quedado, pero de los pocos, porque aquí es como los soldados, ir al lugar de los hechos, a los juzgados, y a veces nos ponen una revolquiza que cuando sale uno es como cuando regresan los soldados del lugar de los hechos: Bien polvosos, bien revolcados, bien maltratados, pero lo importante es que regresan. El hecho es de que tengamos esas experiencias, porque hay abogados de reconocimiento, que saben mucho, que yo los admiro. Trato de hacer mi trabajo con excelencia, si no logro la excelencia, por lo menos están bien, y a partir de esa mentalidad se han quedado pocos y los pocos que se han quedado se han distinguido. Uno con el que litigué yendo a Toluca, que estuvo en el despacho y había dejado de ser secretario de acuerdos en el juzgado civil, estuvimos llevando unos asuntos en el despacho, él tenía la experiencia de ser secretario y yo la dedicación a la postulancia, y coordinábamos. En la actualidad es magistrado de uno de los tribunales federales, muy distinguido. No ha cambiado, sigue siendo con su sencillez extraordinaria. Yo valoro mucho a quien se distingue, a quien logra sobresalir. Cuando alguien llega a un puesto, que lo nombran juez, agente del ministerio público o algún otro puesto y que es mi amigo, aunque no haya estado en mi despacho, yo lo voy a saludar, y lo felicito y me congratulo de que sea mi amigo, de que sea él quien tiene un puesto importante, porque es difícil que la gente que venimos de un origen muy limitado económicamente, nos lleguemos a preparar y a distinguir. Alguien que conozco de cuando iba a la secundaria, que me relacioné, es con el actual secretario general de gobierno, el doctor Jesús Martínez Garnelo, quien siempre me ha distinguido. El es así, muy sencillo, muy tratable, muy preparado, muy conocedor. Por ahí tengo un libro que me autografió, donde se narra su preparación. Nos conocíamos, íbamos a correr gallo a su novia, después nos encontramos en Toluca donde estudiaba dos maestrías”. (Continuará). 

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