lunes, 28 de abril de 2014

COLUMNA

Feliz Día de los Niños
Apolinar Castrejón Marino 
Muchos festejos, regalos y convivencias se realizan por el Día del Niño cada  30 de abril. Los Derechos del Niño y de la Niña se repiten hasta la saciedad, y ellos terminan por aprendérselos de memoria. 
Pero nada cambia, y los niños de carne y hueso siguen estando en la indefensión ante padres, familiares y tutores abusadores, viciosos y explotadores. O ¿Qué tipo de niños ve usted?  ¿Cómo son los niños que hay en su casa?  ¿Cómo fue usted criado?  


Quizá no lo sepa, pero hace unos 50 años, los niños eran considerados unos adultos en miniatura que debían realizar las mismas acciones que los grandes, pero en chiquito: “Sentadito y calladito”. “No pongas los codos en la mesa”. “No hables con la boca llena”.
Los niños estaban en la escala social al mismo nivel que un animalito gracioso. Con el paso del tiempo, subía de nivel y pasaba a ser un utensilio de trabajo, que podía hacer “mandados”. Debía obedecer sin protestar y cualquiera adulto podía “regañarlo” y reprenderlo.
Los niños del siglo pasado vivieron con el temor religioso a Dios, a la muerte y a los fantasmas. Cada madre se encargaba de alimentar a su niño, de mantenerlo aseado y de alejarlo de los peligros. Las abnegadas mamas enseñaban a sus hijos a comer toda una variedad de productos, según la región y la temporada.
La alimentación de cada niño dependía de la capacidad económica de sus padres. Los niños ricos tomaban leche y comían carne, mientras los niños pobres solo comían frijoles y tomaban café. Las normas de higiene eran generales para comer, para la escuela y para ir a la iglesia: manos limpias. 
La capacidad del sistema educativo no alcanzaba a ofrecer educación a toda la población, y la mitad de los infantes, no estudió. Pero aprendieron el oficio de sus padres, y las mujercitas aprendieron las habilidades de sus madres en la cocina, el comercio y manualidades.
 Luego vino la democracia, los derechos humanos y la innovación. Los resabios del socialismo soviético, decretaron nuevas formas de convivencia en que ambos progenitores tenían que trabajar y no había quien cuidara de los hijos. Entonces surgieron las guarderías, las estancias infantiles y los “cendis”.
Los políticos se encargaron de poner por escrito los “derechos de los niños”, pero los colocaron en un lugar seguro para que nadie les haga caso: La Constitución. México se puso a la vanguardia en materia de protección a la infancia y alcanzó los niveles de otros países desarrollados. La opinión internacional celebró las medidas protectivas, pero los niños siguieron igual.
Los niños perdieron para siempre el cariño maternal. Ya no hay quien les ofrezca su sopita con amor y paciencia, quien le saque el aire de su pancita, y quien los vea dar sus primeros pasos o decir sus primeras palabras, y se los festeje con orgullo e satisfacción. 
Las educadoras y las niñeras son testigos impávidos de su desarrollo. Les prodigan cuidados y atenciones de forma “profesional”, pero sin el amor que solo puede provenir de una madre. 
En el hogar la situación no es diferente,  los niños son sometidos a ver 8 horas de televisión diarias, de modo que ese aparato se convierte en la “niñera electrónica”, y el medio por el cual los niños aprenden las formas transmisión de valores y de interacción social.
Wulfrano Torres es doctor en Psicología Social e investigador de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, y durante mucho tiempo se ha dedicado a estudiar la situación de los niños y jóvenes en la actualidad. Con toda su autoridad, nos advierte que si bien la televisión “tiene cosas importantes y rescatables”,  los valores que transmite se orientan hacia un consumo irracional, anteponiendo el Tener al Ser.
También ha documentado para nosotros que el gobierno mexicano al ser evaluado por organismos internacionales como la UNICEF, en el cumplimiento de los derechos de los niños y jóvenes, solo alcanza una calificación de 5.72, debido a que no tienen garantizado tres derechos fundamentales: probabilidad de sobrevivir, derecho a la educación y derecho a no ser explotado.

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