martes, 17 de junio de 2014

COLUMNA

Cosmos

Héctor Contreras Organista


Un grupo de apreciados y valiosos maestros chilpancingueños que después de toda una vida entregada al servicio del magisterio se han jubilado, comentaban recientemente que de la capital del estado de Guerrero sus tradiciones van desapareciendo de manera muy rápida.
Evocaban años en los que conocieron danzas locales como las de Los Conejos y Los Apaches que participaban en los festejos decembrinos en el barrio de san Mateo. 
Refirieron que desde cuando el festejo de diciembre dejó de hacerse por parte de los mayordomos de la iglesia del barrio y de parte del Comité de Mejoras Materiales del pueblo que logró en 1957 que se transmitiera la feria a través de la XEW y pasó la organización a manos del gobierno, la famosa feria de luz y alegría se fue extinguiendo.
Consideran que la agonía de las tradiciones en Chilpancingo obedece a varios factores, destacando el crecimiento anárquico de la población, la llegada de infinidad de sectas que le robaron y le siguen sustrayendo mucha clientela a la iglesia católica (que era en sí la organizadora) y sobre todo a la influencia de la televisión.
Porque si bien es cierto –señalaron- que, por ejemplo, a los niños les atrae la danza de los tlacololeros o el porrazo de tigres, que dicho sea de paso también ha degenerado en pleito de cantina, los programas de televisión les muestran otro tipo de diversiones como los transformes o los hallazgos que hacen en sus juegos de celulares.
Señalaron que no hay desde hace mucho tiempo quien señale con autoridad el rumbo hacia donde debe o tiene que ir lo que queda de las danzas tradicionales y en sí de los festejos populares, que también han degradado en grotesco carnaval político-pozolero. 
No hay respeto a nuestras danzas ya muy comercializadas ni nadie vela por su preservación como lo que fue, parte medular de la cultura del pueblo. A la iglesia no le interesa fomentarlas y el gobierno está en las mismas, ajeno, muy lejano e indiferente a preservar lo que es la cultura popular.  Los maestros atribuyen a esos factores  que las raíces culturales se están secando.
Uno de ellos preguntó al reportero: ¿También desaparecieron los Pastorcitos? También, respondimos y agregamos que esa fue la esencia de la feria de diciembre en Chilpancingo, “la acostada del niño Dios”, pastorelas de cánticos hermosos que correspondieron a siglos pasados y que en Chilpancingo encontraron buena acogida pero que ya murieron quienes los organizaban.
Entonces, añadieron los maestros, Chilpancingo, gracias a la ignorancia, a la comercialización y a la ambición política desmedida ha perdido como otros pueblos, sus tradiciones. Se le encajó al festejo decembrino y a las fiestas de los barrios una sarta de innovaciones que vinieron a aplastar y a desaparecer lo bello, lo esencial de la feria y de las fiestas de los cuatro barrios (no cinco, que conste, porque el nuevo, Tequicorral nada tuvo que ver con la feria de san Mateo). Exacto, dijeron otros, así ha sido. 
En la actualidad, opinó el ex director de una Secundaria, en algunas escuelas, algunos pocos colegas maestros dejan de tarea a los alumnos que investiguen qué fue la Feria de Chilpancingo. Que hurguen qué fue la danza de los tlacololeros y las danzas populares en general, el porrazo de tigres, el pendón y la escenificación de Los doce pares de Francia.
Porque los nuevos chilpancingueños tienen que conocer por medio de libros, revistas, películas o catálogos qué y cómo fue la feria de su pueblo, la que gozaron sus abuelos y sus padres, porque a esta nueva generación ya no le tocó más que recoger la pedacera que quedó de la feria de Chilpancingo.
Ah, dijo otro profesor de esos quisquillosos, pero en los gobiernos siguen habiendo secretarías y direcciones, departamentos y oficinas de cultura donde trabajan y cobran los duchos en la materia. 
Se hinchan de dinero y se dan la gran vida como candil de la calle y oscuridad de su casa, presumiendo en todos lados de lo que aquí ellos mismos mataron. Esa es su cultura podrida, farsante, mentirosa pero muy bien cobrada.
Nosotros agregaríamos, dijimos a nuestros amigos maestros, que siempre hizo falta se siguiera el ejemplo del maestro Rubén Mora, escribir más, mucho más sobre la feria. Suponemos que aún pudieran hacerse concursos de poesía con cantos al festejo, a la algarabía popular, o como lo hizo el poeta Manuel S. Leyva Martínez en su Canto Íntimo a Chilpancingo, versificando el estallido del chirrión tlacololero como serpiente en el Huacapa. Todavía se puede ir al rescate de la feria.
¿Pero quién lo haría? Preguntó un maestro. 
A lo que otro contestó: Esa es la pregunta del siglo: ¿Quién lo haría? 
Un tercero sugirió sonriendo: Que aquí don Héctor el periodista entreviste a Figueroa, a Walton o a Ríos Píter… A ver quién de ellos se anima a devolverle a Chilpancingo su feria.
Ingenuamente don Héctor preguntó al grupo de profesores: ¿Sólo a ellos…?
Y todos rieron a carcajadas…  

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Muchas gracias por leer La Crónica, Vespertino de Chilpancingo, Realice su comentario.