martes, 26 de agosto de 2014

COLUMNA

Lectura Política

Noé Mondragón Norato

 López Rosas y el factor Chavarría
Si se mira bien el efecto y no la causa, entonces la conclusión es obvia: alguien importante filtró la información con un fin político, en relación al involucramiento del ex gobernador Carlos Zeferino Torreblanca Galindo, en la ejecución del diputado local perredista, Armando Chavarría Barrera. En su edición del lunes 18 de agosto de 2014, el periódico porteño El Sur, envía esa información como nota principal y señala al finado comandante de la Policía Ministerial, Trinidad Zamora Rojo, como uno de los implicados materiales en ese homicidio. Y cita como fuente al propio policía a través de “una declaración ministerial rendida ante la Procuraduría e integrada al expediente del caso”. Al establecer la conexión, se entiende que esa información la obtuvo el entonces procurador de Justicia, Alberto López Rosas, dado que fue vertida “en los primeros días de junio de 2011”, justo cuando el perredista asumía como el primer fiscal del estado. De ahí se abren las lecturas.

LÓPEZ ROSAS: DEBACLE O FORTALEZA.- Cuando Alberto López Rosas, renunció a la Procuraduría de Justicia el 13 de diciembre de 2011, por los coletazos del evento sangriento de Ayotzinapa, se llevó bajo el brazo un expediente que le quemaba, pero también le dotaba de cierto oxígeno y sobrevivencia política: la declaración ministerial del comandante Trinidad Zamora Rojo, como uno de los autores materiales del asesinato de Armando Chavarría Barrera. Y el señalamiento directo en la autoría intelectual del ese crimen, contra dos personajes: el ex gobernador Carlos Zeferino Torreblanca Galindo. Y el ex auditor de la AGE, Ignacio Rendón Romero. López Rosas esperó paciente tres años para filtrarlo al periódico El Sur. Se entiende que lo hizo con la idea de fortalecer su proyecto personal para encaramarse como candidato perredista al gobierno estatal en la próxima elección del 7 de junio de 2015. Pero visto bien, podría acarrearle desgastes políticos anticipados. Por al menos dos motivos: 1.- Si tuvo en sus manos esa explosiva declaración, al final de cuentas decidió no actuar en consecuencia. Arraigar a Zamora Rojo. Suministrarle protección para preservar su integridad física. Ventilar la información a fin de concederle la certeza de justicia a la familia del extinto líder perredista. Y a toda la militancia del partido al que pertenece. Al final, Zamora Rojo fue asesinado y su cuerpo descuartizado. Cercenado el rostro. Cuatro de sus dedos hundidos hasta el fondo de su boca. Por eso y al esconder por tanto tiempo la declaración del también infortunado comandante ministerial, López Rosas dilató la aplicación de la justicia y de la ley. Y si eso hizo como Procurador de Justicia ¿qué podría esperarse de él, en el hipotético caso de que asumiera como candidato a gobernador y ganara esa elección? Una sola cosa: el ocultamiento de evidencias con la consecuente descomposición aguda del tejido social. Y la pérdida de la credibilidad por anticipado, en las instituciones. 2.- En aras de sumar fuerza política personal por la filtración de esa información, López Rosas perdió plusvalía política.  Porque son muchas las voces perredistas que ya se han sumado al reclamo de que también declare en torno al caso Armando Chavarría Barrera. En esa vertiente, se instaló en automático en la senda del escándalo. Primero, por el caso Ayotzinapa, en donde se le endosó la responsabilidad de haber enviado a policías ministeriales armados, a fin de contener a los estudiantes de esa normal rural. En aras de limpiar su imagen, López Rosas se enfrascó en una batalla política, mediática y legal con el ex secretario de Seguridad Pública Federal, Genaro García Luna. El punto de ese duelo, se ubicaba en acusar a quiénes habían disparado contra los normalistas: la Policía Federal o la Ministerial. Esa confrontación lo desgastó. Arribó como secretario estatal del Trabajo, pero ya con ese antecedente. Y tras conocerse la filtración en torno a las autorías materiales e intelectuales del crimen contra Armando Chavarría Barrera, el ex procurador de justicia retornó al centro de los reflectores. Pero no enviando señales de fortaleza, sino envuelto en la polémica. Es claro que a partir de estos dos controversiales antecedentes, ya no tendrá nada que hacer en la disputa por la candidatura a gobernador por el PRD. Como el zorro en El Príncipe de Maquiavelo, careció de olfato para detectar las trampas.
HOJEADAS DE PÁGINAS…Como un visible espaldarazo político, se leyó el reconocimiento del titular de la PGR, Jesús Murillo Karam, al rector de la UAG, Javier Saldaña Almazán, a quien atribuyó “contribuir desde la Universidad, a la reconstrucción del tejido social”. Lo único malo es que la PGR no ha hecho la parte que le corresponde…El que de plano está desesperado ante la pérdida de terreno en su anhelo de convertirse en candidato del PRD a la alcaldía capitalina, es el diputado local, Antonio Gaspar Beltrán. Y esa desesperación se reflejó de una sola forma: su afiliación a la tribu Grupo Guerrero. Es lo peor que pudo hacer.
dragonato@hotmail.com

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