martes, 30 de septiembre de 2014

COLUMNA

Cosmos

Héctor Contreras Organista

 ¡Obispo: Amarillento y Verdoso!
 Fueron momentos muy agradables los que la noche del día de San Miguel Arcángel, San Gabriel y San Rafael (29 de septiembre de 2014) pasé con mis grandes camaradas, amigos y ex vecinos Arturo Mundo Catalán y Raúl Roberto Arriaga Tapia en un restaurante del centro de Chilpancingo.
Raúl Roberto Arriaga Tapia (un jovencito al lado de Arturo y mucho más de quien esto escribe) es hijo (uno de los hijos, el otro gran amigo es su hermano, mi tocayo Héctor) del apreciado periodista don Raúl Arriaga: “Colo Arriaga”, venido de Iguala a Chilpancingo hace muchos años con su familia, me parece que por los años 70.

Don Hermilo Castorena Noriega, bromista y ocurrente como siempre, le decía: ¡Tómate una coca Colo! y no escaseaban las carcajadas. Y “Colo” aguantaba porque desde niño conocía a don Hermilo y le hablaba de tú, porque escuchaba a su papá hablarle a don Hermilo de tú, en Iguala, debido, entiendo, a que fueron grandes amigos y tal vez hasta compadres.
En la charla de este lunes por la noche aproveché la ocasión para hacer a Raúl Roberto algunos comentarios sobre mi admirado Arturo Mundo Catalán a quien conocí desde que era muy pequeño y fuimos vecinos. Él vivía en una de las casas de la calle de Mina y yo, a la vuelta.
Arturo fue hijo de doña Pompo, una de las queridas damas que en casa llamaban con mucho cariño y conocían como las muchachas Catalán, muy amigas de la familia nuestra. Arturito era llevado por su mamá al kínder donde trabajaba su tía, doña Bollita.
Después lo vi vestido con su roquete como acólito en la iglesia de san Francisco, más tarde como colaborador del doctor Rosalío Wences Reza y después convertido en todo un señor periodista al lado del maestro Héctor García Cantú.
Arturo junto el Mikis, Miguel Ángel Alfonso Castorena Tenorio, apoyados por García Cantú, dieron vida a un semanario que muy pronto se convirtió en lectura obligada, sobre todo en el mundillo político. Se llamó “El Grillo”, que como lema tenía: “Político sin padrino es hombre muerto”.
Después de estos y otros comentarios, Arturo Mundo Catalán recordó cuando recibimos moribundo en el campo de aterrizaje de Chilpancingo (que no aeropuerto) al agonizante obispo “Fidel de Chilapa” que fue transportado de Morelia a Chilpancingo por vía aérea, y por tierra a Chilapa. Con el Mikis, Arturo y su servidor hicimos una transmisión a través de la XELI.
Cuando llegó mi turno de usar el micrófono para narrar el estado físico del obispo, dije, entre otras simplezas, que se le veía piel “verdosa y amarillenta” (lo cual era cierto, a consecuencia  del grave deterioro físico), pero según los puristas de la Lengua y los dueños de las escobas y trapeadores patrocinadores de la profilaxis del Español, no debí decirlo de manera tan áspera, para no ofender con semejante observación a los cultos y a los letrados.
Pero como esos cultos y espantados, y sobre todo los que –según- “saben letra” siempre tratan de ver como mongolitos a quienes no fuimos a la escuela, Arturito, gran amigo, sale en mi defensa cuando se narra la anécdota, queriéndose atribuir  esa aparente “Pecata Magna” –dijera Rogerio C. Armenta- en la cual no tiene absolutamente nada que ver. Se le agradece, pero no fue así.
En todo caso, si alguna grave ofensa al idioma español hubiese que resaltar y que obligue a hilaridad de un  hecho ocurrido hace cosa de cuarenta años, -que en realidad no la hay-, pues, que se señale al autor y se le exhiba como ignorantón, rústico y palurdo. Como diputados, pues. Pero que no se diga que Arturo Mundo Catalán cometió tal o cual narración equívoca cuando en realidad jamás la hubo, de su parte.
De esta suerte, nuestro amigo Raúl Roberto recibe la información del hecho, tal como ocurrió y jamás atribuible al entrañable Arturo Mundo Catalán.
Un abrazo… para los dos.  

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