jueves, 4 de septiembre de 2014

COLUMNA

Origenes de la mafia 

    Apolinar Castrejón Marino 

Los italianos siempre han sido aficionados a la buena ropa y a la buena comida, por ello, al llegar a los Estados Unidos, emprendieron negocios de sastrería fina, y restoranes elegantes. 
Pero algunos preferían el dinero fácil y en grandes cantidades. O simplemente pensaban que sería bueno que los demás trabajaran para ellos. Entonces formaron bandas para extorsionar a los ciudadanos pacíficos.

El primer negocio de la mafia italiana en los Estados Unidos fueron las apuestas. Aprovechando la bonanza económica de algunos empresarios, banqueros y políticos, pusieron a funcionar pequeñas y discretas casas en donde los asistentes podían jugar y entretenerse sin que nadie les molestara.
Con su elegancia, refinamiento y su facilidad para los embustes, los italianos se dedicaron a conseguir mujeres jóvenes y bellas, y luego las introdujeron a las casas de juego. A continuación, aprovechando que la gente es muy aficionada a las apuestas, extendieron el negocio a los sorteos, las carreras de caballos y la lucha libre.
Un pequeño porcentaje de apostadores, conseguía duplicar su dinero arriesgado, y los italianos se encargaban de hacer que mucha gente supiera de la buena suerte de estos “afortunados”, para que más incautos se sumara a apostar su dinero, inclusive trabajadores pobres o gente sin trabajo.
La trampa se cerró cuando empezaron a ofrecer dinero a la gente para apostar, con un “módico interés” del 10 %. Y con la salvedad de que a los italianos, nadie les quedaba a deber, pues se cobraban “a como diera lugar”. Los deudores pagaban con su vida, o con la destrucción de su negocio.
La prostitución derivó en el negocio del chantaje y la extorsión, cuando se les ocurrió  exigirles a los clientes, fuertes cantidades de dinero, a cambio de no revelar sus correrías sexuales, las cuales habían fotografiado convenientemente. Se nos olvidaba decir que a los italianos también les gusta la fotografía.
Otro negocio de los italianos, fue la comercialización de grandes cantidades de vinos que no pagaban impuestos, ni se ajustaban a los estándares de calidad norteamericanos. Y, muy contrario a la percepción que se tiene de la mafia, no se dedicaban a la venta de drogas, al menos no estaba entre sus principales actividades.
Los italianos tenían gran cuidado por la integración familiar, y por conservar su religión católica. Hasta llegaron a comparar a las grandes mafias criminales con una familia, y a los jefes mafiosos los llamaban papá, padrino y capo. La palabra capo, proviene del latín caput, que significa cabeza.
A los mafiosos italianos les agradaban mucho las ceremonias religiosas, como los casamientos, los bautismos, y las inauguraciones. Aunque, hay que decirlo, en estos escenarios fueron asesinados muchos capos por sus rivales. 
De 1820 a 2004 emigraron a Estados Unidos cinco millones de italianos especialmente de Sicilia y de la Italia meridional. En 2009 el gobierno estadounidense informó que los ciudadanos de origen italiano residentes en los EE.UU. eran 18 086 617, lo que equivalía al 5,9% de la población. 
Pero también, los italoestadounidenses han formado parte importante en la construcción de los Estados Unidos, a quien han aportado grandes políticos, inventores, científicos, soldados, músicos y cineastas (actores y directores).

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