jueves, 9 de octubre de 2014

COLUMNA

La muerte tiene permiso
Apolinar Castrejón Marino 
Una cosa es segura, los normalistas de Ayotzinapa no son asesinos. Son conocidos como vándalos y revoltosos, pero asesinar no les aporta nada a su causa.
Saben secuestrar camiones, con todo y chofer, asaltar transportes de comestibles y ocasionar daños a negocios transnacionales, pero carecen de los medios para liquidar y desaparecer gentes. Debido a esto, carecen de la perversidad para identificar una trampa mortal, un engaño sin retorno.
No supieron ver que el Presidente de Iguala hablaba en serio y les ponía un ultimátum cuando dijo “Aquí no quiero chingaderas. Conmigo no van a andar jugando”. Tampoco advirtieron la formación de exterminio con la que rodearon los esa noche del 1° de octubre.


Perdone usted si lo sacamos de su mundo ideal, institucional, humanista y democrático. No hay nada de eso. No se crea que Peña nieto está preocupado por nuestro bienestar, ni se crea que los diputetes y senadores “trabajan para nosotros”, ni se crea que las fuerzas armadas están para mantener la paz.
En el caso de Tlatlaya podemos advertir los códigos de acción y líneas de mando verdaderas. Fuentes anónimas del interior del ejército nos revelaron los mecanismos que funcionan en los operativos contra la delincuencia y en general contra delincuentes e infractores.
Pero todo está a la vista. Cuando usted ve en los desfiles el armamento que portan los soldados, debe pensar que un día lo usarán contra usted o sus hijos. Porque ya sabemos que nuestros soldados no participan en ninguna guerra. Solo tenemos una “Secretaría de la Defensa Nacional”.
En el interior de los cuarteles militares de todo el país, cuando empezó a correrse el rumor de los hechos de sangre que involucraban a soldados, de inmediato supieron que habría complicaciones. Hasta los soldados de más baja categoría exclamaban: “¡Qué pendejos! ¿Cómo pudieron mancharse así?”. 
Desde las más altas jerarquías se ordenó utilizar todos los medios para adelantarse a cualquier duda de la opinión pública. El 1 de julio, un día después de los hechos, el estúpido de Erubiel Ávila, gobernador del Estado de México, alabó el papel de los soldados en el combate contra la delincuencia.
Y hasta detalló, como si lo hubiera visto, cómo repelieron la agresión de los delincuentes y pudieron liquidarlos sin sufrir ninguna baja. Los dejó en calidad de héroes, mucho antes que las autoridades correspondientes realizaran los peritajes del caso, en un claro ejemplo de encubrimiento oficioso.
Los oficiales aprovecharon esos hechos para recordarles a los soldados su difícil papel de enfrentarse contra criminales sanguinarios y sin escrúpulos. Un soldado preguntó. ¿”Por qué tanto alboroto, sin eran lacras”? el oficial instructor aprovechó para dejar bien claro: 
“Precisamente. Cuando ya no puedes evitarlo, truénalos, pero no esperes que la gente diga que hiciste bien, que los liberaste de un maleante. Siempre van a decir que hasta los peores delincuentes merecen un juicio justo. Pero ustedes ya saben que esos no se componen, que siempre van a seguir traficando y matando”.
“Pero si ya les diste, tienes que desparecerlos; y no dejar testigos. En las barrancas, en el mar, en los pozos más profundos… tus compañeros te van a ayudar. Y luego a tu superior, tienes que decirle la verdad; para que pueda protegerte”.
Y ese superior va a “decirle la verdad” a su superior, y así hasta arriba. Y el “Comandante Supremo” de las fuerzas armadas, debe ver por sus subordinados. Pero aquí algo está fallando, y es que Peña Nieto no está comprometido con el ejército “hasta las últimas consecuencias”, o no quiere poner en entredicho su imagen “carismática” alejada de conflictos sociales.
Como consecuencia, un colectivo anónimo que se identifica con el hashtag #Yosoy126está convocando a las fuerzas castrenses y a la ciudadanía en general a participar en una marcha el próximo jueves 11 del Zócalo a la residencia oficial de Los Pinos para exigir que sean liberados los integrantes del Batallón 102 de Infantería, pues solo obedecían órdenes.
Terminamos recordándole que “La muerte tiene permiso”, es el título de un cuento del escritor sonorense Edmundo Valadés del cual les hablaremos en otra ocasión. 

1 comentario:

  1. LA IMAGEN QUE TIENE LA COLUMNA ES DE LOS ESTUDIANTES DE AYOTZI???

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