jueves, 9 de octubre de 2014

PRINCIPAL DE PRIMERA PLANA

Busca UPOEG, no
encuentra a los 43

Jonathan Cuevas.IGUALA DE LA INDEPENDENCIA, GRO.--El machete era su mejor arma para cruzar los cerros e introducirse al campo donde suele operar el crimen organizado. Los Policías Ciudadanos escalaron en las entrañas del ahora famoso Cerro Gordo, algunos, sobre la suela de un par de huaraches. Penetraron entre espinos, rocas, hojarasca, huisaches, árboles de ilamas, cactus, sábila y pozas de agua. Era el territorio donde merodeaba un tigre y el calor parecía infernal. 

El Sistema de Seguridad y Justicia Ciudadana (SSJC) desplazó a más de 600 elementos en los municipios de Iguala y Cocula para buscar a los 43 estudiantes desaparecidos desde la noche violenta del 26 de septiembre, de los cuales, 17 son hijos de algunos policías.
Indignación por falta de armas… 
“Según que no quieren (el gobierno) que traigamos armas (a Iguala) porque es peligroso. ¡Pendejadas! Me mato con diez sicarios si traigo mi arma”. La expresión resonó a unos 100 metros de distancia de las fosas clandestinas halladas en Cerro Gordo, de donde fueron rescatados 28 cuerpos calcinados. 
Es un joven bastante delgado, moreno, de cabello blondo y ojos color café. Su voz llevaba el acento típico de un costeño. Los disparates abundaban en su léxico. 
Traía un palo en mano pero se mostraba valiente. Parecía ser el más atrabancado del grupo de 150 comunitarios que llegaron a la zona de las fosas. 
Antes había lanzado otra ruda expresión: “Venimos desarmados pero ya sabe el gobierno que si nos llegan a atacar, amenazar o que nos maten a uno, se sueltan pa´ acá 7 mil comunitarios que ya están listos para entrar armados. De eso pedimos nuestra limosna”. 
El resto de sus compañeros lo miraba y, varios respaldaban sus expresiones solo moviendo la cabeza de arriba para abajo. 
Parecían estar totalmente en desacuerdo por haber llegado a la cabecera municipal de Iguala sin una escopeta, pero aquel hombre de aproximadamente 24 años pretendía darles ánimos con una frase coloquial: “pero ni modo, algún día tenemos que morir”.
Pero no era el único que se lamentaba. Dos hombres de aproximadamente 50 años que lucían el pasar de los años en sus cabellos blancos, también se quejaban.
-Debimos haber traído nuestras armas. Aquí si nos chingan ni cómo defendernos-, advirtió uno de ellos. 
-Sí, a ver si no es plan con maña para venadearnos. Debimos venir armados pa´ entrarle duro a los chingadazos. Hay que chingarlos (a los sicarios) de una vez. No hay que tenerles lástima a esos hijos de la chingada. Solo así se va a parar esto-, secundó el que se notaba más anciano. 
Las quejas, aunque en menor medida también salían de boca de muchos más. Al final tuvieron resignación y emprendieron la búsqueda de 43 estudiantes.
Peinan el Cerro Gordo… 
Pasadas las 10:00 de la mañana un convoy de automóviles compactos, Urvan´s y camionetas solo marcadas con grasa para zapatos color blanco en sus parabrisas con la leyenda: “los queremos vivos”; partió de las instalaciones de la preparatoria número 32 con rumbo a Cerro Gordo. 
Unos 300 policías ciudadanos vestidos de civil se ubicaron junto a la escuela primaria “Pueblo Viejo”, en el poblado del mismo nombre. La otra mitad partió de ahí hacia el municipio vecino de Cocula. 
Todos tenían como primera misión encontrar fosas clandestinas, aunque afirmaban que buscaban a los 43 desaparecidos “vivos o murtos”.       
A las once de la mañana estaban frente al cerro gordo e iniciaron a subir ingresando angostas brechas donde ni siquiera las bestias podían pasar. Entre más subían sobre las faldas del monte, menos caminos existían.
Por momentos, los policías comunitarios se metían como podían entre los arbustos y espinos, pues no había más brechas. 
Los cerca de 300 policías comunitarios se dividieron en grupos de 5 personas y, “peinaron” cerro gordo. La zona era difícil de cruzar pero, apoyados con machetes, palos y tubos lo hicieron. 
Dejaron sus huellas entre la árida tierra y, las rocas dificultaban el paso. El sol hacía arder la piel cuando se fruncía con sus rayos. El sudor goteaba sobre los rústicos suelos y las espinas quedaban clavadas en la corpulencia de todos.  
-Acabamos de ver un tigre, hay que tener cuidado compañeros. Va cerro arriba-, lanzó alguno de los policías ciudadanos a través de los radios cuando justamente varios grupos cruzaban la cima de la montaña.
-¡No se separe nadie!-, gritaron. Entonces todos apresuraron el paso durante la mitad del boscoso cerro que faltaba por cruzar.     
Los autodefensas de la Costa Chica y Zona Centro dejaron a su paso cactus, plantas de sábila, nopal, enredaderas y un sinfín de frutas podridas conocidas como ilamas cuyos árboles abundan en la zona.
Después de hora y media de camino llegaron a una brecha que dejaba ver a lo lejos el acordonamiento de un área perimetral de aproximadamente 200 metros a la redonda, donde había unos 30 policías estatales, ministeriales y federales resguardando. 
Es ahí donde se ubican las fosas encontradas el sábado pasado (04 de octubre), de donde fueron extraídos 28 cadáveres calcinados. Sin embargo nadie pudo cruzar a la zona exacta donde están las fosas pues los uniformados aclararon que tenían órdenes de no dejar pasar a nadie. 
Incluso aceptaron que sabían de la llegada de los policías comunitarios y las operaciones que realizarían, y que precisamente por eso habían sido enviados a ese sitio para el resguardo de la escena del crimen.    
Los comunitarios esperaron otra hora y media en ese sitio con la esperanza de que los dejaran ingresar para ver las fosas, pero al notar que no tendrían respuesta positiva decidieron retirarse. Caminaron entonces otra hora cerro abajo para llegar hasta donde habían dejado sus vehículos. 
En Cocula… 
Mientras el primer grupo estaba en Cerro Gordo, los 300 restantes salieron del municipio para entrar a Cocula. 
Antes de la cabecera municipal tomaron una desviación hacia la comunidad de Tecomatlán. A los 10 minutos de camino encontraron a un anciano en su mula a quien empezaron a interrogar duramente. 
Se ubicaron en el punto conocido como “Las Juntas” y a su vista tenían cuatro domicilios. En uno de estos había una vaca, un burro y otros animales. Los otros domicilios parecían abandonados. 
Aquel anciano fue presionado para que dijera a los policías comunitarios quién vivía en el domicilio donde había animales. Éste relató que la propiedad es de Tobías Jaimes, un migrante que murió en los Estados Unidos, quedando la propiedad en manos de “Poli” Peralta, su cuñado.
Aclaró que no sabía a qué se dedicaba esta última persona y, además explicó que de las otras tres casas los habitantes habían huido hace 6 meses por amenazas de la delincuencia organizada. 
Aquel hombre dijo lo poco que sabía y, con mucho trabajo logró que los policías ciudadanos le permitieran retirarse. 
Después, varios elementos de la autodefensa de Guerrero ingresó al domicilio de “Poli” Jaimes violando las chapas y causando algunos destrozos pero dentro del domicilio no había nadie. Así, al no encontrar nada sospechoso se retiraron del lugar y regresaron a su base, en Iguala. (API). 

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