viernes, 21 de noviembre de 2014

ARTICULO

Los desfiles cívicos

César González Guerrero
Un saludo y reconocimiento a todos los niños y jóvenes de las escuelas de México, Guerrero, la costa chica y de Copala, asi como a los maestros que cumplen esta gran tarea.
El desfile, es una de las actividades de gran impacto en los pueblos, principalmente en el área rural, es un evento muy importante que se convierte en fiesta popular y que, ahora, con la modernidad, se está perdiendo el sentido histórico, cultural y cívico, que es la esencia de los desfiles destacando, precisamente, el del 20 de noviembre que celebra el inicio de la Revolución Mexicana y el del 16 de septiembre que conmemora el inicio de la lucha por la Independencia de México. Sin duda, los de mayor trascendencia.

No se pueden olvidar aquellas épocas de los 60 que nos tocó vivir en nuestra tierra Copala, y tal vez en toda la Costa Chica,  cuando desde el nivel preescolar, entonces llamado kínder y la escuela Primaria, desde luego aun no existían escuelas secundarias, los directivos y docentes, iniciaban con mucha oportunidad, a preparar la participación de todos los alumnos, considerando todos los protocolos, como son los ensayos, la elaboración de los históricos programas “literario-artístico-musical”, en donde los pequeños demostraban las habilidades en bailables, declamaciones, etcétera.
Con todas las carencias de una familia campesina humilde, los alumnos, lucían sus mejores trajes de color blanco, pantalón (algunos “remendados” y “tuncos”) y la clásica camisa manga corta, (todo limpio, con olor a jabón “carey” que, en ese tiempo se usaba, y disfrutar de un baño a “jicarazos” con jabón de “olor”), los menos con zapatos o huaraches viejos, otros descalzaos, pero marcando el paso, de acuerdo con las exigencias aprendidas en los respectivos ensayos, en las calles empedradas o de terracería (en el mes de septiembre, en ocasiones “encharcadas” por la lluvia).
Los maestros y directivos, encargados de enseñar a “marchar” a los pequeños, con el “paso redoblado” y “marcando el paso”, con gritos y amenazas de “reatazos” o “bejucazos”, a quienes no realizaran las instrucciones, de manera estricta, hacían todo lo posible por que se cumplieran al pie de la letra, a efecto de que sus padres y ellos mismos se “sintieran” orgullosos de esta importante demostración cívica.
Prácticamente, para los niños, ir a “marchar” se consideraba motivo de gran alegría, ya que había la posibilidad de que sus padres le compraran ropa y zapatos o huaraches nuevos, además de que había algún motivo para recibir algunas monedas para comprar algo (dulces como las “quiebramuelas”, aguas frescas, conservas de “coacoyol” o de mango, tacos, enchiladas, las famosas “charamuscas” o “charambuscas”), al término del desfile.
Al ritmo de las notas musicales en la “bocina” que interpretaban canciones alusivas, como la inolvidable marcha de Zacatecas, o bien de la banda de guerra, y encabezados por la escolta, todos hacían su mejor esfuerzo para que, sus familiares, observaran que estaban aprendiendo algo interesante en la escuela, que era “aprender a marchar”. Obviamente, los maestros, con gestos de disciplina, ordenaban, marcando cada uno de los movimientos a realizar, de tal manera que los padres de familia podían expresar su beneplácito por que “sabían enseñar”. Claro eran otros tiempos, en donde no existían las oficinas de “derechos humanos”.
El protocolo iniciaba desde la 6 de la mañana, asistiendo todos a “izar” bandera y, después del desfile, a las 6 de la tarde, a “arriar” bandera, desde luego, con todo el respeto entonando las notas de nuestro glorioso himno nacional mexicano. En el transcurso de la mañana, todos los niños, apresuradamente, y muy contentos, se preparaban su taza de café, algunos, quizá los menos,  si consumían el pan (“cariado” o de “terciopelo”) o las ricas galletas “María”, “Norteñas” o “Jarochas”, otros, como nosotros, nos conformábamos con el café, preferentemente el popular cafe “tineo”, o el atole que, con esmero nos preparaba nuestra madre. No había para más. Tal vez por ello, y por los mismos rayos del sol, en pleno acto, no faltaban los “desmayados”.
Hoy, las autoridades educativas, en todos sus niveles, federal, estatal y municipal, deben continuar impulsando estas actividades, sin perder lo más importante, inculcar a los niños y jóvenes, los valores patrios. Estamos en tiempo. Ya veremos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Muchas gracias por leer La Crónica, Vespertino de Chilpancingo, Realice su comentario.