La muerte tiene permiso
Apolinar Castrejón Marino
Una cosa es segura, los normalistas de Ayotzinapa no son asesinos. Son conocidos como vándalos y revoltosos, pero asesinar no les aporta nada a su causa.
Saben secuestrar camiones, con todo y chofer, asaltar transportes de comestibles y ocasionar daños a negocios transnacionales, pero carecen de los medios para liquidar y desaparecer gentes. Debido a esto, carecen de la perversidad para identificar una trampa mortal, un engaño sin retorno.
No supieron ver que el Presidente de Iguala hablaba en serio y les ponía un ultimátum cuando dijo “Aquí no quiero chingaderas. Conmigo no van a andar jugando”. Tampoco advirtieron la formación de exterminio con la que rodearon los esa noche del 1° de octubre.