miércoles, 7 de enero de 2015

COLUMNA

El cariño y los excesos 


Apolinar Castrejón Marino

Había una vez un hombre rico que tenía una esposa joven y sorda. Una mañana, mientras desayunaban, ella le dijo: Ayer fui al mercado y miré vestidos de seda de Damasco, velos de la india y collares de Persia. Y aunque tú eres un hombre muy rico, yo solo tengo harapos. 
-Pero querida, dijo el esposo, puedes ir al mercado y comprarte todo lo que desees.

- ¡No! protestó la esposa sorda. Siempre dices no y no. ¿No te da vergüenza que ande  en andrajosa?
-Pero, yo digo que puedes ir al mercado a comprar los vestidos más hermosos y las joyas que encuentres.
Pero como la esposa no oía, otra vez equivocó lo que le decía su marido; y le reprochó.
-De todos los hombres ricos tú eres el más miserable. Me niegas la belleza y hermosura mientras las otras mujeres de mi edad andan bien ataviadas. Y comenzó a llorar. 
-Entonces el esposo conmovido, abrió su bolsa para sacar un puñado de oro, se lo entregó y le dijo con dulzura:
-Ve al mercado, querida mía, y compra todo lo que te guste.
Desde ese día, cada vez que la esposa sorda desea algo, habla a su esposo con una lágrima en los ojos, y él en silencio le entrega un puñado de oro. Pero ocurrió que se enamoró de un joven viajero. Y cuando él partía, ella se sentaba a llorar.
Y cuando el esposo la hallaba llorando decía en su corazón: "Debe haber llegado una nueva caravana con prendas de seda y joyas". Y sacaba un puñado de oro y se lo entregaba. 
Ahora con motivo de las vacaciones, que los niños se pasan mucho tiempo en la casa, quedan al descubierto los graves problemas de conducta, que ocasionalmente desembocan en violencia doméstica, escolar y familiar.
Quizá nos equivoquemos, pero ¿A usted lo obedecen sus hijos? ¿Hacen sus quehaceres domésticos? ¿Estudian y hacen sus tareas, o tiene algún problema con ellos? Y si es hijo de familia: ¿Está de acuerdo con la autoridad que ejercen sus padres?
El trato con los hijos es cada vez más difícil, llegando a los insultos y a los golpes. El trato entre padres e hijos es cada vez más áspero. Los padres insisten en que sus hijos estudien y aprovechen el tiempo en algo constructivo para su futuro, mientras que los jóvenes solo reclaman libertad para hacer lo que quieran con “su vida”.
Los padres se preocupan, se desesperan y al final de la historia, quedan enormemente defraudados de sus descendientes. La cosa es grave, porque pero los que más pierden son los jóvenes, pues muchos abandonan sus hogares después de una discusión, y de ahí, caen fácilmente en la vagancia, la drogadicción, y los embarazos tempranos o no deseados.
Todo inicia con la permisividad de los padres en el hogar, donde los hijos no tienen una percepción clara de cuál es su rol familiar, su papel en la casa. Por conveniencia, saben que sus padres deben encargarse de mantenerlos y satisfacer sus necesidades de estudio y formación.
Esto es relativamente cierto, pero todo debe tener un límite, las leyes imponen  la edad de 18 años para que el individuo se haga responsable de sus actos. Antes de ese término, son los padres quienes deben responder por los actos de sus hijos.
Y así ha funcionado: antes de los 18 años, los jóvenes han recibido atención de los padres, y ellos deben corresponder con obediencia. Reciben alimentación, casa y vestido en el hogar, deben corresponder integrándose a realizar los quehaceres domésticos.
Así lo refieren los libros de historia, las novelas, los diarios, las cartas e infinidad de documentos escritos. Más de repente todos los roles familiares fueron alterados. 
La televisión comercial ha influido profundamente las relaciones sociales y familiares, a grado tal que la gente habla de pérdida de valores, con lo cual no estamos de acuerdo. Más bien, lo que sucede es que los valores han cambiado: la honestidad, la valentía y la gratitud, han sido cambiadas por el oportunismo, la vileza y la alevosía.
Así, en este año que comienza, en que la gente se hace buenos propósitos, esperamos que consideren la posibilidad de ser honestos consigo mismos, y retomen el valor del trabajo:
A riesgo de parecer puritanos y anticuados, citaremos unos versos al trabajo: “Trabaja joven, sin cesar trabaja, la frente honrada que en sudor se moja, jamás ante otra frente se sonroja”.

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