miércoles, 25 de marzo de 2015

COLUMNA

Álvaro Carrillo. R.I.P. 

Apolinar Castrejón Marino
En nuestros días los parámetros para hacer canciones son muy laxos, y se han alejado del placer que deberían producir a nuestro sentido del oído, y sus repercusiones en nuestros sentimientos, principalmente de evocaciones. 


Las hermosas canciones llamadas boleros, que hicieron los compositores para ser interpretadas por voces bien timbradas, educadas y afinadas, acompañadas con guitarras y requintos, ahora las cantan gañanes macuarros con voces tipludas de borrachos, acompañadas con tamboras, flautines y tubas, que producen dolor de cabeza.
Cualquier mexicano de edad mayor a 30 años puede fungir como experto y juez de los mejores boleros, y de los mejores compositores. Y también perviven en el imaginario de nuestros compatriotas el recuerdo de los mejores intérpretes y los mejores guitarristas.
Digamos por ejemplo José Alfredo Jiménez, y de inmediato pensamos en un autor muy prolífico de boleros rancheros. Sus obras musicales se caracterizan por ser magistralmente sinópticas, pues en una cuartilla resumen una trama histórica, temática y épica, con un lenguaje variado y preciso.
José Alfredo manejaba perfectamente la métrica de los poemas vernáculos al grado que las letras de sus canciones se pueden pronunciar con suma facilidad, y hasta con delicia. Y también podemos mencionar con orgullo a Chucho Navarro, miembro del histórico trío “Los Panchos”, que compuso maravillosos boleros que se cantaron por generaciones y que contribuyeron a la unión de parejas en noviazgos y matrimonios.
Mención especial merece el compositor de ese hermoso bolero que dice: “como se lleva un lunar, todos podemos una mancha llevar. En este mundo tan profano, quien muere limpio, no ha sido humano”.
Álvaro Carrillo se consideraba un cancionero, y prefería que no le dijeran que era compositor. Sin embargo, una de sus composiciones sirvió perfectamente de tema para una telenovela, “La Mentira”. En realidad la canción tenía por título “Se te olvida”, pero debido al éxito de la telenovela, y como la letra de la canción dice:
“Se te olvida, que me quieres a pesar de lo que dices. Que llevamos en el alma cicatrices, imposibles de olvidar”, la canción fue conocida popularmente como “La Mentira”.
Pepe Jara era un guitarrista medianamente conocido, que tuvo la ocurrencia de empezar a interpretar los boleros de Carrillo, a los cuales les agregaba excelentes requintos, y en poco tiempo alcanzó fama y fortuna con el sobrenombre de “El Trovador Solitario”. 
“Sabor a Mi”, “Amor Mío” y “Luz de Luna”, son melodías que los enamorados cantaban  en las serenatas a las mujeres hermosas, y “Cancionero” y “El Andariego” se convirtieron en himnos de los bohemios y borrachos en las cantinas. 
“Seguiré mi Viaje”, “Un minuto de Amor” y “No te Vayas” se convirtieron en las canciones preferidas por los interpretes que deseaban ser considerados románticos y sensibles. Más de 300 canciones son el legado de Álvaro Carrillo, interpretados por Marco Antonio Muñiz, Javier Solís y Pedro Vargas. Los tríos “Los Duendes”, “Los Santos”, “Los Ases” y Los “Hermanos Reyes”, alcanzaron la gloria con sus canciones. 
 Sus canciones también se cantaron en Francia, Bélgica, Grecia, Austria, Inglaterra, Italia, Holanda, España, Estados Unidos, etc. Y fueron cantadas por intérpretes internacionales como Frank Sinatra, Dorys Day, Percy Faith, y Yoshiro Hiroishi.
 Álvaro Carrillo nació el 2 de diciembre de 1921 en San Juan Cacahuatepec, región de la costa chica de Oaxaca, y falleció en un terrible accidente automovilístico el 3 de abril de 1969. 
 Viajaba en su automóvil con su familia por la autopista México-Puebla, cuando inesperadamente, un vehículo que se desplazaba en sentido contrario salió de su carril y se impactó contra ellos. Murieron Álvaro, su esposa y el chofer que los transportaba; solo se  salvaron sus dos hijos que iban en el asiento trasero. Los esposos fueron velados en el Teatro de los Compositores y luego sepultados en el Panteón Jardín de la Ciudad de México.
 Álvaro Carrillo cursó estudios en la Escuela Normal rural de Ayotzinapa, y luego en la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo, donde se graduó de Ingeniero agrónomo. Pero lo suyo siempre fue la cantada.
Así lo conoció el Presidente Adolfo López Mateos, quien lo mandaba a buscar para que le cantara a él y su esposa en Palacio Nacional. Como gratitud el presidente le daba un cheque en blanco, que Álvaro recibía forzadamente. También fue preferido por el rector de la escuela de agricultura donde estudiaba, y por sus compañeros a los que deleitaba con sus canciones y acompañaba a las serenatas.

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