lunes, 8 de junio de 2015

COLUMNA

Duele ser presidente 

Apolinar Castrejón Marino
En México, los presidentes de la república gozan de un poder absoluto durante 6 años. Sin embargo ese poder no los libra de las desventuras familiares. Por ejemplo a sus esposas les llaman en pública “primera dama”, pero “en corto”, la gente del pueblo acostumbra hacer burla y sorna a costa de ellas. 
Agustín de Iturbide se casó en 1805 con Ana María Huarte, pero tuvo como amante a la famosa Güera Rodríguez. Como la güera le reprochaba que se mantuviera casado, él le decía “Pero tú eres mi Reyna”, y ella le contestaba: “Si, pero ella es la emperatriz”.

Nicolás Bravo fue presidente de México en 6 ocasiones. Estuvo casado con la señora Antonia Guevara, ambos murieron en circunstancias poco claras en su hacienda de Chichihualco el 22 de abril de 1854. Se sospecha que fueron envenenados. 
En el libro de “matrimonios secretos” del sagrario de la catedral de México del abogado miguel Domínguez, aparece la unión de Don Miguel Domínguez, con doña Josefa Ortiz, con una diferencia de edades de 15 años. Don miguel era muy desconfiado, y sospechaba que el capitán Ignacio allende, que se contaba entre los visitantes que se reunían en su casa para discutir con doña Josefa, la necesidad de realizar cambios en el gobierno colonial.
Don Miguel, sospechaba que Allende pretendía a su hija, 15 años menor que el, pero en realidad sostenía un apasionado romance con la propia doña Josefa. 
Joaquina Besares se casó con el veterano general insurgente Melchor Múzquiz, 40 años mayor que ella. Era viuda y con 3 hijos, más 6 que tuvo con don Melchor. La proverbial honestidad del general, solo le acarreó la ruina, al grado que cuando murió, doña Joaquina tuvo que establecer una escuela de “la amiga” para sostener a su numerosa familia.
El general Manuel Gómez Pedraza estuvo casado con la Señora Juliana Azcarate, de quien siempre estuvo muy enamorado. Se cuanta que en su lecho de muerte, sus últimas palaras fueron: “Ah señora, quien pudiera ser eterno para amarla a usted eternamente”. 
Siendo muy joven, Antonio López de Santa Anna, cuando apenas había recibido los galones de general que le había concedido el emperador Agustín de Iturbide, tuvo la ocurrencia de enamorar a la princesa Nicolasa, de 60 años y tía del emperador, creyendo que ese matrimonio lo ayudaría a ascender en la escala social. Cuando el emperador se enteró, decidió terminar de tajo con tan ridículo romance. Arrestó y obligó a trabajos forzados a galán, y envió al convento de las vizcaínas a la tía calenturienta.
Ya cuando tuvo más experiencia y se le asentaron las ideas, Santa Anna tuvo 2 matrimonios. A doña Inés García le impuso el ridículo título de “Excelentísima Señora Presidenta”. Después de un brillante campaña militar en Texas el general se paseaba en los mejores centros sociales de San Antonio, en donde conoció a una hermosa muchacha, a quien empezó a cortejar.
Mas ella no cedía a los encantos del general, poniendo por condición el matrimonio. Entonces Santa Anna, ordenó a un soldado que se disfrazara de sacerdote y los casara en formal ceremonia. Después de cumplida la exigencia de la damita, el general tuvo una deliciosa luna de miel, que duró algo así como un mes. Pero luego Santa Anna fue requerido en la capital del país, y ya nunca se acordó de la damita de San Antonio.
Santa Anna fue presidente de México hasta en 11 ocasiones. Su esposa Doña Inés García falleció en el año de 1844, y al año siguiente se casó con Dolores Tolsá, una de las mujeres más bellas de la época, pero que falleció 2 años más tarde. 
El general Miguel Barragán tuvo por esposa a una señora muy linajuda que se llamó Manuela Trevuesto y Casasola, Marquesa de Miravalle. El murió en 1836 en ejercicio como presidente de México, y su viuda sobrevivió 50 años, y su cadáver fue trasladado a su residencia en Costa Azul, en Francia.
El General Mariano Arista estuvo casado con la señora Guadalupe Martell, quien era la viuda del general isidro barradas, aquel militar español que había encabezado un intento de reconquista por parte de España en el año de 1829.
Don Benito Juárez había sido sirviente en casa de la familia Maza en Oaxaca. Después de muchos años de estudio, se convirtió en un destacado abogado, y regresó a pedir en matrimonio a la hija de sus antiguos patrones. Se cuenta que cuando sus amigas se enteraron de la situación, trataron de convencerla de que no se casara con él porque era muy feo. Y doña margarita les contestó: “Sí, es cierto que es muy feo, pero es muy bueno”.

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