jueves, 9 de julio de 2015

COLUMNA

Cosmos

Héctor Contreras Organista

LOS SONIDOS DEL SILENCIO
Aquí en Chilpancingo, hace cosa de medio siglo había una calle que las amas de casa bautizaron como “La Calle de las Carboneras”.
Era la calle de “Ayuntamiento” que tiempo después la rebautizaron como calle “Baltazar R. Leyva Mancilla”, y ese es su nombre actual.

En esa calle, del tramo entre Zaragoza y Justo Sierra, se podía encontrar a las señoras que venían de no sé dónde, a vender carbón, leña y cal, también se podía comprar hoja por manojos y Totomoxcli.
La hoja era de la milpa recién cortada, o a veces ya seca y que se daba como alimento a las bestias. 
Se vendía por manojos, mientras que el Totomoxcli eran hojas secas, envoltorio de las mazorcas  que antes habían sido elotes y se utilizaban para hacer tamales, y también servía para alimento de vacas y bueyes.
El Totomoxcli era igualmente usado por algunos comerciantes para envolver requesón, melcocha (derivado de la panocha o piloncillo) o maíz endulzado que se podía comprar en las fiestas de los barrios.  Ese Totomoxcli, que servía de envoltorio, fue sustituido por las actuales bolsitas de plástico.
La mayoría de las familias en Chilpancingo no ocupaban estufas de gas: ¡No había! Todo tipo de alimento se cocía en hornillas o braceros. De ahí la importancia de la leña y el carbón. 
La cal tenía otra función primordial. Cuando se iban a echar las tortillas (memelas o “gordas”), al comal se le untaba cal revuelta en agua y se dejaba secar. Después se limpiaba con una escobilla de palma. La cal se le ponía al barro del comal para que la masa no se pegara a la hora de colocarla a cocimiento. 
Cuando en casa se trataba de hacer pozole para la fiesta de algún familiar o el festejo de algún santo, se ponían tres piedras grandes a medio patio y sobre ellas una olla de barro conteniendo el nixconcle (nixtamal) y estando a medio cocer se le echaba la carne de marrano (cabeza y muslo) y al amanecer ya estaba el maíz reventado y la carne sabrosa convertido todo en pozole.
El carbón fue usado en Chilpancingo hasta mediados del siglo pasado como principal combustible en las cocinas. Se vendía por “montones”. Un montón de carbón podía costar diez centavos o veinte centavos si era más grande. También se vendía por “costalillas”.
Las mujeres que vendían el carbón o la leña, la cal, la hoja o el Totomoxcli se colocaban en esa calle de Ayuntamiento que hoy se llama “Baltazar R. Leyva Mancilla”. Y así les decía la gente: Las carboneras. La calle de las Carboneras. 
Un gran espectáculo de ese entonces lo podía observar la gente que venía de Amojileca o de Tixtla, desde los cerros. O quienes volaban en avioneta de cualquier punto de la montaña y las costas y llegaban a Chilpancingo.
En la mañana, sobre el caserío y debido al humo que brotaba de las casas por el uso de la leña y el carbón, se formaba una gran nube azul sobre Chilpancingo. Por eso mismo el olor de la ciudad era único, ya que al quemarse estos combustibles, dejan un olor muy especial, especialmente a pino quemado.
Pero también Chilpancingo tenía otros aromas: a pozole y toronjil y fue una ciudad limpísima, aunque usted no lo crea ya que cada familia era responsable de barrer no sólo sus patios y quemar la basura, sino también la parte de calle que le correspondía.
No había lavanderías. La ropa lavada en casa se ponía a secar en tendederos  o en asoleaderos conformados de hermosas piedras azules de río tendidos en algún rincón del patio de la casa.
Eran ya los años 60 del siglo pasado cuando llegó a Chilpancingo y se instaló en “Tierras Prietas” una planta distribuidora de gas. Celestino Gómez Reyes puso una mueblería en Hidalgo y 5 de mayo y ahí fiaba estufas, refrigeradores, roperos, salas, ventiladores, televisores, planchas, licuadoras. Etcétera.
Algunas familias, con la debida precaución, compraron estufas y gas y se olvidaron de la leña y el carbón. La distribuidora de gas, para promocionar la venta de su producto contrató un programa de radio: “Atardecer Musical”, que en la XELI anunciaba Miguel Ángel Zapata Vázquez, a las 4 de la tarde, con música instrumental bellísima.
Tiempo después, al ir creciendo la ciudad, llegó de Tixtla a Chilpancingo otra distribuidora de gas, pero ya no promocionó su producto con un programa de radio y música delicada, sino que hizo que sus camionetas recorrieran desde temprana hora la ciudad y los vendedores gritaran a todo pulmón: ¡¡¡Gaaaaassssss!!!
Y no sólo eso, sino que golpeaban con algún tanque de gas el piso de la camioneta lo que provocaba un estruendo enorme y siendo a temprana hora los gritos y los golpes, las familias despertaban alarmadas. A nadie le importaron niños durmiendo o enfermos: ¡¡¡Gaaaasss!!!
Ninguno, nadie, ni uno de nuestros ilustres e inteligentísimos alcaldes que han glorificado con su grata presencia la silla municipal de Chilpancingo, han podido combatir a los escandalosos vendedores de gas. A lo mejor esos gaseros, dueños del escándalo ciudadano no pasan por sus domicilios. O los alcaldes son sordos, que es lo más seguro.
Hay –se supone- leyes o disposiciones ecológicas que prohíben ese tipo de escándalos. Ya entrevistamos hace tiempo al encargado municipal de área y nos dijo que algo iba a hacer… ¡Ajá!
Chilpancingo, hoy, cuenta con vendedores de gas que han multiplicado su escándalo con el sonar de un pitillo agudo, demasiado agresivo y casi permanente en sus recorridos por la ciudad y desde hora temprana.
Hay vendedores de bolillo ligh o “dietético”, que se anuncian con una corneta de bicicleta antigua con sonido igual de maldito.  El “jugo de coco”, vendedores de nieve, de paletas; “voceadores” con volumen y anuncios insultantes... ¡¡¡Agua!!!
La ciudadanía es víctima de agresión pero guarda silencio. Nadie saca la cara por nadie. Hay clubes de servicio social, asociaciones cívicas lambisconas de políticos y religiosas, nos invadieron en el centro de la ciudad y todos “chitón”, como los tamarindo de Iguala (así dice la canción de José Agustín Ramírez) “en callada procesión”
Somos “los sonidos del silencio”, estatuas de un pueblo que soporta todo… T-O-D-O… T-O-D-O… T-O-D-O.
¡Padre nuestro, que estás en los cielos…!

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