miércoles, 4 de noviembre de 2015

COLUMNA

Encuentro Moctezuma, Cortes

Apolinar Castrejón Marino


En los escritos que Cristóbal Colón narró las peripecias de sus viajes, aparece frecuentemente la palabra indio, para referirse a los pobladores de nuestras tierras. 
Es razonable que los llamara así, porque él buscaba una ruta de viaje que lo llevara a las indias, y creía que lo había logrado…pero vino a dar aquí. Otros escritores europeos, llevaron más allá la cosa: describían a los indígenas de nuestro continente como bárbaros, caníbales, e inmorales. 
Así, la percepción general en Europa era que no estaban civilizados, que no conocían la religión verdadera, y que ni siquiera tenían alma. Por eso vino Hernán Cortes, con el sano propósito de conquistar a las bestias legendarias, en beneficio de la religión. 

Y el 8 de noviembre de 1519, se realizó el primer encuentro del conquistador Hernán Cortés con el señor de estas tierras, el emperador Moctezuma. De acuerdo con el trazo actual de la Ciudad de México, esto habría sido en la esquina que forman las calles de República del Salvador, con la Avenida Pino Suárez. En ese lugar se encuentran dos edificios históricos, el Templo de Jesús Nazareno, y el antiguo Hospital de Jesús. 
Según los cronistas, Moctezuma contaba con un poderoso ejército, pero también era profundamente supersticioso, y su temor era alimentado por los presagios que rodearon la llegada de los seres del otro lado del mundo. Así que, poco hizo por evitar la conquista de nuestra nación, y sus atarantados hijos.
Fueron 8 presagios que antecedieron la llegada de los españoles: el incendio del templo de Huitzilopochtli; la caída de un rayo sobre el templo de Xiuhtecuhtli; el agua de la laguna que hirvió sin motivo aparente; el paso de una mujer por la noche que lloraba a gritos llamando a sus hijos; la aparición de un ave con una especie de espejo en la cabeza, en el cual se veían hombres montados en una especie de venados; la presencia de hombres deformes y monstruosos, y la aparición de un cometa. 
En el año de 1587 se inició la construcción del Templo de Jesús Nazareno, y fue terminado en 1622.  Durante las excavaciones, el 25 de noviembre de 1946, se encontraron los restos mortales del conquistador Hernán Cortés. Un grupo de expertos, historiadores y arqueólogos dieron validez al descubrimiento, y el 9 de julio de 1947, el Instituto de Antropología e Historia, colocó una placa conmemorativa en el sitio.
Por el contrario, del emperador Moctezuma, no existe información de sus huesos. Ah pero, su legendario tesoro fue buscado por muchos aventureros, infructuosamente. Se sabe que incluso el gobierno de la capital, dejó secar intencionalmente el Lago de Texcoco, con la esperanza de encontrar la mítica riqueza.
El cronista Bernal Díaz del Castillo, un testigo personal del encuentro de Moctezuma con Hernán Cortes, escribió la escena en su "Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España":
“Ya que llegábamos cerca de México, se apeó el gran Montezuma de las andas, y traíanle del brazo aquellos grandes caciques, debajo de un palio muy riquísimo color de plumas verdes con grandes labores de oro, con mucha argentería y perlas y piedras de jade, que colgaban de unas como bordaduras”.
“Otros muchos señores venían delante del gran Montezuma, barriendo el suelo por donde había de pasar, y le ponían mantas para que no pisase la tierra”. 
Fray Francisco de Aguilar en su Relación Breve de la Conquista de la Nueva España, describió el encuentro de la siguiente manera: “El dicho Motecsuma salió de la litera y echó al cuello del capitán unos collares de oro y piedras, y a Cortés le echó al cuello un collar de perlas; y le habló, que fuese muy bien venido, que a su casa venía; y el capitán le dio las gracias por tan buen recibimiento”.
En la segunda Carta de Relación que escribió Hernán Cortés al Emperador de España Carlos V,  con fecha del 30 de octubre de 1520, los siguientes detalles:
“Pasado este puente, nos salió a recibir aquel señor Mutezuma con doscientos señores, todos descalzos, y vestidos con una librea, a manera de ropa.
“El dicho Mutezuma venía por medio de la calle con dos señores, el uno a la mano derecha y el otro a la izquierda, de los cuales el uno era el señor grande su hermano, y el otro, señor de aquella ciudad de Iztapalapa”.
“Allí me tomó de la mano y me llevó a una gran sala que estaba frontera del patio por donde entramos, y allí me hizo sentar en un estrado muy rico, y me dijo que le esperase allí, y él se fue”.
“Y a poco rato, ya que toda la gente de mi compañía estaba aposentada, volvió con muchas y diversas joyas de oro y plata, y plumajes, y con hasta seis mil piezas de ropa de algodón, muy ricas. Se sentó en otro estrado, y prepuso en esta manera:” 
"Por nuestras escrituras tenemos de nuestros antepasados, noticia que los que en esta tierra habitamos, no somos naturales de ella sino extranjeros, y venidos a ella de partes muy extrañas. Y tenemos asimismo, que a estas partes trajo nuestra generación un señor cuyos vasallos todos eran”.
“Y siempre hemos tenido que los que de él descendiesen habían de venir a sojuzgar esta tierra y a nosotros; y según de la parte que vos decís que venís, que es a do sale el sol, y las cosas que decís de ese gran señor o rey que acá los envió, creemos y tenemos por cierto, que nos decís que él ha muchos días que tenía noticia de nosotros”.  

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